• 07/09/2008 02:00

Práctica de un buen español

En mi reciente peregrinar proselitista a favor de un pre candidato del partido que hoy celebra sus primarias, asistí al muy escuchado pr...

En mi reciente peregrinar proselitista a favor de un pre candidato del partido que hoy celebra sus primarias, asistí al muy escuchado programa de radio del Prof. Edwin Cabrera.

Yo trataba de describir la ciudad de Panamá y cómo se percibe a los ojos de quienes la vivimos y de quienes la visitan.

Utilicé el término “cosmopolita” y una señora llamó y dijo que se notaba que yo no había viajado mucho y que “cosmopolita” quería decir que “es una ciudad que se parece a otras, o que puede ser una ciudad para muchos extranjeros”.

En mi infinita ignorancia llegué a mi casa buscando la definición de esta palabra, utilizada a la ligera con un regaño de por medio, y me encuentro con esta definición en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española —DRAE—: “Dicho de una persona: Que considera todos los lugares del mundo como patria suya. Que es común a todos los países o a los más de ellos. Dicho de un ser o de una especie animal o vegetal: Aclimatado a todos los países o que puede vivir en todos los climas. El hombre es cosmopolita”.

Más entendible encontré en la popular Wikipedia —en Internet— que cuando se refiere a costumbres o modales, concierne a una persona que ha vivido en muchos países y que conoce sus costumbres; para los gastrónomos, —por ejemplo— la paella es el plato más cosmopolita, porque es común a todos o la mayoría de los países y que el lugar en el que conviven personas de diferentes países se puede catalogar como una ciudad cosmopolita, como New York.

Mejor dicho, yo no estaba totalmente errada al decir que Panamá es una ciudad cosmopolita.

Y yéndome en el gusto por la etimología, escuché de un apreciado amigo, comunicador social reconocido, que el término atorrante, tan ligeramente escuchado, escrito y dicho, se refería, científicamente a las alcantarillas que un industrial, me imagino que francés, instaló en la ciudad de Buenos Aires. El fabricante le ponía a sus enormes caños su firma “A. Torrans”.

Allí dormían los sin techo, en una época de mucha pobreza y escasez de trabajo, en los años ’30. Nosotros la usamos para describir en forma despectiva a un desvergonzado y desfachatado, de los cuales, por cierto, hay muchos en los medios de comunicación social, entre los candidatos a puestos de elección popular y personas comunes y corrientes.

La atorrancia es casi como un común denominador en los panameños.

Dejaré para otra entrega la etimología de la palabra “cretino”, que me encanta, pero el nuevo formato de La Estrella de Panamá no me deja extenderme mucho más que hasta aquí.

Dentro de poco tendré que escribir telegramas.

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