• 23/09/2008 02:00

Una especie en extinción

Hubo una época cuando el proceso revolucionario liderado por el general Omar Torrijos mantuvo una clasificación especial para ciertos ci...

Hubo una época cuando el proceso revolucionario liderado por el general Omar Torrijos mantuvo una clasificación especial para ciertos ciudadanos, empresarios de éxito y de moral intachable, al menos en percepción. Eran los J.J. Vallarino, Bobby Motta, Federico Humbert, Dulcidio González y tantos otros muchos ya desaparecidos.

Eran “los notables”, personas que en un momento dado daban garantía de honestidad y moralidad, los que en casos de crisis se podría recurrir a ellos, aunque no eran amigos de hecho de la revolución.

El proceso había incorporado primero a un grupo que Bobby Eisenman denominó “los preclaros”, muchos de los cuales eventualmente se sumaron a la revolución, como Álvaro González, Nicolás González Revilla y otros. Otros llegaron a la revolución cuando se da el primer encuentro “Farallón 74”, donde jóvenes empresarios y líderes estudiantiles y de las izquierdas convivimos unos días en la base de Río Hato recibiendo charlas políticas.

El proceso sumaba empresarios que eventualmente serían parte del brazo político al inscribirse los partidos en 1979. Todos esos esfuerzos, de preclaros, y Farallón 74 y 76 se resumen luego en el Frente Empresarial.

Pero, “los notables” seguían fuera de los partidos, aunque algunos de ellos probaron en un momento suerte, como Vallarino con su Morena y Eisenman con su PAPO. Ambos partidos fracasaron y de paso, con el tiempo los notables perdieron vigencia al tomar fuerza los partidos políticos.

“Los notables”, de hecho, fueron igualmente desapareciendo, apareciendo nuevos empresarios de éxito, jóvenes que con audacia y nuevos esquemas llegan a tener riquezas superiores a sus propios padres. Pero, un grupo de ellos, se rehúsa a desaparecer.

Pretenden dictar guías y orientación a la clase política, sin participar en los partidos, pero refugiados en el diario La Prensa, creado por ellos en su momento como instrumento de presión y espacio político.

Hoy, Bobby Eisenman nos dice quién puede y quién debe ser candidato, quién debe o quién puede presidir el país. Lo que no nos dice es ¿por qué no participa en un partido político y trata, en su directorio, comisión político o convención, dirigirlo? Porque, que yo recuerde, no ha ocupado cargo público relevante nunca, aunque Endara se lo ofreció, igual que Balladares, y Mireya lo hizo asesor, inclusive él, hasta donde me cuentan, recomendó a Jované para el Seguro Social.

La democracia vive en la medida en que los partidos políticos sean fuertes, con la mayor participación de los miembros. La democracia no se enriquece con los independientes, se debilita si los partidos se debilitan.

Es muy cómodo presumir de independencia política, pero afectar la opinión pública y manejarse a través de ONG’s manipuladas o medios escritos. Yo admiré a Eisenman cuando a los 21 años presidió la Cámara de Comercio, cuando como empresario con justicia social crea un sistema de participación de utilidades de sus empleados, pensé inclusive que algún día lo vería en política.

Quizás el fracaso del PAPO lo afectó y prefirió refugiarse en sus escritos. Personalmente, creo en los partidos políticos y en política sólo respeto a los miembros de partidos.

Al menos participan y eso les da el derecho a opinar.

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