• 30/09/2008 02:00

Los juegos de antaño

Nunca he dudado del compromiso que Martín Torrijos asumió durante su campaña, “Más seguridad, más empleo, cero corrupción”.

Nunca he dudado del compromiso que Martín Torrijos asumió durante su campaña, “Más seguridad, más empleo, cero corrupción”.

Estoy convencido de que era su intención cumplir a cabalidad y con toda su capacidad los tres postulados. De igual forma, estoy seguro de que el presidente se debe sentir satisfecho por haber logrado “más empleo”, así como su esfuerzo por lograr “más seguridad”. No ha titubeado en darle más presupuesto y equipar mejor a la Policía Nacional e inclusive termina su mandato con leyes de seguridad que mejorarán aún más las condiciones.

Pero en el tema de “Cero corrupción”, Martín en su proyección ha fracasado. La percepción interna e internacional es que el país tiene niveles mayores de corrupción que en el gobierno de Mireya Moscoso. La última medida internacional que tenía el gobierno de Mireya en 3.7 (de un 10.0) posible de no haber corrupción, el actual gobierno cae a 3.4; es decir, empeoramos a los ojos de los observadores de fuera.

La cosa no sería tan mala si no hubiesen ocurrido en los últimos meses serias denuncias de malos manejos públicos. El caso del FECE en Educación, el caso de las escuelas rancho, nuevas denuncias en el programa de “Conéctate al Conocimiento”, todo muestra una Contraloría General de la República que está fallando en sus controles previos y áuditos. Pero, en buen panameño, la tapa del coco estaba por reventar: las estatuas de los niños jugando juegos de antaño, comprados por el gobierno anterior al escultor colombiano Lombana, han desaparecido. Sí, desaparecido. Las estatuas, más de 150 toneladas de peso, estuvieron por un tiempo frente al Centro de Convenciones Atlapa, luego trasladadas al Museo del Tucán. Y allí comienza lo bizarro del cuento.

Quizás porque no les gustaban las esculturas, quizás por malquerencias, deciden enviarlas a un depósito en el Parque Omar. He ahí el primer pecado de la falta de cultura de los funcionarios que tomaron la decisión.

En lugar de exponer las obras en algún parque o donarlas a cualquier pueblo del interior que hubiesen visto con buenos ojos las esculturas, prefirieron guardarlas en un depósito.

¿Para qué, me pregunto yo? ¿hasta cuándo? Solo para que ahora nos enteremos de que todo el complejo de estatuas ha desaparecido.

Lo cierto es que podemos especular, unos dirán que se mandaron a fundir para producir algún tipo de utilidad a una tercera persona, otros dirán que se regalaron o vendieron a algún empresario que sí le interesó la obra. Lo cierto es que se perdieron, en un gobierno comprometido contra la corrupción, se les ha perdido un juego de monumentos, estatuas pesadas y complejas, difíciles de movilizar. Nada peor para simplificar el estado de corrupción en que el país ha caído. No dudo que podemos esperar peculados y malos manejos administrativos, pero, ¿perderse estatuas de un museo o parque nacional, custodiadas por la propia agencia de seguridad institucional del Estado?

No dudo del interés de Martín Torrijos en liderar un gobierno honesto, pero si continuamos sin responsables de casos como “Los juego de antaño”, nadie creerá en su intención.

Solo en Panamá se pueden perder estatuas y monumentos y nadie sabe ni qué es lo que ha pasado, ni existe nadie responsable.

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