Los $10 que le cambiaron el destino a Zeleina

Actualizado
  • 27/04/2018 02:00
Creado
  • 27/04/2018 02:00
Dejó Bocas del Toro huyendo de la pobreza. Una maestra le regaló diez dólares para que comprara comida. Así empezó un viaje que terminaría con ella sentada tras el volante de un Metrobús

A Zeleina Machuca le tomó tres años decidirse a dejar su natal pueblo de Las Tablas, en Changuinola. Por el futuro de su pequeño, entonces de cinco años, entendió que en la capital podría encontrar más oportunidades para ambos: mejores condiciones de vida, un empleo bien remunerado, a pesar de no contar con estudios universitarios. En fin, más oportunidades para crecer.

Fue así que en el año 2012 emprendió el periplo. Su esposo, que había viajado primero hacia la ciudad, le envió el dinero para pagar el transporte. La tranquilidad del interior quedó atrás. Se establecieron en Torrijos Carter, distrito de San Miguelito, en una pequeña casa alquilada.

Lejos de su madre y hermanos, Zeleina volvió a quedar embarazada. Una niña crecía en su vientre. Tuvo que quedarse en casa, por lo que el dinero empezó a escasear. La única entrada la generaba su esposo. Las cosas se fueron poniendo mal: su esposo sufrió un accidente laboral que lo dejó en cama, con tres meses de hospitalización.

En casa tenía un esposo que demandaba la misma atención que los pequeños, que estaban en la escuela. Retornar a Las Tablas, en Bocas del Toro, pasó por su mente. Fue entonces que apareció un ángel en su vida: una maestra de la escuela de su hijo que le regaló $10 para que comprara comida en una feria gubernamental.

Fue un obsequio que marcó su destino. En el camino a la feria se topó con un puesto de reclutamiento de una empresa extranjera, lo que le llamó la atención. Aplicó para la posición más baja que ofrecían. Su aspiración era conseguir un puesto de aseadora.

Cuando pensó que ya las cosas no podían empeorar más, su casero la contactó. Le informó de la orden de desalojo: hacía meses que no pagaba los 250 dólares mensuales de la renta.

Le tocó buscar un lugar donde vivir. Lo encontró con la ayuda de la misma maestra que le había regalado el dinero. Era un sitio a las afueras de Torrijos Carter, cerca del popular ‘corredor de los pobres'.

A los pocos días recibió la llamada de la compañía MiBus. Era la respuesta que esperaba. Le comunicaron que debía presentarse a las oficinas de la empresa.

‘Milagrosamente, el 15 de ese mes me dijeron que el día siguiente debía ir a firmar contrato', recuerda Zeleina dos años después. Agrega con orgullo que en 24 meses detrás del timón no ha tenido ningún accidente vehicular, un récord del que muy pocos entre el millón de conductores que tiene la ciudad de Panamá pueden presumir.

La casa en la que se ubicó era de hojas de zinc. En el día el calor era sofocante y las noches, frías. Era en un terreno de precaristas. ‘Cuando llovía, se mojaba más adentro que afuera', recuerda la mujer mientras sonríe. Pero nunca dejó de prometerle una mejor casa a su hijo.

Cuenta que su casa era de bloques. La empezó a construir cuando recibió su primer décimo. La residencia tiene agua las 24 horas y luz solo porque se aferró a una ‘telaraña'.

COMPROMISO DE VIDA

‘Si vas a recoger un papel, tienes que hacerlo bien'. Esa es la filosofía que le enseñaron en casa y que practica en su trabajo y así se lo inculca a sus hijos. Zeleina rememora como si fuera hoy cuando se inscribió en el reclutamiento de Mibus.

La mayor sorpresa la recibió cuando le dijeron que no la querían para ser parte de aseo, que reunía las cualidades para ser operadora. En seguida se preguntó: ‘¿Conducir un Metrobús, yo? Ni siquiera sé manejar un carro'. Pero aceptó el reto.

Fueron tres meses de capacitación y durante ese tiempo estuvo a punto de ‘colgar los guantes', pero como dicen en los ‘memes', luego recordó que tiene hijos y redobló los esfuerzos en el aprendizaje. Culminó esta fase y cuando fue a presentar los exámenes para la licencia, tuvo otro tropiezo, no pasó la prueba. Se le vino el mundo encima.

Al verla triste, su hijo comenzó a estudiar con ella para el examen de la licencia y a darle ánimos. Entonces, ella se percató de que tenía que enseñarle a su pequeño que uno no se puede rendir tan fácilmente.

La segunda vez fue la vencida. Logró su licencia para conducir un metrobús. Se sentía como una licenciada universitaria. Le tocó salir a la calle, las mismas que había recorrido como pasajera.

Cuenta que de esos buses solo sabía subir y bajar. Ni siquiera sabía usar la tarjeta para pagar. El muchacho que la recibió en el patio de la empresa tuvo que explicarle. ‘Él me dijo que me iban a enseñar porque necesitaban mujeres'. Esta última frase le inyectó mucho positivismo a Zeleina, que veía cómo la puerta del metrobús se abría revelándole el camino a un mejor futuro.

MUJER AL VOLANTE

‘En promedio, terminan trabajando con nosotros uno de cada cinco aspirantes, hombre o mujer indistintamente', informó la empresa que contrató a Zeleina.

Su primer recorrido fue para el sector de Caobos – Don Bosco - Corredor Sur.

Los nervios es algo normal en todo trabajo que se inicia, pero ella se encomendó a Dios y agarró el moderno timón. ‘Tomar el control de un metrobús no es fácil. Se debe lidiar con el humor de cada uno de los usuarios y el tráfico en la ciudad, que es como una selva donde todos son leones', expresa Zeleina, una de las 722,600 mujeres que trabajan en el país, según las estadísticas de la Contraloría General de la República.

‘Ellas tienen las mismas capacidades para operar nuestros buses, solo que en algún momento buscamos reforzar esa oportunidad para ellas, para que vieran también en MiBus una oportunidad de trabajo estable', reafirmó la empresa de transporte público de la capital.

Recordando su vida pasada en Las Tablas de Changuinola, en la frontera con Costa Rica, Zeleina, dice que ‘un ‘no' debe estar fuera del vocabulario de una mujer'.

Se siente orgullosa de ser operaria. Relata que se tomó fotografías al volante del metrobús para que sus hermanos y su madre la vieran. En Bocas del Toro no creían la hazaña.

Sobre su jornada laboral, la conductora -una de las 316 que tiene Mibus- dice: ‘no peleo con nadie, la única pelea que llevo es la de superarme todos los días'. Concluye la entrevista contando que no hace mucho su madre viajó 654 kilómetros desde Bocas del Toro para verla manejar un metrobús y para preguntarle cómo puede lidiar con tantos usuarios del transporte público.

Zelina, que ya compró su auto para transportar a sus hijos y a su esposo, con el que tiene 24 años de matrimonio, no pierde las esperanzas de ingresar a los pasillos de la universidad y salir con un diploma de derechos y ciencias políticas, con el que espera ejercer en los tribunales de justicia.

Es la misma profesión que su pequeño hijo quiere ejercer para cuando sea grande, para así ‘defender a los pobres', no importa si es hombre o mujer. Por ahora Zeleina recuerda con mucho cariño a la maestra de su hijo y aquel billete de $10 que le cambió el rumbo de su vida.

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