La ansiedad de los inmigrantes

Actualizado
  • 20/05/2023 00:00
Creado
  • 20/05/2023 00:00
Es obvio que cada Estado se encuentra con el derecho de adoptar las medidas disciplinarias relativas al control de los inmigrantes. Lo que interesa a América Latina es conocer el contenido de la reglamentación para determinar en qué medida afecta o beneficia el estatus actual de sus compatriotas
La ansiedad de los inmigrantes

Como año de agitación electoral, 2008 ofrece muchos episodios locales dignos de un comentario. Pero como los distintos grupos de opinión tienen saturada a la sociedad de la cuestión política, resulta provechoso incursionar en temas foráneos de interés nacional. Sin dejar, por supuesto, al margen de los comentarios algún problema interno que pudo haber sacudido la conciencia moral de la República.

En el primer caso, tomo partido en la decisión de la Comunidad Europea de reglamentar el ingreso irregular de extranjeros a sus respectivos países. Es obvio que cada Estado se encuentra con el derecho de adoptar las medidas disciplinarias relativas al control de los inmigrantes. Lo que interesa a América Latina es conocer el contenido de la reglamentación para determinar en qué medida afecta o beneficia el estatus actual de sus compatriotas.

Como se sabe, algunos países europeos como España albergan a miles de ciudadanos latinoamericanos que suplen la escasa mano de obra española. Pero un porcentaje alto de latinos ingresó irregularmente a España. Esos latinos no solo resuelven sus problemas económicos con su gestión laboral, también representan un alto ingreso para sus familias que quedaron en América.

De modo que si la reglamentación afecta “fatalmente” a los irregulares, las consecuencias serían muy duras. Pero reitero, los gobiernos europeos son libres para adoptar las soluciones que más convengan a sus intereses, tan solo que los afectados no pierdan las esperanzas de contar con la solidaridad europea, con los pueblos que se ven obligados a emigrar por falta de ingresos.

Lo que ha preocupado particularmente son algunas medidas generales adoptadas. Una de ellas se refiere a la privación de libertad durante varias semanas a toda entrada irregular a Europa, sin derecho a que un juez conozca el caso, según informó la televisión española. En América Latina se ha calificado la medida como propia de un nuevo Guantánamo, y por ello, ha sido condenada con acritud.

Es elemental garantizar siempre el debido proceso. No existe duda alguna de que el ingreso irregular es, en todas partes, una acción delictiva. Comprobada la tipicidad de la acción del inmigrante a los gobiernos, le quedan dos caminos: a) La expulsión sumaria del territorio patrio; b) La instrucción sumarial.

Lo que no debe ocurrir es que el irregular pueda permanecer varias semanas sin expulsión, sin sumarias o sin juez.

La presencia del juez o del fiscal es manto protector del estado de derecho. Y esto lo saben a la perfección los estadistas europeos.

Si en Panamá se aplicara una reglamentación semejante a la europea, las cárceles estarían llenas de extranjeros indocumentados, al menos durante varias semanas. Se sabe que en esta materia las autoridades panameñas han asumido una actitud más indiferente que diligente. Pero hasta donde llegan mis conocimientos, los extranjeros indocumentados sorprendidos en las redadas son retornados a su país de origen de inmediato.

Es triste la situación de los irregulares, sobre todo los que huyen por hambre del África y se someten a los rigores de travesías peligrosas por esos mares que limitan con África. Más triste es saber ahora que si no llegan libres a tierra firme, el calabozo europeo es su destino.

Se me podría decir que la reglamentación europea es más benévola que la impuesta, de hecho, por la dictadura militar que padeció Panamá. Entre nosotros hubo épocas en que las normas del código relativas a la migración fueron reemplazadas por el capricho de los jefes de los cuarteles.

En Europa dirán que ellos no lanzan a los extranjeros indocumentados al mar ni los fusilan en tierra, y que entre la medida precautoria de una privación de libertad por varias semanas es nada, si se le compara con los saltos mortales aéreos a que eran condenados en Panamá los pobres inmigrantes colombianos.

Estas diferencias de sanciones crean diferencias de ansiedades. La ansiedad de quien recurre clandestinamente a Europa se mitiga al terminar la travesía, pero perdura hasta el momento que se siente acogido. Entonces, se envuelve de esperanzas y piensa que podría ser beneficiario de la piedad humana. En otras palabras, somete su destino al azar de la ruleta rusa. Se enfrenta a un enigma voluntariamente buscado.

Pero la ansiedad del pasajero de la muerte nace, luego de que observa el final de la primera víctima. Si van dos indocumentados en un helicóptero de la FAP, piensan invariablemente que serán repatriados. Pero cuando el verdugo empuja al primero al infinito, el sobreviviente siente que el corazón perdió todos sus ritmos. Entonces, da inicio al repaso de toda su vida y cuando no ha salido del recuerdo de la infancia inocente y hogareña, ya zumba por los aires llevando en la retina la risa diabólica de un asesino.

Es triste la vida de los indocumentados. Llevados por el hambre, buscan el pan en Europa y pierden la libertad. Pero en el Panamá de ayer, según denunció La Prensa, con gran responsabilidad histórica, por buscar la vida y el pan se quedaron sin vida y sin pan.

En verdad, son distintas las ansiedades de los inmigrantes.

El texto original fue publicado el 28 de junio de 2008

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