Argelia se hunde silenciosamente

Actualizado
  • 24/07/2016 02:00
Creado
  • 24/07/2016 02:00
El país del norte de África está afectado por la caída de los precios petróleo y una grave crisis política

Mientras en Turquía se torna cada vez más alarmante la magnitud de la descomunal purga lanzada por el presidente Recep Tayyip Erdogan –quien dio gracias a los dioses porque el fallido golpe militar le ha permitido descabezar a sus opositores dentro de las filas militares y del aparato de gobierno- en Argelia es incierto el final del cuarto mandato del moribundo Abdelaziz Bouteflika (Oujda 1937), en el poder desde hace 17 años.

La grave crisis petrolera producto de la peor caída de precios en tres décadas, que ha generado un déficit presupuestario sin precedentes, se suma a la lucha por la sucesión de Bouteflika en medio del cada vez más peligro inmovilismo de una dictadura militar que se bate entre la represión, la corrupción y la incertidumbre.

‘El impasse político surgido de la incapacidad de las figuras del régimen para ponerse de acuerdo respecto al sucesor de Bouteflika, completamente incapaz de mantener las riendas del poder, impide cualquier progreso serio respecto a la solución de la grave crisis financiera que atraviesa el Estado y el sector público. Además, Argelia, que vive del petróleo y del gas que exporta, no ha conseguido incrementar sus exportaciones y compensar, al menos parcialmente, la caída de los precios', escribió Jean-Pierre Séréni en un artículo para el medio francés Orient XXI, divulgado en español por el sitio web Rebelión.

Desde hace tres años Argelia arrastra una descomposición producto del ataque al corazón que le sobrevino a Butlefika del que no se recuperó y que lo mantiene al borde de la muerte. En ese estado fue proclamado en el 2014 ganador de un nuevo periodo en medio de un fiasco electoral.

La crisis petrolera acarreó en los últimos 24 meses pérdidas por $70,000 millones y este año sumará otros $27,000 millones, lo que anticipa un déficit presupuestario de $30,000 millones. Ese hueco financiero puede superarse únicamente con deuda externa en circunstancias en que Argelia solo tiene al alcance unos $5,000 millones del Banco Mundial o del Banco Africano de Desarrollo. Pero necesita el aval de Estados Unidos y Japón, remisos a respaldar tales operaciones si antes no se producen profundas reformas políticas internas y se traza un cronograma de sucesión creíble antes de las elecciones del 2019.

El cambio de tres ministros de Finanzas en dos años, es un reflejo de la magnitud de la crisis económica. Mientras Argelia está ensayando la fórmula de emitir moneda y devaluar aún más el dinar. El resultado será una inflación descontrolada, mayor escasez de los productos de consumo básico y más empobrecimiento para la población, con la consecuente amenaza a la estabilidad social y política del régimen. Toda esa incertidumbre compromete la capacidad de Argelia para atraer inversiones de las empresas petroleras extranjeras.

El ambiente interno se caldea todavía más porque no hay signos de una transición hacia un Estado civil garante de una apertura democrática, respeto de las libertades, mayor espacio a la oposición y la modernización del régimen. El escenario es frustrante porque, como señala Séréni, en Argelia no existe independencia del Poder Judicial, el Parlamento está marginalizado, los políticos locales domesticados y los cuatro últimos periódicos independientes se encuentran amenazados y privados de publicidad oficial. ‘Todo apunta a que, pronto, a la inacción política y a la grave situación económica, también se sumará la represión', añadió el periodista francés.

En esas circunstancias el régimen argelino acaba de dar el visto bueno para que Brahim Ghali (Smara 1949) -con un oscuro pasado de acuerdo al diario español El Mundo por delitos de genocidio, asesinato, torturas y desapariciones- se instale como nuevo secretario general del Frente Polisario, tras la reciente muerte del anterior líder, Mohamed Abdelaziz.

Ghali, quien representó por una década a los guerrilleros del Polisario en España tuvo un final amargo y acabaron expulsándolo a Argelia acusado ante los tribunales de Madrid de tratos inhumanos en los campos de refugiados saharauis en territorio argelino. Sobre el nuevo líder del Polisario, grupo separatista que pretende el control del Sahara marroquí, pesa una orden de captura internacional por parte de la justicia española lo que, a todas luces, restringirá sus actividades fuera de Argelia.

Su elección no fue una sorpresa. Lo que sorprendió fue que Argelia, que tiene poder de decisión sobre el Polisario porque lo creó, entrenó, armó y financia actualmente, haya apostado por este exponente de la vieja guardia con un expediente tan escandaloso. Disciplinado por la dependencia de más de cuatro décadas de los designios argelinos, que manipula al Polisario en su enfrentamiento contra Marruecos, Ghali comparte con ese régimen el mantenimiento del estatus quo.

Si para Argelia el futuro es incierto, para el Polisario la situación se torna más crítica porque con el triunfo de los duros de la vieja guardia se perdió la oportunidad de iniciar su renovación interna. Eso complica todavía más su sobrevivencia en momentos en que sus amos argelinos también están buscando asideros para sobrevivir.

PERIODISTA

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