Una noche interminable

Actualizado
  • 15/12/2009 01:00
Creado
  • 15/12/2009 01:00
Miento si digo qué hora era, cuando inició la invasión, sé que era medianoche, pues acababa de llegar a casa cuando sonaron los primeros...

Miento si digo qué hora era, cuando inició la invasión, sé que era medianoche, pues acababa de llegar a casa cuando sonaron los primeros disparos, y al mirar por el balcón del viejo apartamento de mi tío Pacífico, ubicado en la Calle Pablo A. Mendoza del Terraplén de Santa Ana, podía ver claramente las balas trazadoras de los helicópteros con objetivo al Cuartel Central. Le dije a mi tío, me voy a la Cruz Roja, bajé del edificio y tomé Calle 15 este, crucé la Avenida Central y al llegar a Calle 16 oeste quedé petrificado al ver una multitud de personas corriendo en dirección a la Plaza 5 de Mayo. El tumulto me recordó a la gente en Carnaval.

Los socorristas de la Cruz Roja estábamos preparados para trabajar en una situación parecida, por lo que el trabajo de brindar primeros auxilios, rescate en medio de tiros, búsqueda y localización de desaparecidos, recobro de cadáveres, recolección de armas, datos estadísticos, negociación, utilización de símbolos y coordinación con el Ejército de Estados Unidos y otros menesteres, era realizado alternando un día para cada uno, evitando así la fatiga y la impotencia ante el tamaño de la situación.

Hay no menos de 15 libros, más de 500 artículos y miles de opiniones de expertos en conflictos armados, de analistas políticos y por supuesto de nuestra cruzada civilista, que han escrito hasta la saciedad de la invasión, sus causas, sus orígenes y sus efectos, ninguno de ellos ha hecho honor a los héroes anónimos de la Cruz Roja panameña y del Cuerpo de Bomberos, quienes por 10 días estuvieron prestos a auxiliar a aquellos, cuya vida corría peligro. A excepción del documental Panamá Deception, que muestra una escena de la invasión y se ve a Mario Méndez, socorrista de la Cruz Roja, portando su peto con signo protector a la entrada de la sala de urgencias del Hospital Santo Tomás.

Para el mes de junio del año 1990, al acercarse el día 24, en que las sociedades de Cruz Roja celebran el Día del Socorrista, reunidos un grupo de jefes socorristas de la Cruz Roja panameña, queríamos dar una condecoración a los socorristas que trabajaron en la invasión, como no había dinero destinado para ello, Alfonso Rodríguez compró unas medallitas que le costaron 0.10 cada una y las entregamos a los socorristas que trabajaron en la invasión, en una ceremonia formal…a veinte años la conservo y la uso en mi uniforme.

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