La caída de los Tigres no traerá la paz

Actualizado
  • 05/05/2009 02:00
Creado
  • 05/05/2009 02:00
PANAMÁ. Durante el desarrollo de una guerra larga y brutal contra el ejército de Sri Lanka, los Tigres para la Liberación del Eelam Tam...

PANAMÁ. Durante el desarrollo de una guerra larga y brutal contra el ejército de Sri Lanka, los Tigres para la Liberación del Eelam Tamil (LTTE, en inglés) emergieron como uno de los grupos insurgentes más fuertes del mundo. Aparte de enfrentarse al gobierno cingalés por más de 25 años, los 'Tigres del Tamil' lograron tomar pedazos sustanciales de territorio, que operaron como un cuasi-estado por más de una década. Hoy, sin embargo, los poderosos Tigres están al borde de una derrota militar completa. ¿Traerá su caída la paz a Sri Lanka?

FUEGO Y SANGRE

La caída del LTTE ha venido a un gran costo. Desde sus inicios a principios de la década de los 80, la guerra ha matado a más de 70,000 personas, dejando a medio millón de tamiles refugiados en su propio país, y otros tantos que han huido de Sri Lanka. Los últimos seis meses de combate han sido particularmente intensos. Reportes de la ONU, la Cruz Roja y otras reconocidas organizaciones humanitarias indican que el país está al borde de un colosal desastre humanitario. Unos 6,500 civiles han sido asesinados desde enero y otros 100,000 están atrapados –sin alimentos, refugio ni medicamentos— en el fuego cruzado entre los Tigres y las fuerzas gubernamentales. Otros 40,000 que han huido de la zona de guerra han sido internados en campamentos militares en donde las condiciones, de acuerdo con los reportes recientes, son similares a los campos nazis de concentración.

Lideradas por la ONU, varias voces en la comunidad internacional han pedido repetidamente una suspensión de los combates, o incluso un alto el fuego que permita trasladar a los civiles atrapados a lugares seguros, y facilitar a los colaboradores humanitarios el acceso a los enfermos y heridos. El presidente cingalés, Mahinda Rajapaksa, al parecer determinado a aplastar a los Tigres, ha permanecido impasible, convencido de que la desaparición del LTTE –que quizás se ve más cerca que nunca— vale el precio de las matanzas, el sufrimiento, y el daño a la imagen internacional del país. Rajapaksa evidentemente cree que en una Sri Lanka libre de los Tigres solo vendrán cosas buenas.

LOS TIGRES Y EL CONFLICTO

A lo largo de los años, el LTTE se ha ganado la reputación de ser una cruel organización, que convierte a niños en duros soldados, que ha perfeccionado los ataques suicidas como táctica, que se vale de extorsiones y contrabando para obtener fondos, y que tiene cero tolerancia para las críticas y los competidores. Mientras no hay indicadores confiables del apoyo del que goza el LTTE entre los tamiles de Sri Lanka, activistas tamiles de derechos humanos, tanto dentro como fuera del país, se han manifestado en contra de la crueldad del LTTE y su estructura totalitaria. Es tentador pensar que Sri Lanka estaría infinitamente mejor sin el LTTE, y que su eliminación necesariamente conducirá al país hacia el orden, la estabilidad y la reconciliación. Pero esta conclusión se basa en una visión errada del papel de los Tigres en el conflicto. El LTTE es el producto, no la causa, de las políticas mortales de Sri Lanka.

El origen del conflicto se remonta a los efectos de las nefastas políticas de “divide y vencerás” utilizadas por los administradores coloniales británicos para gobernar Sri Lanka (entonces Ceilán) durante el siglo XIX y los inicios del XX. Los británicos utilizaron a la minoría tamil de la isla para mantener controlada a la mayoría cingalesa y, a cambio, proporcionaron a los tamiles los mejores empleos gubernamentales y el beneficio de la educación inglesa. Con la independencia de 1948, sin embargo, los tamiles se quedaron sin sus patrones, y se encontraron superados numéricamente y marginalizados dentro del nuevo estado unitario cingalés. Con los tamiles reducidos a la irrelevancia política, los políticos de poca vista compitieron entre ellos por el voto cingalés, y pronto descubrieron que el partido con la política anti-minoritaria más agresiva tenía casi siempre asegurado el éxito electoral.

