El seno de un vagón de tren abandonado: última trinchera del arte en Kenia

Actualizado
  • 23/09/2019 14:21
Creado
  • 23/09/2019 14:21
Un espacio de cotrabajo en el que, desde hace poco mas de un año, jóvenes artistas del colectivo BSQ se sienten lo suficientemente a salvo como para poder ser ellos mismos

Rodeado de fantasmas de otra época y antiguas reliquias ferroviarias, el grafitero Msale halla la concentración necesaria para dar rienda suelta a sus creaciones artísticas en Nairobi.

El estudio en el que trabaja, un remodelado vagón de tren no muy alejado del bullicioso corazón de la capital keniana, sirve hoy de escaparate a toda una generación de artistas recelosa con la imagen monocroma que todavía se vende de África.

Un desafiante retrato de Malcom X, un rollizo rinoceronte de geométricos trazos añiles y una mujer de exuberante pelo afro adornado con plateados discos de ordenador son algunas de las pinturas que abarrotan las entrañas, los techos y las paredes entre ventanillas sin cristal de este antiguo vagón, localizado a las espaldas del Museo del Ferrocarril de Nairobi.

Un espacio de cotrabajo en el que, desde hace poco mas de un año, jóvenes artistas del colectivo BSQ se sienten lo suficientemente a salvo como para poder ser ellos mismos, pensar por ellos mismos y pintar sobre ellos mismos dejando fuera, donde todavía yacen los esqueletos oxidados de majestuosas locomotoras a vapor, antiguas ideas preconcebidas y estereotipadas sobre el mal apodado "continente negro".

"El muralismo y el arte callejero son relativamente nuevos en Kenia pese a que las culturas africanas originarias ya lo practicaban adornando las paredes y el suelo de sus casas, algo que se perdió cuando nos fue arrebatada nuestra forma de expresarnos y nuestra humanidad", explica Msale, cuyo nombre real es Brian Musasia, sumergido en el cuidadoso diseño a grafiti del rostro de una mujer.

"Lo que busco con mi arte es redefinir qué significa ser africano, negro y keniano. Hemos crecido influenciados por otras culturas como la norteamericana y la árabe, pero especialmente por la época colonial y demás", resume este keniano de 26 años, como queriendo ningunear con sus palabras los 70 años de dominación británica y discriminación racial que precedieron la aclamada rebelión pro independencia de los Mau Mau.

Al igual que él, los otros miembros fundadores de este grupo creen también que se trata de un buen momento para re-ocupar el espacio público, que a menudo todavía les es negado como figuras negras -tanto en las calles como en las universidades, la academia, la literatura o el séptimo arte-, con murales capaces de hablarle al africano de a pie, de ensalzar su singularidad, de abrazarle como a un igual.

"El mensaje es belleza y aceptación. Pienso que hemos olvidado nuestra cultura, (pues) durante mucho tiempo nosotros como africanos no poseímos nada originariamente nuestro. Quiero expresar esa carencia", explica el cofundador Kenneth Otieno, cuyo nombre artístico es Kaymist4, y quien no duda en fusionar sobre un pedazo de madera retratos más clásicos con ensoñaciones futuristas.

MADE IN ÁFRICA

Esa misma ausencia, esto es, la falta de cuerpos negros en la tradición pictórica occidental, o por el contrario, la sobrerrepresentación una y otra vez de los mismos arquetipos manidos fue también lo que movilizó en los años 80 al pintor afroamericano Kerry James Marshall, uno de los ejemplos más claros de cómo -a través del arte- es posible cuestionar y reinventar las construcciones sociales de poder y belleza.

Entre los millares de cuadros que hay en los museos del mundo, ¿en cuántos de ellos aparecen hombres, mujeres o niños negros?, se cuestionó Marshall antes de abandonar la técnica del collage y comenzar a pintar autorretratos y retratos de caras tan oscuras como el carbón; algunas sumergidas en fondos negros sobre los que solo sobresalen unos ojos y unos dientes blancos.

Reconocer y transformar esa invisibilidad en belleza constituye a su vez una parte central del trabajo del artista keniano Patrick Mukabi, mentor de los tres fundadores de BSQ y en cuyo estudio Dust Depo -localizado también a la entrada del Museo del Ferrocarril de Nairobi- acoge a bandadas de jóvenes artistas ansiosos de formarse y de crear entre caballetes a medio pintar, cuadros y esculturas a la venta.

En su trabajo, Mukabi explora principalmente la figura de "mujer universal", que habita tanto en las zonas rurales de Kenia como en los campamentos de refugiados próximos a Somalia o en la alejada India, al considerarla el mejor indicador a la hora de conocer la salud de la que disfruta una sociedad.

"Hay sociedades en las que la mujer puede expresar de una forma más libre sus opiniones, hacerse oír, otras en las que menos; su forma de vestirse también revela el nivel de pobreza y de discriminación social; el grado de censura", detalla Mukabi, quien a lo largo de su carrera ha pintado, enseñado o expuesto su arte en más de una veintena de países.

Una mujer, en el caso de la africana, que transborda la representación clásica de "madre-joven-embarazada con un niño a la espalda, leña sobre la cabeza y otro hijo al lado; siempre vista como una carga", reclama el artista, para quien ese cliché africano está tocado de muerte gracias a que "los jóvenes ahora pintan muchas más cosas, como el lado feliz y loco de la vida. Sus sueños y esperanzas de futuro".

"Es nuestra responsabilidad como artistas -concuerda Msale- mostrar una historia diferente a la que nos han contado y enseñado sobre África. Tenemos que contar esa (otra) África que existe y que vivimos en nuestro día a día como parte de una narrativa que desafía lo que sea que se dice de nosotros ahí fuera".

"El arte es un arma para el cambio", concluye Bebeto Ochieng, de nombre artístico Thufu-B y tercer cofundador de este grupo artístico.

"Se avecina una nueva generación (de artistas) que sacudirá todo Nairobi", añade con entusiasmo quien, a pocos metros de la locomotora usada en la famosa película "Memorias de África" (1985), cada día recrea a golpe de grafiti un continente inagotable y diverso.

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