Un mesero en Nueva York

Actualizado
  • 14/03/2009 01:00
Creado
  • 14/03/2009 01:00
NUEVA YORK. El perfil de la metrópolis se dibuja a través de la ventanilla. Contra la noche iluminada asoma el Empire State, recuperad...

NUEVA YORK. El perfil de la metrópolis se dibuja a través de la ventanilla. Contra la noche iluminada asoma el Empire State, recuperado y luciendo sus viejas glorias de punto más alto en Nueva York tras la destrucción de las Torres Gemelas. El bus emprende el Túnel Lincoln, bajo el río Hudson, último paso antes de aparecer en Manhattan.

Se detiene a un costado del Madison Square Garden: difícil de ignorar este panteón del boxeo panameño. Los pasajeros se desperezan en los asientos y como si descubrieran al paso que llegaron a su destino, se apean de prisa.

De la misma manera que avanzan los transeúntes en las calles neoyorkinas: de prisa. Cada quien a lo suyo, abrigados de pies a cabeza, a salvo del tiempo y las personas. Juntos, pero no revueltos. Chorros de vapor salen de sus bocas, como en esas películas de invierno. Esto es Nueva York. O más bien, invierno en Nueva York.

Puede ser una ciudad dura. Y puede serlo mucho más en invierno. Las temperaturas bajan a extremos insoportables y el condenado viento nunca deja de soplar. Aun así la Gran Manzana conserva sus encantos y hace que miles lleguen de sitios insospechados todos los días a rendirle pleitesía.

La ciudad de los superlativos, en donde mucho es poco, o nunca es suficiente: allí, sobre la 34, está Macy’s, el almacén más grande del mundo con casi 186 mil metros cuadrados y medio millón de productos. Tanta abundancia tiene sus virtudes.

En Nueva York siempre hay donde ir. No en vano la ciudad tiene más de 10 mil kilómetros de calles. En cualquiera te topas con algo de historia, vieja o nueva. La casa de Jack Kerouac. El restaurante de Dorothy Parker.

La cantina de Hunter Thompson. Se puede ir, al Brooklyn Bridge, en su momento el puente de acero más largo del mundo. Desde su parte más alta se ve la Estatua de la Libertad, cuyo aspecto verde no lo produjo la envidia sino la contaminación por carbón. Broadway: Nueva York es también la ciudad de los comediantes y del humor duro, fino. En cualquier bar alguien te cuenta el chiste de moda. El de estos días es como el viento de esas películas de invierno: ¿Sabes cómo llamar la atención de un banquero de inversión en estos días? ¡Mesero!

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