La ciudad de Panamá, la de ayer y la de hoy

Actualizado
  • 07/08/2011 02:00
Creado
  • 07/08/2011 02:00
El octavo mes del año tiene en Panamá honda significación, pues el 15 de agosto señala otro aniversario de la fundación de la Ciudad de ...

El octavo mes del año tiene en Panamá honda significación, pues el 15 de agosto señala otro aniversario de la fundación de la Ciudad de Panamá que cumplirá 492 años de establecida enrumbándose hacia la fecha mágica de sus 500 años que conmemorará en 2019. Hoy experimentamos quienes vivimos en las entrañas de la Ciudad de Panamá preocupación por el desdén de no pocos personeros estatales hacia nuestro patrimonio histórico y el sacrificio de las partes más antiguas de nuestra populosa metrópoli para favorecer intereses crematísticos alejadísimos de nuestra idea de salvaguardar y reivindicar el legado del ayer.

LA CIUDAD EN LA HISTORIA

La Ciudad de Panamá ostenta sus historiadores meritorios quienes, con envidiable tesón, nos proporcionan obras cimeras que merecen analizarse, justipreciarse y glosarse en los días que corren. Aparte de las sesudas contribuciones de la ilustre historiadora sevillana, María del Carmen Mena García, y, más recientemente, de don Pedro Martínez Cutillas, ambos estudiosos españoles notables los cuales nos han hecho conocer en Europa y dondequiera, vive, entre nosotros, el doctor Alfredo Castillero Calvo, cuyo libro Sociedad, economía y cultura material: historia urbana de Panamá La Vieja, 2006, que supera el millar de páginas, es uno de los más emblemáticos homenajes redactados en alabanza a la vida, pasión y muerte de la ciudad invencionada por Pedro Arias de Ávila el 15 de agosto de 1519.

A través de sus veintiún capítulos sumamente esclarecedores, Castillero Calvo se refiere a infinidad de temas, que expone con erudición y atino, como la teoría de la ciudad desde Grecia y Roma, las características físicas y recursos del hinterland, estructura urbana, arquitectura cívica y proyectos de defensa, la ciudad conventual, la vivienda urbana, cultura material y vida cotidiana: libros, comedias, fiestas y bibliotecas, subsistencias y calidad de vida, el comercio y los transportes, gentes de negocios, mujeres de negocios. Pero también la peor crisis del siglo XVII, sus estructuras de poder, con los últimos grupos de poder en Panamá La Vieja, así como los factores de cambio y permanencia en la sociedad, iglesia y sociedad; y finalmente la destrucción de Panamá La Vieja.

PANAMÁ LA VIEJA

A Pedrarias se debe la estructuración de las ciudades terminales, al principio el eje Panamá-Nombre de Dios, reemplazada ésta, más tarde, por Portobelo y luego por Colón, y la creación de un interior agrícola, ganadero, que permitiera la viabilidad de las ciudades transitistas. Duraría Panamá La Vieja hasta 1671, vale decir, alrededor de 151 años, suplantándola la nueva Panamá desde 1673. Ésta contaría con 338 años de peripecias.

Desde un principio, se anheló cambiar el sitio de Panamá La Vieja por ciertos problemas relativos a su topografía, por su natural insalubre y por su distancia del puerto de Perico.

Existieron, desde temprano, proyectos de trasladarla a la península donde se establecería la nueva Panamá en 1673 cuyo barrio interior se amurallaría para evitar los ataques piráticos y cuya planta obedecería a los modelos urbanísticos europeos coetáneos. Era vital para el imperio hispánico que la Ciudad de Panamá jamás fuese víctima de un ataque que pusiera en entredicho la supervivencia del sistema colonial. Por consiguiente, se invitó a los ingenieros más competentes para fortificar la nueva plaza que habría de ser inexpugnable.

LA NUEVA CIUDAD

Por otra parte, se aprovechó el traslado de la urbe para concebir una ciudad realmente elitista, dotada de un barrio interior, el intramuros, sede de los sectores dominantes, y de un arrabal, o barrio exterior, ecúmene de las poblaciones subalternas. Desde sus orígenes, Panamá la Nueva dispuso, pues, de dos barrios: San Felipe, espacio de los elencos dominantes, y el arrabal de Santa Ana, zona de las unidades dominadas, o sea, de los grupos populares.

A semejanza de Panamá La Vieja, la nueva Panamá sufrió muy voraces incendios durante el siglo XVIII que la redujeron a cenizas, tanto en 1737, 1756 y 1781. Producto de esos flagelos, que volatilizaron las casas de madera del intramuros, se verificó una mudanza, de las élites ‘de adentro’ hacia el barrio de Santa Ana que comienza a aburguesarse.

En el transcurso del siglo XIX, el intramuros perdió importancia demográfica respecto del arrabal de Santa Ana que mostró apreciable vigor poblacional lo que explicaría, más tarde, el predominio político santanero a partir de la mitad del decimonono al ganar la contienda el federalismo en Colombia e instaurarse el Estado Soberano de Panamá, 1863-1886, muchos de cuyos gobernantes procedieron de Santa Ana, cuna del liberalismo popular istmeño.

Si bien la Ciudad de Panamá poseyó dos barrios primordiales hasta la primera mitad del siglo XIX, pronto se conformó un nuevo arrabal en Calidonia, espacio de los recién llegados del proletariado obreril antillano, que coadyuvó a la perforación del Canal francés, esencialmente de 1880 a 1888 y luego a los trabajos del canal norteamericano de 1904 a 1914.

EL AUGE DE LA NUEVA CIUDAD

Favorecieron en extremo el auge de la Ciudad de Panamá, a partir de 1849, algunas coyunturas felices como el descubrimiento de las minas de oro en California, la construcción del ferrocarril transístmico, inaugurado en 1855, el federalismo en Colombia, el autonomismo concomitante y el llamado Canal francés, 1880-1888. Las décadas de la segunda mitad del decimonono fortalecieron el crecimiento de la capital detenido, en su primera mitad, por la recesión que adviene tras la independencia de Panamá de España, 1821, y que se prolonga casi durante tres décadas míseras. Pese a las calamidades que signaron nuestro siglo XIX, la Ciudad de Panamá, no obstante sus problemas y crisis, salió fortalecida a la postre merced al arribo de novísimos elementos que la enriquecieron e internacionalizaron.

Los inicios del siglo XX presenciaron una época de genuina bonanza para la capital panameña, convertida en cabecera de un joven Estado y remozada por la febril actividad que aportara la construcción del canal interoceánico, 1904-1914. Se multiplicaron de inmediato sus barrios con inéditos arrabales –como El Chorrillo– y se estrenaron áreas burguesas –como La Exposición. Cada vez más, la ciudad se expande hacia las sabanas colindantes aunque la presencia del enclave neocolonial de la Zona del Canal la obligue a desenvolverse adoptando una forma alargada, origen de un sinfín de pasivos que nos vulneran hasta la actualidad.

Hoy presenciamos la hegemonía del ‘gran Panamá ’, conurbación que engloba de Capira, La Chorrera, Arraiján, la Ciudad de Panamá, San Miguelito, hasta Chilibre y Colón, espacio que alberga a más de un millón de habitantes, herencia de la ciudad de ayer, Panamá la Vieja.

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