Un auto fantástico para ponerle fin a las regatas

Actualizado
  • 08/07/2012 02:00
Creado
  • 08/07/2012 02:00
Entrar en el coche es incómodo pero una vez ahí no quieres salir. Enciende rápido y en apenas unos segundos la fuerza de la gravedad te ...

Entrar en el coche es incómodo pero una vez ahí no quieres salir. Enciende rápido y en apenas unos segundos la fuerza de la gravedad te condena a estar pegado al respaldo. Estoy a bordo del Mustang que adquirió la Policía Nacional para combatir regatas ilegales. Lo conduce un agente del Grupo Raptor, la elite que aparece en las noches para aquietar la ciudad. Las sirenas y luces avisan de su presencia en las calles a 260km/h: se parece más a un tiburón hambriento que al caballo originario que le da el nombre.

Le digo al conductor (en cada coche siempre van dos) que acelere al máximo -‘tengo que escribir una crónica’, justifico-. Él me pregunta si lo conversé con sus superiores, si lo permitieron. Por supuesto. Era la excusa perfecta para ambos: él quería alcanzar velocidad y yo quería ver cómo lo hacía.

Es de noche y en el corredor Sur nadie se interpone en el camino: en cinco minutos llegamos a Costa del Este. Podría tener miedo, pero este hombre ha sido adiestrado para esto. El sargento Urriola, uno de esos tipos duros que llevan más de 18 años jugando con la muerte, preparó y adiestró al equipo que encierra la paradoja de ser bien diferente de su mentor.

El Mustang, que perteneció a David Murcia, morro largo y asientos pegados al suelo, está concebido para cortar el aire y luchar contra el tiempo. Es como un sueño. Una ilusión de película de las protagonizadas por Steve McQueen, que el 99.9% de panameños no experimentará. Excepto los policías.

—Cuando lo sacamos por primera vez en enero todos se quedaban mirándolo-, dice el conductor.

—La gente se paraba anonadada y provocaba algo de tranque-, continúa.

EL GRUPO ELITE

Antes de esta súper nave, el protagonista de la vigilancia nocturna era un carro menos impactante, visual y potente, manejado por cualquier miembro de la policía. No existía el grupo ‘elite’, cuyos integrantes aparecen en las noches, uniforme azul oscuro, para anular las regatas ilegales al volante del auto blanco y negro.

Solamente los mejores conforman este grupo, elegido, entre otros, por el Sargento Urriola. ‘Aquí las familias no pueden financiar las carreras de sus hijos. Además de un expediente impecable, deben poseer grandes habilidades’, dice el hombre que impone presencia, uniforme militar verde oscuro y botas altas.

Excelente vista, salud estoica y una capacidad de conducción exquisita, hacen parte de los requisitos para ingresar al grupo Raptor. Todos han sido entrenados en el circuito Rio Hato por un piloto experto. Los requerimientos aumentan y el grupo disminuye, hasta escoger los más preparados.

El año pasado llegaron 15 y después de un proceso de selección, del que ellos no eran conscientes, 10 pasaron las pruebas. Ahora son el objeto del deseo del cuerpo de policía. Para algunos, además de un gran reto, supuso una gran bendición. Por ejemplo, uno pasó del servicio en el sistema penitenciario, en La Joya, al volante de la nave vigilante. ¡Que gran cambio para un pelado, mejor que casarse!, dicen.

AQUIETAR LAS CALLES

Al caer la noche la cita es en las calles. Es costumbre: jóvenes entre 18 a 25 años, hijos de familias adineradas, se alistan para la aventura a bordo de sus BMW, Mercedes y Subaru, al mejor estilo Rápido y Furioso, en las avenidas de Ciudad de Panamá. Carros de carrera, modificados hasta convertirlos en máquinas de velocidad, se lanzan sin importar las consecuencias.

Desde la entrada del bólido estadounidense en las calles panameñas, las carreras ilegales han disminuido. ‘En el Corredor Sur ya no se ven’, afirma convencido uno de los conductores. Durante los últimos 5 meses la velocidad de otros carros ha sido cambiada por la del Mustang, de un extremo a otro del Corredor Sur. Él genera sospecha en todos los que quieren aceleran su lujosa máquina. ¿Me alcanzará? ¿Escaparé? Ese es el modo en que funciona. Es un mensaje tajante: hay un coche más potente que el tuyo, esperándote para capturarte.

‘Se trata de una medida disuasoria, el objetivo es que nos vean, que no se atrevan a seguir corriendo’, dicen.

Pero a pesar de la indumentaria y de la inversión en el Mustang, que oscila entre lo s 23 mil y los 36 mil 763 dólares, las regatas ilegales no desaparecen. Se trasladan. En la Avenida Balboa persiste el ruido de los motores trucados. Aunque un policía afirma que son solo acelerones. Además, otra ruta de la adrenalina se abre paso: Vía Bicentenario, en dirección a Chorrera, cerca del famoso puente, es una de ellas. Dicen que el grupo Raptor ya está encima de los aficionados de estas carreras nocturnas, que arriesgan vidas propias y ajenas. Pronto el Mustang llegará para disuadirlos.

Más allá de eso, no pasará nada. Como no ha pasado nada realmente significativo en torno a la solución de este fenómeno, hasta ahora.

VÍA DE ESCAPE

La compra del Ford Mustang destinada a desactivar las carreras ilegales parece que ha conseguido el cometido, sin embargo, los infractores se quedaron sin ningún castigo.

Hace poco detuvieron a un conductor de un BMW y le pusieron una boleta que no superó los 300 dólares. Esa cantidad no supone inconveniente para un tipo que invierte miles de dólares en la transformación de su lujoso auto que vale ‘una pequeña fortuna’. El precio de las multas no es problema para los dueños de los carros. Entonces, invertir tanto dinero en este auto, ¿es una medida correcta para eliminar las regatas? ¿No había un modo más económico? Hay quienes piensan que es absurdo comprar un coche de ese calibre. Pero un miembro del grupo justifica su presencia contando que en la carretera que conduce al aeropuerto, en la zona de Llano Bonito, solían ser frecuentes los robos a turistas y desde la presencia del Mustang han bajado radicalmente. ‘Gracias a dios no hemos tenido que abrir fuego’, afirma. Eso no tiene precio. Liberar las calles de ruido y peligro -dice Urriola con pecho hinchado-, tampoco.

Al preguntarle al conductor si el coche recorre el Chorrillo, responde con una sonrisa y un movimiento de cabeza tan inocente como la palabra que enunciaba: no. El coche no pasa por esas calles, no ha sido concebido para ello.

As í, este auto que un día fue del mítico David Murcia, conocido como el Rey Midas porque desarrolló un imperio invisible que lo llevó a la cárcel y lo dejó extraditado en Estados Unidos, pasó a manos de la policía panameña para combatir las carreras ilegales que han existido históricamente en todo el mundo.

El Mustang acredita su función con paseos que siembran temor entre quienes desean poner a prueba los límites de sus máquinas al estilo Steve McQueen y pagan una pequeña multa por ello.

También sigue habiendo atracos y robos. Pero no importa: los turistas pueden sonreír y hacer una foto.

Esper o a que se vayan los que lo están mirando ahora, con cara de tener frente a sí una fantasía hecha realidad. Algunos se preguntarán por qué entrenar a un grupo para esto si en la fuerza hay necesidades de capacitación más urgentes. Yo lo preguntaré después. Ahora solo quiero montarme en esta joya con nombre de caballo y potencia de león.

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