• 23/02/2009 01:00

Delincuencia y política

Un fenómeno que ha escapado a la sensibilidad escrutadora del ciudadano común que en estos períodos electorales gusta de descubrir la pa...

Un fenómeno que ha escapado a la sensibilidad escrutadora del ciudadano común que en estos períodos electorales gusta de descubrir la paja en el ojo ajeno, es el del papel que están jugando las bandas delictivas y el crimen organizado en las bases de los partidos políticos. Son hechos inevitables debido al peso específico que algunos de estos grupos poseen en los corregimientos con altos niveles de pobreza.

Estos grupos se evidencian por su violencia y presión sobre un electorado cautivo y sobre candidatos que dicen tener que pactar para poder ingresar a los territorios bajo su control. La búsqueda de protección e inmunidad por un lado y el cinismo que caracteriza a algunos candidatos a representantes y diputados han modificado el escenario político en parte de nuestro país. Lo dramático de esta creciente ingerencia de la delincuencia en la gestión política de la sociedad es que muchas veces se da por la indiferencia de los responsables políticos de esas organizaciones, que no toman previsiones para evitar candidaturas que están registradas o sobre las que existen sospechas de estar vinculadas a este flagelo de la humanidad.

En otros países como Colombia, Guatemala y México esa complicidad e indiferencia han permitido que el crimen organizado penetre a amplios sectores del electorado, controle a las autoridades de sus regiones e inclusive cuente con representaciones propias en los organismos del Estado. Hasta ahora el servicio que prestan las autoridades de seguridad panameñas se limita a investigar la procedencia de las donaciones que realizan los empresarios y otros grupos de poder económico. Pero la penetración del crimen organizado no se limita a ese aspecto.

Ellos también se interesan por captar a candidatos ávidos de ganar electoralmente brindándoles financiamiento, apoyo logístico y redes de comunicación con las bandas locales, sin que estos se percaten de que, más temprano que tarde, tendrán que pagar esa inversión. En realidad se trata de una estrategia gradual de penetración de abajo hacia arriba que va minando los cimientos del propio Estado, afectando con ello los procesos de democratización y genuina participación ciudadana. La inmunidad resultante de esta planeación convierte a estos grupos en verdaderas fuerzas políticas que inciden en amplios sectores de la población, actuando al margen de las autoridades y convirtiéndose en garantes del bienestar y seguridad de las comunidades bajo su control. Ello ha sido posible debido a la despolitización de los partidos y su práctica clientelar que ha facilitado el ingreso a sus filas de lo más atrasado de la sociedad y de algunos delincuentes de cuello blanco.

Sería oportuno que las autoridades nacionales y las agrupaciones políticas presten atención a esta incipiente modalidad de la delincuencia organizada. Por su propia naturaleza esta penetración conlleva un incremento en la violencia electoral que puede terminar en verdaderas batallas campales por el control y predominio de sus territorios. Llegará el momento en que en algunos corregimientos y circuitos será imposible postular candidaturas que no gocen de su visto bueno. Cuando ello ocurra será muy tarde para tratar de revertir este fenómeno y nos encontraremos, como en otros países, en manos de verdaderas bandas que dictaran la política del Estado.

- El autor es miembro fundador del PRD. rvasquezch@cwpanama.net

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