Esta “sobrepujanza étnica”, como ha sido llamado este proceso, trajo como consecuencia el ascenso de un feroz nacionalismo cingalés que exigía venganza por la supremacía tamil durante el periodo colonial y un renacimiento de la lengua y cultura cingalesas. Este nacionalismo veía a Sri Lanka como sólo para los cingaleses, e insistía en que la minoría tamil debía resignarse a su posición de segunda clase o abandonar la isla. En las primeras décadas pos-independencia, los tamiles de Sri Lanka fueron depravados de sus anteriores privilegios económicos y sociales, y sufrieron la imposición de estrictas cuotas que encogieron sus oportunidades de empleo y educación. Se promovió el asentamiento de campesinos cingaleses en el noreste de la isla (de mayoría tamil), en un intento por reducir la concentración de tamiles en el área.

EVOLUCIÓN DE LA RESISTENCIA

Los tamiles intentaron resistirse a estos cambios formando partidos políticos que presionaron por el federalismo y garantías para las minorías. Estas peticiones fueron acogidas por varios políticos cingaleses, pero las fuerzas de las mayorías siempre terminaban imponiéndose. Cualquier gobierno que daba la impresión de hacer demasiadas concesiones a los tamiles caía rápidamente, un ritual descorazonador que dejó a la mayoría de los tamiles alienados y a los partidos tamiles desacreditados. Para el final de los 70s, el conflicto dio un giro violento, con la aparición de grupos militantes, incluyendo el LTTE, que llamaba a la lucha armada y la creación de un hogar tamil ('eelam') en las áreas de mayoría tamil en el noreste de Sri Lanka. El LTTE probó ser el más fuerte de estos grupos y, superando a sus rivales, terminó en un amargo conflicto con el estado cingalés.

Como fuerza insurgente, el LTTE ha sido exitoso. Para inicios de esta década, había capturado la mayor parte del norte y el este de la isla, donde gobernaba como si fuera un estado separado. Allí los Tigres impusieron un cruel y autoritario régimen como respuesta al régimen también cruel y autoritario en del gobierno de Sri Lanka. Human Rights Watch caracterizó al gobierno ceilanés como uno de los mayores perpetradores de desapariciones forzadas en el mundo.

La aniquilación de los Tigres, lejos de ser una receta para la paz, probablemente iniciará un nuevo ciclo de grotesca injusticia y venganza. El estado ceilanés podría tratar de utilizar su victoria para buscar una solución permanente al problema de la minoría tamil, empezando por evitar que los civiles tamiles recluidos en sus campos militares regresen a sus aldeas. Estos campos ya han adquirido un aire de permanencia, con el gobierno diciendo que ninguno puede ser trasladado o desmontado hasta que el LTTE no sea derrotado y el ejército remueve las minas de la zona del conflicto, lo cual podría tomar meses o años. Es posible que mientras miles de tamiles languidecen en estos campos, el gobierno traslade grandes cantidades de colonos cingaleses al norte y este de la isla, acabando, de una vez por todas, con la excusa geográfica para un estado tamil separado. La contraparte a la esperada beligerancia gubernamental podría suponer una fase aún más oscura de la resistencia tamil, que inflamara a los tamiles alrededor del mundo.

CARAS DE LA MISMA MONEDA

Para muchos gobiernos, el baño de sangre en Sri Lanka es consecuencia de un poder soberano asediado por una brutal insurgencia doméstica. En un mundo en el que los estados son generalmente considerados legítimos, sin importar lo que hagan, y aquellos que desafían su autoridad son vistos como criminales, después del éxito ceilanés en lograr que el LTTE fuera proscrito como organización terrorista por 31 países, incluyendo a EEUU, la idea de que el estado ceilanés está del lado correcto de la historia ha ido fortaleciéndose. Probablemente sea demasiado esperar que el gobierno de EEUU –o cualquier otro— acepte el argumento de que el estado ceilanés y el LTTE han sido reflejo de las actitudes intransigentes del otro y que, al final, son dos caras de la misma sangrienta moneda.

La única esperanza de paz que la derrota de los Tigres podría proveer sería que, sin su amenaza, el gobierno ceilanés sea cada vez menos capaz de ocultar su decadente democracia e historial de violaciones a los derechos humanos de los ojos del mundo. En cuyo caso, Sri Lanka podría generar una iniciativa internacional que ayude a contener a las fuerzas mayoritarias del país, impidiendo la aceleración del círculo vicioso de injurias y venganzas.

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