Más de 3.000 rohinyás huyen a Bangladesh en un flujo que continúa

Actualizado
  • 28/08/2017 15:25
Creado
  • 28/08/2017 15:25
ACNUR estima que "más de 3.000" rohinyás podrían haber entrado en Bangladesh desde que el pasado viernes

Más de 3.000 rohinyás han huido a Bangladesh desde que el pasado viernes estalló en Birmania un nuevo brote de violencia que ha causado al menos un centenar de muertos y un flujo constante de miembros de esta minoría musulmana hacia territorio bangladesí.

El Gobierno de Dacca se resiste a aceptar nuevos refugiados y las fuerzas de seguridad, desplegadas sobre todo a orillas del río Naf, frontera natural entre Bangladesh y Birmania, han expulsado en los últimos días a al menos 511 rohinyás.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que "más de 3.000" rohinyás podrían haber entrado en Bangladesh desde que el pasado viernes el llamado Ejército de Salvación Rohinyá de Arakan (ARSA) lanzase una serie de ataques contra puestos policiales y militares en el estado de Rakáin, en el oeste de Birmania.

"Debido al flujo natural de gente en movimiento, las cifras están cambiando. Muchos de los recién llegados son mujeres y niños, incluidos algunos que no vienen acompañados", dijo a Efe un portavoz del organismo de Naciones Unidas en Bangladesh, Joseph Surjamoni Tripura.

Desde que el viernes empezó la oleada de violencia en Rakáin han muerto cerca de un centenar de personas, en su mayoría miembros de ARSA, que utilizó en sus asaltos cuchillos, machetes, hachas, tirachinas y otras armas caseras.

Por el momento, ACNUR recibe a los recién llegados a Bangladesh con sus "propios recursos". En coordinación con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), están entregando raciones de comida a los nuevos refugiados, además de información sobre otros servicios disponibles, "incluida asistencia médica", detalló el portavoz.

El granjero Shafiullah, de 40 años, es uno de los que hoy logró adentrarse en Bangladesh junto a su mujer y cinco hijos. "Intenté entrar ayer con un grupo, pero la BGB nos ahuyentó. Hoy lo logramos tras correr hasta Bangladesh después de escuchar disparos en el lado birmano", explicó a Efe Shafiullah, que llevaba tres días esperando.

"Los budistas saquearon" su casa después de los ataques y, según relató, se llevaron "todos los artículos de metal" para evitar que los pudieran usar para enfrentarse a ellos. No obstante, muchos no logran cruzar como Shafiullah y su familia y son expulsados una vez al otro lado del Naf.

Sólo en las últimas 24 horas, 221 rohinyás han sido expulsados por las fuerzas bangladesíes, 141 de ellos de una sola vez, según dijo a Efe el subcomandante de la Guarda Fronteriza de Bangladesh (BGB) Shariful Islam Jamaddar.

Su cuerpo cuenta con que el grupo intente regresar en cualquier momento, por lo que se mantiene en "alerta". "Podemos oír los llantos de los bebés en la otra orilla del río, pero no podemos ayudarles", explicó Jamaddar.

En suelo birmano, la oficina de la líder de facto del Gobierno, Aung San Suu Kyi, acusó ayer a organizaciones extranjeras de connivencia con los rebeldes de la minoría rohinyá, a los que tachó de "terroristas extremistas bengalíes". El término "bengalí" es utilizado a menudo para designar a esta minoría por parte de las autoridades birmanas, que no reconocen el término "rohinyá".

La oficina de la Nobel de la Paz denunció en concreto el hallazgo de galletas del Programa Mundial de los Alimentos de la ONU en uno de los campos clandestinos de los asaltantes. Por su parte, los insurgentes acusaron hoy al Ejército birmano de cometer crímenes de guerra contra civiles rohinyás y defendieron la legitimidad de sus ataques contra las fuerzas de seguridad, por lo que rechazaron el calificativo "extremista terrorista".

"ARSA existe legítimamente bajo la ley internacional para defender, salvar y proteger a la comunidad rohinyá con todas sus posibilidades de acuerdo con los principios de la autodefensa", dijo la organización en un comunicado.

Más de un millón de rohinyás viven en Rakáin, donde sufren una creciente discriminación desde el brote de violencia sectaria de 2012 que causó al menos 160 muertos y dejó a unas 120.000 personas confinadas en 67 campos de desplazados.

Las autoridades birmanas no reconocen la ciudadanía a los rohinyás, los considera inmigrantes ilegales bengalíes y les impone múltiples restricciones, incluida la privación de movimientos.

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