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Universidades: la escogencia de rectores y realidades de la educación superior
- 28/01/2022 00:00

Considero que se pueda dar dos o tres reelecciones porque los períodos son cortos y no se logran realizar los objetivos que se habían planteado, sin embargo, la sociedad nuestra está muy corroída por el virus de la corrupción, del juega vivo, de anteponer los intereses personales a las necesidades colectivas, el clientelismo político. Un centro académico debe ser lo más amplio y contar con plenas libertades democráticas. Además, debe ser ejemplo para la sociedad.
La escogencia de los rectores lamentablemente se ha convertido en una elección como si se trasladaran los procesos electorales nacionales a las universidades, Hay que tener dinero para participar en una candidatura para rector o decano. Es muy costoso llevar a cabo una campaña para ocupar la rectoría o el decanato de cualquiera facultad , cuando lo que debería discutirse es qué universidad queremos que le sirva al país, y qué tipo de educación debe brindar la universidad, que nos permite hacer aportes a la sociedad panameña en las distintas ramas de la ciencia, las humanidades, los procesos investigativos. El rector debe ser una de las personas mejor preparadas no solo en el plano académico, sino tener la autoridad moral para ejercer un cargo tan importante como el de rector de la Universidad.
Considero que el aporte que han brindado las universidades públicas ha sido muy loable, ya que han contribuido con la formación de miles de profesionales que han permitido que nuestro país cuente con el personal humano requerido para desempeñar diferentes labores. Superar el inicio de la República, cuando hubo que traer docentes de otras nacionalidades porque no contábamos con los mismos.
Considero que no. Solo la Universidad de Panamá tiene alrededor de 80,000 estudiantes para el año 2022. Desde luego que se requiere más infraestructura, modernizar en el aspecto tecnológico las mismas, que los centros regionales cuenten con herramientas que les permitan a los profesores tener las mismas condiciones del campus central, que haya recursos para impulsar los años sabáticos y que los profesores puedan hacer investigaciones que contribuyan con las políticas de Estado, que se puedan llevar a cabo en función de la sociedad panameña, por ejemplo. Que el personal docente sea realmente preparado para ejercer en una universidad; para ello hay que pagarle un salario acorde con su preparación.
El movimiento estudiantil realizó jornadas heroicas, como la del 9 de enero, luchas por mejores condiciones de vida, por más escuelas y menos cuarteles, sin embargo, a partir de mediados de la década de 1970 se fueron cooptando las organizaciones estudiantiles y les fueron quitando los espacios democráticos en los cuales los estudiantes, a través de sus organizaciones, participaban en las demandas que tenía a población. En la década de 1980 hubo expulsiones a estudiantes de sus colegios y fue minando su participación aunando a la imposición de decretos represivos a los estudiantes. Las luchas que diversas organizaciones estudiantiles y la posición asumida por ellas en mantener la independencia frente al gobierno fue valiosa. Los movimientos estudiantiles se han debilitado; es una necesidad que haya organizaciones independientes que no se pleguen a los gobiernos o a los entes administrativos, y sea una participación y lucha por los intereses de la mayoría de manera colectiva, con respeto y principios.
Las universidades públicas deben proyectar como imagen, el proyecto de convivencia del país inclusivo y participativo a que aspiramos. No obstante, por las particularidades en su organización político-administrativa por estamentos (académicos, estudiantes y administrativos), estas deben ser transparentes en la producción de conocimientos, participativas en la gestión institucional y democráticas en la elección de sus autoridades y representación estamental. Las universidades por ser espacios de producción y trasmisión de conocimientos expresan cierto verticalismo institucional. Esto no debe ser un obstáculo para que interpreten y realicen principios democráticos de manera estricta: promover la existencia de alternativas reales, la alternancia garantizada en los puestos de dirección, y el juego nivelado en los procesos de elección. La reelección indefinida de autoridades se aparta de estos criterios, y se acerca más a un esquema feudal.
En alguna medida, la Universidad de Panamá ha avanzado en este proceso de democratización y ha quedado atrás la época en que era el Consejo Universitario –constituido por representación estamental–, quien escogía al rector y a los vicerrectores. Unos de los debates sensitivos hoy, es la elevación de las ponderaciones de los estamentos no académicos en la elección de sus autoridades.
El papel de las universidades públicas en una sociedad democrática y participativa se orienta desde tres ejes fundamentales: primero, ejercer su función de “conciencia crítica de la nación” a partir de la formulación de un proyecto de sociedad fundado en el conocimiento, la participación democrática, y la cohesión e inclusión social. Segundo, interpretar las tendencias ocupacionales en una sociedad de complejidad creciente, interviniendo en la forja de profesionales y científicos a futuro; y tercero, actuar en la coyuntura ocupacional proveyendo los profesionales requeridos tanto en el ámbito público como en el privado. Hoy las universidades pareciesen estar más “entretenidas” en la coyuntura y las políticas de mercado, que actuar sobre las tendencias ocupacionales; y en el ejercicio de la crítica científica, en la concepción y ejecución de la política pública nacional. Quiero señalar que la Universidad de Panamá frente a la crisis de la CSS (en particular el programa de IVM), elaboró una propuesta como ente académico-científico por excelencia.
Siempre será insuficiente la asignación de presupuestos universitarios. Debemos considerar que la política pública neoliberal posinvasión sometió las universidades a una concepción profesionalizante –reducida a formar profesionales–, desestimando el papel que las universidades públicas tienen en la producción de saberes y conocimientos para el crecimiento con desarrollo. Gran parte del presupuesto universitario está destinado a gastos de operación, y un mínimo a inversión. Esto significa, montos exiguos para mantener los actuales soportes de investigación, sin capacidad de crear nuevos, orientados a la producción científica en las áreas, exactas, naturales y sociales.
El movimiento estudiantil panameño forma parte de la historia del país, de las más importantes gestas nacionalistas y de luchas por cambios institucionales. La lucha por la democratización de la Universidad de Panamá a finales de la década de 1960, a través de la lucha estudiantil por la “reforma universitaria” –que es la expresión tardía de la Reforma de Córdoba de 1918–, es, entre otras, una de las mayores conquistas de ese movimiento. Es durante el régimen militar que se interviene de facto la Universidad de Panamá, que se desvincula de la academia un conjunto importante de profesores, y se coopta al movimiento estudiantil, constituyéndolo en apéndice de las políticas de poder y hegemonía institucional. La vuelta a la democracia neoliberal posinvasión no restituye la reflexión crítica, ascendiente cultural y prestigio histórico que el movimiento estudiantil tuvo en la sociedad. El “movimiento estudiantil” se atomiza en capillas burocráticas, formando parte de los engranajes de una estructura clientelar universitaria. Es tarea pendiente, la construcción de un nuevo sujeto político estudiantil.