• 28/09/2008 02:00

De antaño y hogaño

Nadie entiende lo que ha pasado con las estatuas llamadas “Los juegos de antaño”, que salieron sospechosamente por la puerta delantera d...

Nadie entiende lo que ha pasado con las estatuas llamadas “Los juegos de antaño”, que salieron sospechosamente por la puerta delantera del Parque Omar.

Tampoco se entiende por qué, luego de haberse erigido sin ninguna adjudicación transparente para complacer quién sabe qué deseos, frente al Centro de Convenciones Atlapa para la cumbre del 2000, que nos salió tan cara, con el cuasi atentado de los terroristas cubano-venezolanos, que luego fueron indultados, se fueron alegremente al Museo del Tucán, y de allí, para el depósito de la Primera Dama.

A pesar que soy una seguidora de las noticias, me confieso totalmente ignorante en cuanto a lo que ha pasado. De repente, se perdieron las estatuas, pero ¿cuándo se las llevaron del Museo Reina Torres de Araúz?, supongo que fue cuando lo reinauguraron, por el año 2006, y ¿cuándo salieron en brisas para el parque?, ni idea. Y de repente, de allí se fueron.

Todo esto me recuerda dos cosas: una, que en el 2003 se perdieron valiosas piezas de oro de una de las salas del Museo Antropológico, y nunca se ha aclarado ese robo y su responsable anda alegremente gestionando estudios de impacto ambiental en la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) como experto arqueólogo.

La segunda, que no entiendo por qué se le tuvo que adjudicar a un escultor colombiano una obra por el costo de 250 mil dólares, sin licitación, y en una “aleación” de bronce (según Tabo Toral, La Prensa, martes 23 de septiembre de 2008) cuando en Panamá hay una flagrante falta de apoyo a las artes y especialmente, a la escultura.

No sé si el artista colombiano preferido de la entonces presidenta fue también autor del adefesio a la entrada del “Causeway”, en honor del Dr. Arnulfo Arias Madrid, pero bien hubieran podido escoger estas “aleaciones” para que salieran caminando (o volando, en el caso de las palomas de las estatuas los Juegos de Antaño) y se perdieran en el olvido para no recordarnos el mal gusto y el despilfarro.

Las 42 piezas escultóricas tienen igual importancia que las valiosas obras de orfebrería que sustrajeron de la sala de oro del Museo Antropológico y todo se da, repetidamente, a un año de la salida del gobierno de turno.

Esto ha amalgamado a la tirriosa oposición que, a falta de propuestas, se empecina en vincular estos actos con las recién aprobadas leyes de seguridad.

Nada que ver una con la otra, pero esto le da gabela a un grupo de opositores a todo para poder manifestarse.

Es menester que estos jueguitos de antaño se conviertan en preocupaciones de hogaño, para que no nos encontremos las mencionadas estatuas en un carro alegórico del Carnaval, o en un parque de la Vía Argentina, echando agua por la boca, o aún peor, en los fondos de una campaña para alcalde de la capital.

La procuradora tiene que agotar sus esfuerzos en dilucidar este misterio, así como los demás estamentos de seguridad, inclusive, los recién legalizados.

Y no es por los 10 mil dólares de recompensas, es por la dignidad del país, no vaya a ser que una de ellas se voltee y se convierta en estatua de sal.

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