Los Jesuitas

Actualizado
  • 20/07/2014 02:00
Creado
  • 20/07/2014 02:00
‘... le prometo una (entrega) sobre el papa Francisco y lo que... podrá o no conseguir, a pesar de su buena fe y los indudables esfuerzos

Querido Director: Es muy probable que si el papa Francisco no perteneciera a la Orden de Jesús, no le enviase este artículo. Desconozco si usted estudió con los Jesuitas o con la otra gran orden dedicada a la enseñanza que son los Hermanos de La Salle y a los que en España familiarmente los llamamos ‘Los Baberos’, que hacen referencia a dos piezas de tela blanca que los hermanos llevaban encima del hábito y que tenían forma de babero como los que se le ponen a los niños.

Soy consciente y no se asuste, de que estoy hablando casi de la prehistoria, que era cuando a los miembros de las ordenes religiosas se les reconocía por su hábito.

Cuando Francisco fue elegido papa, ya va para dos años, corrió como la pólvora un chiste malo que decía más o menos: ‘¡Cómo estará de mal la iglesia y la Curia, para tener que elegir a un papa jesuita y argentino!’. Siempre hay que pensar que en situaciones extremas, el Espíritu Santo sopla al oído de los cardenales reunidos en conclave a quién hay que votar para que la Iglesia mantenga carácter de eterna.

Usted no ignora que la orden jesuítica fue fundada en 1539 por San Ignacio de Loyola, nacido en Guipúzcoa, País Vasco, España, quien junto a otros nueve compañeros y amigos consiguieron que en 1540 la orden fuese aprobada por Paulo III. La orden nace para servir de punta de lanza en la Contrarreforma, que es la respuesta del catolicismo al cada vez más triunfante protestantismo, que se extiende fundamentalmente por Centro Europa.

Es de señalar que, además de los tres votos tradicionales San Ignacio, introduce un voto que dice así: ‘obediencia ciega al papa’. Desde el principio la orden insistió en que sus miembros tuviesen una cultura muy superior a la media de los de las otras órdenes religiosas de primer nivel, fundamentalmente dominicos y agustinos y así, hasta el día de hoy, los jesuitas reciben una exhaustiva formación cultural y teológica, que además culmina con estudios universitarios de carreras perfectamente laicas como Derecho, Filosofía y Letras, o incluso Medicina y Arquitectura.

Esa preeminencia cultural llevó a que a lo largo de la historia de España primero y de otros países después, tuviesen un papel predominante en el sector de la enseñanza y también en la política, donde han ocupado cientos de puestos como consejeros y profesores de reyes, nobles o personajes de gran influencia económico-social.

También es cierto que esa preeminencia les ha acarreado muchas envidias y mucha ‘leyenda negra’, por lo que fueron expulsados de muchos países varias veces y por diversos motivos. A todos los lugares de los que los echaron, volvieron bastante pronto, ocupando de nuevo sus puestos de gran responsabilidad. Al día de hoy poseen y administran un gran patrimonio mobiliario e inmobiliario, que ni siquiera Forbes se atreve a cuantificar, pues la Compañía de Jesús aprovecha todos los mecanismos jurídicos y societarios para realizar sus inversiones, que no tiene por qué ser públicas.

Para que se haga una idea, en algún momento han sido expulsados de Francia, Inglaterra, Japón, Malta y, por supuesto, de su patria natal España, donde como somos ‘más papistas que el papa’, se les expulsó dos veces; una por el católico Carlos III en 1767 y otra por el no católico presidente de la II República española, D. Manuel Azaña en 1932.

Las causas y razones, además de la envidia y ‘la leyenda negra’, iban desde los celos de los reyes (por el patrimonio e influencia de los jesuitas), hasta en el intento de la II República Española de descabezar la enseñanza católica y también considerar, lo que era cierto, que la orden y sus miembros se opondrían frontalmente a la revolución filo-comunista que se avecinaba.

En fin director, como verá el título de este artículo daría para cuatro o cinco colaboraciones más, pero de momento le prometo una sobre el papa Francisco y lo que en mi opinión podrá o no conseguir, a pesar de su buena fe y los indudables esfuerzos por limpiar la Curia. Hace unas pocas semanas vi por televisión una solemne misa en San Pedro, a la que asistía en lugar preferente el cardenal Bertone. Ya está todo dicho.

Atentamente,

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