La alta misión de los partidos políticos

Actualizado
  • 16/02/2019 01:00
Creado
  • 16/02/2019 01:00
La democracia panameña perduraría si los partidos políticos reiteraran, en la teoría y en la práctica, de modo constante, su respeto a los valores democráticos, escribió el doctor Carlos Iván Zúñiga Guardia ‘El Patriota', en una columna publicada originalmente el 22 de junio de 2002

Los gobiernos de los Estados, como es bien sabido, poseen una estructura que fluye de la delegación de funciones y de las representaciones. La fuente del poder público reside en el pueblo, en su voluntad.

El pueblo no puede gobernar directamente porque constituiría una invitación a la anarquía. El gran soberano, por tanto, delega sus poderes en los distintos órganos de Gobierno previstos en las cartas magnas.

Como no puede legislar como lo hacían los ciudadanos en las Ágoras griegas, el pueblo transfiere esa facultad al Legislativo. Ese procedimiento se repite en los otros órganos del Estado.

La suma de poderes que delega el pueblo a los tres órganos del Estado forma el gran ovillo gubernamental. Siempre se debe tener muy presente que el pueblo es el elemento esencial de ese ovillo que representa a todos los poderes. Para comprenderlo mejor, recordemos el verso de Andrés Eloy Blanco: ?deshaciendo el ovillo se llega al hilo?. En lo que nos ocupa el hilo es el pueblo, lo irremplazable, lo sustantivo, lo troncal.

En la compleja estructura gubernamental todo está normado. Nada ha quedado sometido al azar. El sistema ha creado los mecanismos que permiten su propio funcionamiento. En la existencia y misión de los partidos políticos encuentra el pueblo soberano su gran instrumento o auxiliar para que la delegación de los poderes sea efectiva.

El partido político es el intermediario entre el soberano y los órganos del Estado. Para cumplir con equilibrio su función, los partidos políticos adoptan un carácter representativo por ser el más cónsono con las exigencias del sistema democrático.

Una democracia sin partidos representativos de todo el conjunto social es una simulación, una farsa. Si el partido sólo representa a los adinerados se busca la plutocracia; si representa a todos los sectores sociales, entonces se procura la democracia legítima o formal, siempre mejor que la dictadura o la dictablanda.

Importa mucho observar cuáles son los sectores que prevalecen en el dominio de un partido. Interesa mucho más examinar su ideario. Un partido con procedimientos y objetivos totalitarios no debe tener sitio dentro de un sistema democrático.

En Santo Domingo, por ejemplo, apenas se derrumbó la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo, el partido de la dictadura, el Dominicano, fue abolido. Obviamente, los partidos totalitarios que se convierten en los brazos políticos de las dictaduras, no deben funcionar dentro de un sistema democrático porque tendría en su seno el puñal de la traición. Por lo menos se les tendría en cuarentena, bajo observación, hasta que superen el sarampión totalitario.

Existe, sin embargo, otra corriente que pregona la tolerancia absoluta y no pone trabas a ninguna fuerza política por más extrema y fascista que sea. Tal es el caso de Francia, que permite la existencia legal de grupos antidemocráticos, de biografías breves y censurables. Al iniciarse el gobierno civilista de 1989, los gobernantes Endara, Arias Calderón y Ford ignoraron el precedente dominicano, se afiliaron a la línea francesa y no disolvieron ningún partido político que respondía a los dictados de los cuarteles, a pesar de las presiones de las bases de los partidos civilistas.

Dentro de la lógica de lo expuesto, la democracia panameña perduraría si los partidos políticos reiteraran, en la teoría y en la práctica, de modo constante, su respeto a los valores democráticos.

Desde luego, hay otras exigencias de cumplimiento previo. Se debe partir de una premisa básica: el pueblo panameño es albacea de una tradición democrática. Esa premisa obliga el ejercicio de una docencia partidarista interna de carácter moral y de ciencias políticas en homenaje a esos valores heredados. Si la premisa es falsa y se llega a considerar que el pueblo arrastra prácticas incorrectas o que es proclive a comportamientos nocivos en el campo electoral o político, en tal caso la docencia de los principios morales debe responder a una tarea nacional liderada por toda la sociedad. La profilaxis social tendría su rigor inclaudicable y los objetivos serían muy precisos, concretos, tangibles: salvaguardar la democracia, robustecerla; vigorizar los partidos políticos, depurarlos; adecentar políticamente al pueblo, educarlo.

Es evidente que los panameños que quieren vivir en democracia saben que esta reclama la existencia de partidos políticos vigorosos y sanos.

Los que adoptamos líneas políticas en defensa del sistema democrático, hoy vigente tras 21 años de dictadura, sentimos un gran desasosiego cívico porque medimos la fortaleza del sistema, atendiendo el prestigio, el arrastre popular, la identificación ideológica y la unidad de los partidos.

El resultado de esta medición es hoy tan desafortunado, que de no variar el comportamiento (caso Cemis) de la mayoría de las organizaciones políticas, el pueblo no delegará más su poder soberano; pretenderá ejercerlo primariamente y esto podría producir tal desorden e incertidumbre o caos, que la primera generación del siglo XXI se sentiría tan frustrada y traumatizada como las últimas generaciones del siglo XX.

Al menos quedan algunos signos esperanzadores. En el panorama político no se vislumbra aún ni un solo Le Pen ni un Chávez, ni siquiera un independiente de la estirpe de los Fujimori. Lo que significa que existe buen espacio para que los partidos, previa regeneración, asuman con mayor énfasis sus compromisos con la democracia y pueda el pueblo otorgar sin sobresaltos sus facultades soberanas a una clase política que supo, más tarde que temprano, enmendar sus errores ejecutados por acción y por omisión.

‘Si el partido sólo representa a los adinerados se busca la plutocracia; si representa a todos los sectores sociales, entonces se procura la democracia legítima o formal, siempre mejor que la dictadura o la dictablanda'.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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