Los pobres claman por justicia

E stamos en la Semana de Cuaresma, tiempo de reflexión. Como creyente en Dios, en la misión y pasión de Cristo Jesús, el revolucionario ...

E stamos en la Semana de Cuaresma, tiempo de reflexión. Como creyente en Dios, en la misión y pasión de Cristo Jesús, el revolucionario encarnado del Padre, asistí este Domingo de Ramos a un templo cristiano, católico. La prédica no pudo ser más profunda. El mensaje continúa siendo claro, como lo predicó y practicó el mártir de los pueblos empobrecidos de donde ÉL salió. Allí, volví a pedirle a Dios cosas grandes que, solo ÉL puede dar sin tomarlas de nadie. Postrado ante el Creador y único Rey, le expuse mi impotencia, la impotencia y penurias de miles de millones de pobres en el mundo. Su pueblo, que son TODOS los pueblos del mundo, continúan clamando por justicia ante los abusos que, desde tiempos inmemoriales, vienen padeciendo. El Evangelio de este domingo es preciso. Jesús encaró y respondió, con la misma entereza con la que hoy, muchos pueblos responden. Ellos sufren, todavía hoy, el desprecio y la humillación de quienes fueron, y encarnan aún, ser sus detractores. Siguen existiendo los Judas por vocación y por misión. Jesús no entró a Jerusalén para dividirla, ni para hacer guerra o propiciar su apoderamiento. Entra como Príncipe de la paz. El evangelio de este día mostró el humanismo y la auténtica solidaridad de Cristo con el dolor de quienes sufren. Hoy, como en aquel tiempo, quienes se identifican con ÉL y su evangelio, son igualmente perseguidos, vilipendiados y acallados con impunidad y cinismo, incluso por quienes se arrodillan en los templos. Los fariseos de hoy piden y ejecutan represión contra quienes reclaman sus derechos, y justicia. Hoy, como en aquel tiempo, existen los Herodes, las Cortes y los Pilatos que, hipócritamente, dan vueltas y se lavan las manos, conociendo la verdad que no son capaces de defender, teniendo el poder y el deber de ejecutar. Hoy, el Jesús vivo se ha multiplicado en líderes estigmatizados de los países empobrecidos que dan su misma respuesta a los fariseos actuales: ‘Les aseguro que si estos se callan, gritarán las piedras’. (L. 19, 28-40). Hoy, ya las huestes silenciosas y sufridas reclaman y están haciendo valer sus derechos en América, África y Asia. ¡Mientras TÚ vienes, Señor, a salvarnos de tanta barbarie, tus pueblos sobre la tierra exigirán respeto, derecho a la vida y equidad sobre todo cuanto nos regalaste. Mientras vienes, Señor, inculca en las conciencias de los invasores, conculcadores de derechos, perseguidores, impostores y verdugos de la democracia, saqueadores y corruptos, que TU justicia recaerá sobre cada uno de quienes abusan de los débiles y los pobres!

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