Enfermos de poder

Actualizado
  • 17/02/2013 01:00
Creado
  • 17/02/2013 01:00
Y ahí estaba Hugo Chávez, sonriente, rodeado de sus hijas, con apariencia tranquila en un hospital de La Habana. Después de la intriga, ...

Y ahí estaba Hugo Chávez, sonriente, rodeado de sus hijas, con apariencia tranquila en un hospital de La Habana. Después de la intriga, de los presagios letales, de la falsa foto del diario El País y tras dos meses de nula información oficial, apareció la imagen para corroboración visual y fin de la sucesión de discursos, teorías y conspiraciones.

La trama Chávez tiene mucho de icónico y de ritual. El líder de masas que habla directo al pueblo, se entrega, lucha y enferma, sufre y se aleja. El presidente que parece no querer aceptar la hora. El que niega. El enfermo que no: puede superarlo.

Y en eso, Chávez se convierte en un estereotipo de los que hubo y hay cientos en la historia del mundo. En el último año fueron varios los líderes que padecieron cáncer. Allí están el expresidente y actual presidenta de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff; el de Colombia, Juan Manuel Santos; el derrocado en Paraguay, Fernando Lugo; la de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. La secuencia, con diferencias en estos y otros casos, es más o menos así: enfermedad en el poder, el poder que enferma, sospecha y negación.

¿Enfermarse se puso de moda o ser presidente enferma? Para Salvador Navarrete, del equipo de médicos que atendió al presidente venezolano, ‘los hombres en el poder son individuos que se creen poseídos por una fuerza sobrenatural. Para aspirar a la Presidencia de un país debes tener una condición emocional diferente a la mayoría de la gente, porque debes tener mucha ambición y mucho fuelle para poder quitarte tanta gente del camino y poder llegar a la toma del poder y preservarlo. Eso configura un estado psíquico y emocional muy particular. Y esto es algo que puede menguar la salud’.

Entonces, ¿el poder sí enferma?

MAL DE MUCHOS

El médico y periodista argentino Nelson Castro también se ocupó del tema e investigó la salud de los presidentes y sus consecuencias. En el libro ‘Enfermos de poder’, Castro describe la salud de algunos grandes líderes mundiales, entre ellos Lenin, Stalin, Hitler y Churchill. Y de muchos de los mandatarios argentinos, incluido el fallecido Néstor Kirchner.

Para él, ‘no es casual, de ninguna manera es casual’, que al menos cinco presidentes de Latinoamérica hayan sido diagnosticados en el pasado reciente con una enfermedad que compromete seriamente sus funciones. Está claro que está estrechamente relacionado con los cargos: ‘El estrés y el cáncer, por ejemplo, es un tema de profundo análisis en la oncología y es un tema de la siconeuroinmunocrinología, que abarca todas las relaciones entre el estrés, el sistema inmune y la importancia que tiene éste cuando afecta el sistema inmune, porque disminuye las defensas y ataca al organismo para defenderse contra el cáncer’.

Un estudio de la Universidad de Illinois avala su perspectiva: indica que los presidentes latinoamericanos adquieren –o agravan- sus problemas de salud una vez que se encuentran en el poder.

También coincide el doctor Nelson Rodríguez, especialista en medicina familiar del Centro Médico Nacional de Panamá: ‘Está bien descrito en la literatura médica que hay una interacción en lo que pasa con el cuerpo y con el medio ambiente. Es por eso que una persona que tenga una posición pública, recibe presión social muy fuerte en cuanto al manejo de estrés y todo lo que implica ser mandatario. Eso impacta directamente en la parte biológica y psicológica’.

El oncólogo panameño Fernando Cebamanos le quita un poco de trascendencia al cargo al momento de analizar los motivos del mal: ‘Yo creo que el riesgo más importante que tienen todos ellos (por los presidentes diagnosticados) es la edad. Después de los cincuenta años todos estamos propensos a las enfermedades múltiples como el caso del cáncer, incluso más aún después de los 60 años que es mucho más frecuente que en edades anteriores’.

Mauro Zúñiga cree que dependerá del caso, pero que sin duda hay elementos en el poder que pueden causar desequilibrios en algunas personas: ‘El vinculo del poder con la enfermedad va a depender de la naturaleza humana y esto es algo individual. Lo que produce el poder es una especie de adicción, mejor controlado en personas que tienen un trastorno psíquico estable. Hay personas que cuando llegan al poder desinhiben todos los vínculos entre la parte del cerebro que produce el pensamiento abstracto y los juicios críticos, colocada en la región más frontal del cerebro justo detrás de la frente y el cerebro emocional, colocado en niveles más profundos del cerebro. Esta disociación los lleva a actuar sin ningún tipo de controles sociales y sin ningún reparo en los daños que le producen a los gobernados’.

Lo que marca Zúñiga fue motivo de análisis del destacado periodista y escritor estadounidense Ernest Hemingway. En ‘La enfermedad del poder’ analizó los cambios de personalidad de las personas que acceden al mando, y escribió: ‘Uno de los primeros síntomas de la enfermedad del poder era en cada hombre la sospecha de la que lo rodeaban; luego venía una gran quisquillosidad en todos los asuntos, incapacidad para recibir las críticas, convicción de que era indispensable y de que nada se había hecho bien hasta que él llegó al poder y de que nada se haría bien otra vez a no ser que el permaneciera en el poder’. Los síntomas de la enfermedad del poder, según la observación que Hemingway le atribuyó a su amigo, comenzaban con el clima de sospecha que lo rodea. Un síndrome común en personas que ocupan posiciones excepcionales.

YO PRESIDENTE

El poderoso se siente omnipotente, dice Castro, que él está por arriba de todos. Entonces no quieren mostrar una imagen de debilidad.

Eso, que también describió tan bien Hemingway, tiene un nombre y es, precisamente, otro mal: el mal que padecen los gobernantes y que el político y médico inglés David Owen explicó en su libro ‘En el poder y la enfermedad’ como el ‘síndrome de Hybris’. Es una entidad médico política que ataca a los poderosos. Es así: la persona se transforma en alguien terriblemente desconfiada y despreciativa del otro. Buscan concentrar todo en ellos, sin compartir información inclusive con sus asesores. Son intolerantes con el pensamiento que se impone y buscan la destrucción de sus oponentes.

Eso, así como la negación o el ocultamiento de la enfermedad, tan común entre los líderes del mundo, impacta en la historia de los pueblos. Y pone en debate los límites entre la vida privada y la vida pública de los líderes políticos, y el modo en que estas dos esferas se entrelazan de manera compleja. Pero ese es otro informe.

Lo cierto es que afecta. Tanto que incluso en Colombia un diputado presentó un proyecto en el Congreso que obligaría a los presidentes de la República a separarse del cargo si se detecta alguna enfermedad grave que impida el desarrollo de su gestión.

La enfermedad es un tema de la esfera privada. Pero cuando se trata de personas que definen la historia, deja de serlo. Impacta en la historia. Historias sobre esto sobran. Basta levantar la mirada y observar.

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