Tras las ‘Huellas' de Ardito Barletta

Actualizado
  • 17/07/2016 02:00
Creado
  • 17/07/2016 02:00
Esta semana el doctor en economía, ex presidente de la República y ex vicepresidente del Banco Mundial, presentó, finalmente, uno de los libros más esperados

Hace un año, se acercó Nicolás Ardito Barletta al equipo directivo del Centro Nacional de Competitividad de la Apede, que presidía ad honorem, para solicitar una licencia. Era el momento adecuado para sacar adelante un proyecto largamente pensado: sus memorias.

‘Quería hacerlo antes de que se me empezaran a olvidar las cosas', reconoció este jueves, en el lanzamiento de su libro ‘Huellas, contribuciones públicas nacionales e internacionales', ante un nutrido público compuesto de familiares, amigos y colegas.

Relajado, satisfecho y, sin duda, feliz, el expresidente presentó la obra, sin dejar de advertir que se trata de su versión personal de los hechos.

Así lo hizo saber, haciendo alusión directa a la película Raschomn , un filme japonés de la década del 60 en la que ocho testigos de un crimen, ubicados en posiciones distintas, ofrecen un relato distinto del mismo hecho.

‘Como diría Campoamor, todo depende del cristal con que se mire. O como dijo Kant, la realidad objetiva es casi imposible de conocer', dijo, repitiendo en distintas frases la misma idea, para dejar muy claro el punto.

En Huellas , Ardito Barletta narra, desde su aventajada perspectiva de protagonista, parte de la historia del Panamá de los últimos cincuenta años, aquellos hechos que ocurrieron detrás de los flashes de las cámaras y en salones custodiados por tres líneas de guardias de seguridad.

El libro empieza como un pantallazo general de los hechos y el recuento detallado de iniciativas de gobierno, pero se va adentrando cada vez más en las intrigas palaciegas para llegar a parecer, por momentos, una película de mafiosos (cuando narra cómo, tras el asesinato de Hugo Spadafora, fue llamado con engaños a la Comandancia y forzado a renunciar por el Estado Mayor del general Manuel Antonio Noriega).

‘Comprendo que la gente se interese más por esos aspectos de la intriga política, pero puse esas partes al final, porque quería que primero conocieran mis contribuciones', confesó a La Estrella de Panamá, entre risas.

Trayendo a colación recuerdos en los que aparecen, como personajes secundarios algunos de los hombres más poderosos de la época (Ronald Reagan, Jimmy Carter, George Shultz), el expresidente va contando interesantísimas anécdotas.

Una de mis favoritas es una visita a Cuba, por encargo del general Omar Torrijos. La parte interesante se da cuando, alcanzados los objetivos del viaje, la misión panameña se encuentra en una amena reunión social con Fidel Castro y uno de los presentes le pide a este su versión de los sucesos de la crisis de los misiles en 1962.

‘Con gestos incisivos, Castro dando su versión de lo ocurrido. ‘Solicité a Kruschev no ceder y que desencadenara guerra mundial', diría el comdnante, en la narración de Ardito Barletta.

Otro de estos relatos es el recuento de la última conversación que sostuvo con Torrijos, cuando este le confiesa que desea retirarse, pero que no lo hará antes de jubilar a todos los militares del estado mayor. ‘No quería que ellos hicieran lo que él hizo', resume el autor.

EL COMIENZO

Entre la maraña de historias, va surgiendo el perfil de un joven idealista, nacido en Aguadulce, provincia de Coclé, que estudia ingeniería agrónoma y después se doctora en economía, con el deseo de llegar a dominar los misteriosos principios que rigen la generación de riqueza y bienestar de los pueblos.

Se une al equipo de gobierno militar de Omar Torrijos Herrera y Boris Martínez el 12 de octubre de 1968, un día después del golpe, como director de Planificación y Política Económica.

Desde este puesto, en un gabinete dominado por profesionales de izquierda, Ardito Barletta intenta explicar (en ocasiones con éxito y en otras, sin él) a aquel grupo de bien intencionados y brillantes ministros y militares, los principios que rigen el éxito económico, con el fin de evitar proyectos descabellados o la expropiación de propiedades.

Del relato de Ardito Barletta se desprende cómo, bajo su liderazgo, se gestaron iniciativas como el centro bancario, mirado inicialmente con recelo por el pequeño grupo de banqueros de la época.

De igual manera, nació el Banco Latinoamericano de Exportaciones (Bladex), del que fue nombrado ‘presidente honorario vitalicio'. En su periodo también se aprobaron leyes que hicieron florecer a la Zona Libre de Colón y se dieron los primeros pasos para establecer un centro logístico portuario.

Fue Ardito Barletta quien le hizo saber al general Torrijos que la presidencia de Jimmy Carter, en Estados Unidos, representaba para Panamá la oportunidad única para negociar un nuevo tratado del Canal .

