Los 11 días de presidencia de Pedro Antonio Díaz

Actualizado
  • 26/11/2011 01:00
Creado
  • 26/11/2011 01:00
P edro Antonio Díaz De Obaldía nació el 22 de marzo de 1852, era hermano del General Domingo Díaz y tuvo en compañía de éste una destaca...

P edro Antonio Díaz De Obaldía nació el 22 de marzo de 1852, era hermano del General Domingo Díaz y tuvo en compañía de éste una destacada participación en la movilización del pueblo, principalmente del arrabal de Santa Ana, en apoyo al movimiento independentista de 1903.

A raíz del fallecimiento del presidente Ramón Maximiliano Valdés cuando apenas cumplía un año y casi nueve meses de su mandato presidencial, ejercieron la presidencia de la República varias personas atendiendo el orden de prelación previsto el numeral 4 del artículo 66 y en el artículo 79 de la Constitución.

FÓRMULA PRESIDENCIAL

El procedimiento establecido preveía que la Asamblea eligiera, cada dos años, a tres designados para ejercer el Poder Ejecutivo en el orden en que se fueron electos.

Estos designados reemplazarían al mandatario en sus ausencias temporales o absolutas.

De conformidad a este procedimiento le correspondió al doctor Ciro Luis Urriola Garrés, primer designado del primer periodo de Valdés (1916 – 1918), gobernar durante cuatro meses hasta el final del primer bienio.

La Asamblea Nacional eligió como primer designado del segundo periodo (1918 - 1920) al Dr. Belisario Porras, quien por esos tiempos estaba en Washington, por lo que mientras se aguardaba su regreso ocupó la presidencia Don Pedro Díaz, el segundo designado, durante once días comprendidos del primero al doce de octubre de 1918.

BUENOS CONTACTOS

La figura de Pedro Díaz reviste una importancia muy especial, por ser un comerciante respetado y apreciado, poseedor de múltiples amistades y contactos tanto en el Panamá adentro como en el arrabal, de ahí valor de su intervención en los sucesos de la independencia.

En casa de Pedro Díaz se efectuaron varias de las reuniones de conspiración previas a la separación ya que él y su hermano el General Domingo Díaz De Obaldía eran dirigentes políticos muy identificados con el arrabal santanero y su influencia sobre este sector periférico de la ciudad fue uno de los elementos cardinales al momento de efectuar los movimientos de masas populares en apoyo a la gesta.

Contar con Pedro y Domingo fue para el General Esteban Huertas un elemento decisivo en su resolución de apoyar el movimiento independentista.

Ambos comandaron el asalto a la armería y la toma de las armas que fueron distribuidas entre la muchedumbre que se reunió en la plaza de Santa Ana para apoyar y luchar por la independencia la noche del 3 de noviembre de 1903, y los días siguientes organizaron un componente de más de mil hombres dispuestos a atravesar el istmo para llegar hasta Colón y auxiliar esa ciudad en donde la situación por la presencia del Batallón Tiradores y la resistencia del coronel Eliseo Torres de rendirse, era difícil.

Además de dedicarse al comercio ocupó en distintas ocasiones posiciones públicas durante las administraciones de Obaldía, Valdés y Porras.

Fue el candidato oficialista a la presidencia en 1912 frente al Dr. Porras. Falleció en 1919, el 30 de noviembre, y por ley 28 de 1925 se le reconoció, junto con su hermano, como ‘ejemplo digno de respeto y admiración’ por lo que se ordena que erigir un busto en su memoria.

Por otra parte es de resaltar que para el año 1918, en Panamá, ya nueve personas habían ocupando la presidencia en tan solo 15 años de vida republicana, este hecho amerita una reflexión sobre nuestra realidad nacional, la cual fue iniciada ya por Eusebio A. Morales, quien en el discurso de toma de posesión del Presidente Ramón Maximiliano Valdés afirmaba que era necesario cultivar el sentimiento de nacionalidad panameña y afirmaba que:

‘Nuestro país necesita ante y sobre todo el cultivo del sentimiento de la nacionalidad. El sentimiento de nacionalidad es el supremo creador de ideales, el generador de los grandes heroísmos, la fuente de todos los triunfos y glorias nacionales y el resorte moral que impele al hombre a los más grandes sacrificios.

Un país sin ideales no es una nación, no es un Estado, es un jirón geográfico sin personalidad moral, cuyo destino es desparecer y extinguirse para siempre. Esa es una labor ardua en un país como el nuestro en done impera el pesimismo más desconsolador sobre nuestros destinos nacionales. Tal parece que nadie entre nosotros mismos creyera todavía en la existencia real del país como entidad independiente, y es precisamente ese pesimismo lo que debilita nuestro carácter y nos arrastra a perder lo que poseemos.’ 1

Lo Nuevo
comments powered by Disqus