• 30/11/2020 08:38

La República Federal de Panamá

, creo que es necesario elevar la descentralización a rango constitucional y entre otras cosas concretas, establecer la elección popular de los gobernadores y cambiar el régimen unitario oligárquico por el federal ciudadano

Centralismo, ejército y autoridad absoluta, han sido ideas correlativas, inseparables, hermanas como las furias, destinadas a labrar la ruina y la humillación de los pueblos. Justo Arosemena.

“Pasando del centralismo a la federación, no se hace sino emancipar los municipios, y admitirlos en seguida en el pacto, que se habría celebrado voluntariamente, si nunca hubieran sido forzadas a confundirse en una sola entidad, sacrificando sus gobiernos especiales. El municipio es la verdadera sociedad: la Nación no es sino una pura idealidad, una abstracción, a la cual no deben subordinarse los intereses de la ciudad o del común”.

Este debe ser el pensamiento fundamental o eje central del proceso de descentralización iniciado con la vigencia de la Ley 37 de 2009, que descentraliza la Administración Pública, y dicta otras disposiciones y modificada por La Ley 66 de 29 de octubre de 2015. Desde luego, que se trata de una norma con muchas falencias y limitaciones y puesta en manos de “caciques de pueblo” (Honorables Representantes de Corregimiento) ha sido totalmente distorsionada (Consultas ciudadanas amañadas, no organización de las Juntas de Desarrollo Local y un largo etcétera). Sin embargo, creo que la Ley puede ser objeto de reformas para profundizar el proceso de descentralización y paralelamente incrementar la participación efectiva de la democracia ciudadana.

No obstante, no bastaría la innovación de la Ley, creo que es necesario elevar la descentralización a rango constitucional y entre otras cosas concretas, establecer la elección popular de los gobernadores y cambiar el régimen unitario oligárquico por el federal ciudadano, con base a las provincias y las comarcas de los pueblos primarios. Esto es así, porque he llegado a la conclusión que el excesivo presidencialismo de hoy –durante siete gobiernos pos invasión- ha puesto en peligro la frágil caricatura de democracia burguesa/oligárquica, erigida al paso de las tanquetas y aviones gringos que como “luciérnagas de la noche” tiñeron de sangre las calles de nuestro país el aciago 20 de diciembre de 1989; es el mismo autoritarismo centralista que llevo a la debacle el glorioso proyecto de unidad bolivariana de los Estados Unidos de Colombia. Sujetos al centralismo autoritario de Bolívar, pronto los caudillos militares de Venezuela (José Antonio Páez), de Nueva Granada (José de Paula Santander) de Ecuador (Juan José Flores) se revelaron y declararon inviable la centralista Constitución de Cúcuta (1821) y ya para 1830, solo el Istmo de Panamá fue retenido, por la fuerza, declarado provincia y sometida al yugo de Nueva Granada.

Soy de la opinión, como lo son muchos panameños, que sin una profunda transformación estructural del Estado panameño actual, el “diálogo del bicentenario” ´cerrando brechas´, degeneraría en simple paparrucha, “cambios cosméticos” o remozamiento del sistema autoritario, neoliberal, plutocrático y de clientelismo político.

En consecuencia el señor presidente de la República, si pretende hacer un show político, le va “salir la bruja”, pues la situación por la cual atraviesa la nación panameña, es sumamente compleja y grave, no solo por la pandemia y la precarización económica de las grandes mayorías nacionales; sino también por el deterioro de la institucionalidad, carcomida por el clientelismo político, el nepotismo y la corrupción.

¡Así de sencilla es la cosa!

El autor es abogado y analista político.

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