EE.UU. se queda en Afganistán

Actualizado
  • 18/10/2015 02:00
Creado
  • 18/10/2015 02:00
Desde los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, Afganistán entró a nuestra memoria histórica. 

Desde los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, Afganistán entró a nuestra memoria histórica. Pasó de ser ‘tierra de nadie' a territorio de temidos terrorista de Al Qaeda. Era como si el país no estuviese poblada por los afganos, sean talibanes, políticos corruptos, empresarios, funcionarios y gente común y corriente. Era, y aún lo es, la quinta más pobre del mundo. En cuentión de días con la masacre atroz en Kunduz, al norte de Afganistán, hemos vuelto a recordar sigue igual. No piensan así los militares estadounidenses.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tomó esta semana, el jueves, una difícil decisión que contradice sus promesas políticas y justifica los inaceptable crímenes de guerra. Cambia de planes y prolonga la estadía militar hasta después de su mandato, el 2 de enero de 2017. Ese su sucesor heredará el problema.

Es preciso recordar que en las cuevas de Afganistán fue el sitio elegido por Osama Bin Laden, un multimillonario saudí, para ocultarse tras los sucesos del 11-S, los ataques terrorista en Nueva York. Afganistán fue el país elegido por el millonario Saudí pues contaba con sus aliados, los violentos extremistas talibán. Recordemos también que ninguno de los atacantes a las Torres Gemelas eran afganos. Todos –todos, sin excepción- eran del reino de Riad, es decir, de Arabia Saudita. Diez años después, EE.UU. halló al líder de Al Qaeda en Pakistán. Lo mataron y su cuerpo lo desaparecieron.

La operación contra Osama en Pakistán se hizo con pocos hombres. Fue una misión cumplida. Pero resulta que llevan años con decenas de miles de tropas en Afganistán. Se conoce poco de esa nación euroasiática, como dije, muy pobre, aunque posee unos de los negocios más ricos del planeta, la producción de la Amapola de donde se extrae la heroína que demandan naciones como EE.UU. y Europa. Pero el pasado 3 de octubre ocurre la tragedia de Kunduz y todo empieza otra vez. Hasta la fecha han fallecido unos 2, 600 estadounidense y 22 mil han resultados heridos. Obama había prometido la retirada de más de cinco mil militares. Aunque dijo que Afganistán no será para EE.UU. una ‘guerra sin fin' (ya lo es), trató de argumentar sus razones, ‘un gobierno afgano frágil aún', los talibanes y ‘los restos de Al Qaeda'.

El Nóbel de la Paz, Barack Obama, sostuvo que 14 años no son suficiente para combatir, entrenar y organizar al gobierno afgano en Kabul. Acaso planean ‘vaciar' el país. Los talibanes que al principio huyeron a la frontera de Pakistán, junto a Al Qaeda, han regresado dice el Ejército estadounidense. De la frontera nunca se fueron. Desde allí controlan el mercado de Amapolas que los talibanes han manejado desde siempre. El negocio de la droga ha crecido sin importar que se eternice la presencia militar norteamericana.

Numerosos medios, entre ellos The New York Time, informaron que la presión a Obama del Ejército de su país fue grande. Obama admitió que los 9,800 militares se quedan en Afganistán, podría ser por tiempo prolongado.

El ataque a Kunduz y el cambio de planes militares, muestra a un Obama moralmente abatido. No sólo se negó a aceptar y usar la burda explicación que quiso emplear la OTAN ante el ataque al Hospital de Médicos Sin Fronteras(MSF), arrojó una imagen dantesca y estúpida que evidencia que las tropas habían ‘enloquecido'.

Obama se negó a ignorar ese crimen de guerra al calificarlo como ‘daños colaterales', y se alejó de tanta burla y pidió personalmente excusa a la presidenta de MSF, Joanne Liu, y luego adelantó que las víctimas serán indemnizadas. Pero no dijo lo que MSF quería escuchar. Exigían una investigación independiente.

Kunduz en Afganistán, como My-lai en Vietnam, pasarán a la historia como zonas de crímenes atroces y mentiras feroces. Es imposible que Obama pueda prometer transparencia e independencia en tales casos. A esta altura del cuento nadie les va a creer un final feliz en una ‘guerra sin fin'.

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