• 19/10/2008 02:00

Un país patas arriba

En reiteradas ocasiones hemos planteado que Martín Torrijos es un presidente que vive en el “País de las Maravillas”, claro, su lectura ...

En reiteradas ocasiones hemos planteado que Martín Torrijos es un presidente que vive en el “País de las Maravillas”, claro, su lectura se circunscribe a las 100 familias dueñas de Panamá.

Frente al problema de la crisis financiera internacional, el mandatario y su equipo han hecho carrera para decir que este un sistema bancario “robusto”, que la economía está a salvo. Es decir, parece ser que en este mundo globalizado, nuestra economía es autárquica (principio de autosuficiencia económica; suele considerársele como sinónimo de economías cerradas).

Cuando se pregunta por la prisa del préstamo para la ampliación del Canal (según la ACP autofinanciable), la respuesta es que el “mercado financiero mundial tiene confianza en el país”, ocultando los intereses de sectores empresariales y burócratas de la ACP con este acuerdo. Frente a la corrupción, el nepotismo y la impunidad, impera el tortuguismo en la Procuraduría de la Administración y en los órganos de justicia, para investigar y sancionar a los responsables. Lo insólito, vemos levantarse al mandatario para hablar a favor de una alta funcionaria que debió proteger el patrimonio nacional bajo su custodia (Estatuas de los “Juegos de Antaño”).

Por otro lado, este mes se cumplen 2 años de lucha de los familiares y víctimas con dietilenglicol y 2 años de lucha de los familiares y víctimas de los calcinados en el bus, pero no hay justicia. Pero sí se otorgaron sobreseimientos a los miembros del SPI que reprimieron salvajemente a los familiares y sobrevivientes del envenenamiento. Lo sucedido refleja la complicidad de los órganos de gobierno para salvaguardar a los violadores de los derechos humanos. También, se conmemora el “Día mundial de la Alimentación”, donde instituciones gubernamentales y empresariales hacen su retórica anual de la importancia que la población se alimente. Sin embargo, en este país 800 mil panameños no tienen acceso a cantidad suficiente de alimentos y otros, sobre todo niños (as) indígenas mueren de hambre, por la política económica neoliberal que destruye la seguridad y soberanía alimentaria de los países y prioriza el comercio mundial y la máxima ganancia de empresarios.

Como si fuera poco, pese al clamor de los panameños por el aumento de salarios y congelamiento de precios de la canasta básica familiar, el Ejecutivo decide no atender este clamor. Por su parte, el Legislativo, a pesar de que la Coordinadora de Lucha por el Respeto a la Vida y la Dignidad del Pueblo entregó tres proyectos de ley, sustentados con evidencia parlamentaria que demostraba que existen antecedentes sobre esta materia, los diputados han demostrado no tener voluntad política para resolver el problema. De manera politiquera Leandro Ávila (FENASEP), cobijó el proyecto presentado por la dirigencia venal de CONATO (quienes no pudieron movilizar a nadie hacia la Asamblea Legislativa), lo que demuestra su actuar politiquero, pues como diputado ha aprobado leyes que lesionan a los trabajadores.

Parafraseando a Eduardo Galeano, en su obra “Patas arriba: la escuela del mundo al revés”, Panamá es un país patas arriba, donde la gestión gubernamental está encaminada a favorecer a las minorías que concentran la riqueza, mientras que impone hambre y miseria al pueblo trabajador.

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