• 29/08/2008 02:00

Sin botas ni charrateras

Hemos actuado con decisión para frenar la ola de violencia criminal y para combatir al crimen organizado, lejos de andar pensando en gol...

Hemos actuado con decisión para frenar la ola de violencia criminal y para combatir al crimen organizado, lejos de andar pensando en golpes a la democracia o en entronizar supuestas dictaduras disfrazadas que no tienen espacio en Panamá.

Aquí importa considerar la noción de seguridad regional e internacional. Actualmente las organizaciones criminales actúan como multinacionales, con soportes gerenciales inimaginados décadas atrás. Ahora, las mafias usan sistemas de planeación estratégica en cada país; alcanzan acuerdos y divisiones de los mercados de la droga por áreas de influencia; se trazan objetivos sobre países e implementan sistemas tecnológicos de logística, comunicaciones y transporte, verdaderamente asombrosos.

En medio de todo está el terrorismo, que vino a suplantar el objetivo de las guerras que libraban los ejércitos del continente. Ahora, en cambio, los países con fuerzas armadas, cumplen, también, roles policiales y tareas de inteligencia y combate contra el narcotráfico y la criminalidad. Digo esto, porque la discusión aquí adolece de fundamentos técnicos, lo que me parece lamentable, puesto que los pocos especialistas en la materia saben que la defensa de un país es un imperativo estratégico, para nada antagónico con la defensa de su democracia y el disfrute de sus libertades individuales y colectivas.

El tratamiento a la inseguridad ciudadana, propiamente dicha, la de las calles y las pandillas, también es parte de nuestra visión social y del fortalecimiento institucional de la Fuerza Pública al servicio del pueblo. La lógica lo dice todo. Los resultados no van a ser fáciles, porque garantizar desarrollo y seguridad ciudadana no es tan sencillo como lanzar improperios a los funcionarios que los procuramos.

Hemos actuado como la mayoría reclama, con la idea de preservar los derechos fundamentales, respetar la democracia y establecer controles para evitar cualquier exceso, siempre con el ojo escrutador de la ciudadanía. En efecto, así como afirmamos que es un disparate creer que nuestra misión ministerial es montar un aparato de espionaje político al servicio de una nueva dictadura vestida de mandato civil, también afirmamos que ahora debemos ser más responsables en el empeño de la transparencia frente a las labores que debemos asumir. La clave para contrarrestar riesgos como el espionaje político, está en la función defensiva de la seguridad al servicio del ciudadano, de sus limitaciones y sus alcances y de la importancia que le concedamos a los objetivos de seguridad interna y externa que necesita Panamá.

Espero que el tiempo sea el mejor aliado de Panamá. En mi caso, como carezco de ambiciones políticas, me bastaría saber que hasta el día que el señor presidente así lo considere, pueda ser para todos, un ministro efectivo. Sólo eso, y nada más, sin botas ni charreteras.

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