Razón y esperanza

Actualizado
  • 01/12/2009 01:00
Creado
  • 01/12/2009 01:00
La tragedia de la invasión, que provocó la caída del régimen, pareció finalizar con la farsa dictatorial. Desde entonces, se ha hecho re...

La tragedia de la invasión, que provocó la caída del régimen, pareció finalizar con la farsa dictatorial. Desde entonces, se ha hecho realidad en nuestra sociedad la enseñanza de Kundera: “La lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”.

Transcurridos veinte años, todavía no hemos logrado aprender las lecciones ni hacer el balance de lo ocurrido antes y después del 20 de diciembre de 1989. En el camino, nos hemos quedado sin la Patria de los recuerdos, sin la memoria de lo ocurrido, sin la justicia exigida y sin la voluntad ciudadana de reconstrucción de valores, de visión y objetivos coherentes, de capacidad, de tolerancia y orientación.

La impunidad y la corrupción han logrado predominar y terminar de destruir cualquier recodo de identidad nacional. La amnesia producida por la premeditada ausencia de memoria histórica y colectiva, nos encuentran más atomizados que nunca e incapaces de asumir nuestras responsabilidades ciudadanas en armonía con el nuevo siglo.

La clase política, rápidamente olvidó a quienes lucharon por “justicia, democracia y libertad” desde 1968, se reacomodó prontamente y se refugió en la constitución militarista del 72, la cual han hecho suya para preservar las estructuras de la desigualdad social, cultural, política y económica que prevalece 20 años después. Fortalecido por la demagogia, el clientelismo y el populismo, el Estado primitivo, no es de Derecho, pero sí lo es de patrañas y engaños.

Dos décadas perdidas, donde la claudicación ética sirve para promocionar el desconocimiento del pasado y despojarnos del futuro, gracias a una educación secuestrada, junto a la memoria histórica, por los epígonos de la dictadura y sus plutócratas de turno, quienes han tergiversado lo vivido.

Tengamos presente con Galeano que: “La historia se repite? ¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla? No hay historia muda…” La única manera de darle voz a la historia es enfrentándola con la verdad, por incómoda o molesta que sea esta verdad. Enseñando y educando no solo lo bueno de nuestra historia, sino también los episodios dolorosos. Solo así podemos reconciliar la razón y la esperanza, construir democracia y justicia, y crecer como Estado y como Nación.

EL AUTOR ES ABOGADO

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