El mismo participó en la negociación de los aspectos económicos del convenio. Y posteriormente, en momentos en que se debatía el tratado en el Congreso de Estados Unidos ante una ciudadanía temerosa de ceder lo que consideraban suyo, fueron, principalmente, Ardito Barletta y Monseñor Marcos Gregorio McGrath quienes dieron la cara por el país, ante los senadores y periodistas que lo visitaban (1977 y 1978) en un intento de comprender la realidad del país.

Ambos tendrían una agenda cargada de reuniones, hasta lograr convencer a los 46 senadores norteamericanos, no solo de que el tratado era justo, sino de que los panameños tenían la capacidad y el deseo de administrar el canal tan bien como ellos.

En mi opinión, los mejores capítulos del libro Huellas son los finales, donde está ‘aquello que nos gusta al hombre y la mujer superficial' (si me pemiten citar a Jerry Seinfield).

Esa es la parte de cómo Ardito Barletta se lanza a la aventura presidencial, con dudas, pero inspirado por la frase de Rafael Caldera, que decía que a ‘la democracia se llega con la indiferencia o el favor de los militares, pero nunca contra ellos'.

El autor cuenta cómo ingresa en ‘ese mar turbulento' de la política... en el que nada es lo que parece, donde abundan los mensajes interesados, la traición, la sospecha, los dobles juegos, las celadas y golpes bajos.

Cuenta su sorpresiva mente grata experiencia durante el periodo de campaña, la satisfacción y sentimiento de energía que le daban las manifestaciones masivas.

Pero también de lo difícil de una labor que él entendía como de mediación, en un momento en que la nación estaba profundamente dividida.

Por un lado, dice haber encontrado ‘una oposición totalmente desconfiada, con un deseo entendible de asegurar una auténtica democracia, otras veces de revanchismo por haber sido marginados tanto tiempo de la vida política nacional..,'

Por el otro, un grupo de militares de ‘horizonte estrecho y ambición de poder', que pretendían que él hiciera magia para sacar el país del estancamiento económico sin tener que ceder su poder.

Tal vez un aspecto del libro de Ardito Barletta que no gustará a muchos será su rechazo a las acusaciones de fraude en las elecciones de 1984.

Según el relato del expresidente, las acusaciones de esta naturaleza se empezaron a lanzar desde dos semanas antes de las elecciones, en momentos en que las encuestas indicaban que serían elecciones muy reñidas, pero en las que él debía triunfar.

En esta parte del libro, Ardito Barletta cuenta su molestia ante los métodos en ocasiones cuestionables de los militares que lo respaldaban, y ante lo que él considera un aparato tremendamente bien estructurado de la ADO (alianza que promovía la candidatura contraria, del expresidente Arnulfo Arias) para crear la sensación de un fraude.

Reconoce que en un principio le preocuparon estas acusaciones, y ‘como científico social' quiso tener información, objetiva, precisa y comprobada antes de asumir la presidencia.

‘Pedí, para mi satisfacción y conciencia, a Menalco Solís que me recogiera copias de las actas de las 3,902 mesas y verificara sus resultados' cuenta.

Después de estudiarlas, concluyó que estas, antes de las impugnaciones, arrojaban una ventaja a su favor de 4 mil 859 votos.

Mas aun, cuando, dice, ‘de estas mesas se me impugnaron más de 23 mil votos y al doctor Arias mas de 18 mil'.

Aunque él no lo cuenta en su libro, para un hombre serio, bien intencionado, como se le reconoce, el trato que se le prodigó desde algunas trincheras opositoras durante su presidencia debió haber sido muy duro.

En este sentido, su experiencia podría ser ubicada (guardando las proporciones) con aquellos actos verdaderamente trágicos, según los concibe Aristóteles en su Poética. Para el filósofo, estos no son aquellos eventos desafortunados que ocurren a un héroe totalmente bueno, porque esa sería la historia de una injusticia. Tampoco sería aquello que ocurre a un hombre malo, porque en este caso, lo merece. Según Aristóteles, la verdadera tragedia trataba de un hombre justo que se ve sometido al escarnio del destino a raíz de un error de juicio o un defecto de carácter.

Ardito Barletta lo reconoce claramente. Juzgó mal. Cometió varios errores. Subestimó la polarización política que, a la hora de la verdad, le impidió mediar entre dos grupos y sectores opuestos. Peor aun, confió en la promesa de los militares de que se retirarían a los cuarteles.

Hoy, treinta años después, en un país en el que se han caído muchas de las barreras que dividieron al país en dos bandos irreconciliables, se abre cada día más espacio para mirar con objetividad y separar el trigo de la paja.

En ese contexto, no cabe duda, como reconoce el doctor Omar Jaén Suárez, que quienes estudien la historia de estos años, tendrán el convencimiento de que Nicolás Ardito Barletta fue uno de los más destacados protagonistas de la época.

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