• 25/02/2009 01:00

¿Qué hacer con estos precios?

Cada día nos empantanamos más “con el agua al cuello.” El costo de vivir ahoga a todos, pero a algunos con más crueldad que a otros. Par...

Cada día nos empantanamos más “con el agua al cuello.” El costo de vivir ahoga a todos, pero a algunos con más crueldad que a otros. Para el pobre o subempleado, el aumento de precios le significa sacrificar sus gastos esenciales, como sus alimentos, poniendo en peligro su propia salud y la de su familia. Para quienes pertenecen a la clase profesional y la clase media económica, el fenómeno podrá significar un ajuste en sus presupuestos, una reducción de ciertos lujos o gastos superfluos y la limitación de su capacidad de ahorro; mientras que el problema no afecta a los acaudalados que pueden pagar hasta más del doble para mantener su estilo de vida sin pestañear. Lo triste de esta situación es que no tiene visos de cambiar, por lo que debemos prepararnos para ajustar el modo de vida al cual hemos estado acostumbrados hasta aquí. El ajuste a nivel individual o familiar será cuánto más severo si, por su parte, los gobiernos simplemente no implementan las medidas que podrían tomar ni actúan a tiempo con firmeza y transparencia.

Nada parece escapar a la escalada de precios y cada día todo cuesta más. Se le achaca todo a “la inflación, a la devaluación del dólar estadounidense, al costo del petróleo, al desempleo, a la recesión económica, a la demanda mundial de alimentos” y a otros conceptos que los economistas dominan con maestría y perfección.

Con gran erudición, analizan la situación existente para decirnos con palabras elegantes lo mal que estamos —como si no lo sintiéramos en carne propia— pero no atinan en hacernos recomendaciones concretas y prácticas. Los ciudadanos comunes vemos, por un lado, cómo el precio del barril de petróleo se dispara cada día gracias a amenazas de guerra cada vez más frecuentes allá en el Medio Oriente; y, por otro lado, cómo en forma paralela el dólar cada vez vale menos por problemas en la economía allá en Norteamérica. Nada que podamos controlar desde acá.

Resultado inmediato: si el barril de petróleo se paga a los países petroleros con dólares que cada día valen menos, esos países petroleros aumentan el precio para recibir la cantidad de dólares que les asegure los ingresos fiscales que les permitan mantener su nivel de gastos.

En este círculo vicioso de dólares norteamericanos devaluados y de petróleo carísimo, todos somos rehenes en Panamá, porque únicamente los más pudientes pueden escapar del cruel efecto que esto tiene en los precios de lo que compramos y de los servicios que recibimos.

Ante al aumento irracional del costo de los alimentos, del precio de la energía eléctrica y de la tarifa del transporte no nos queda otra que hacer ajustes a nivel individual y familiar, mientras que el gobierno adquiere una todavía mayor responsabilidad ante la ciudadanía.

Con apoyo del gobierno, debemos producir los alimentos que consumimos y controlar a los intermediarios; con nuestros recursos hídricos y naturales sin petróleo extranjero, debemos producir la energía eléctrica y controlar su uso; con políticas sostenidas, reducir distancias entre las áreas residenciales y centros escolares, laborales y de salud y construir medios masivos y confortables de transporte público.

Poco podemos hacer para reducir precios; mucho, con ajustes creativos.

* Diputada por el partido Vanguardia Moral de la Patria, nuevo circuito 8-7. mireyalasso@yahoo.com

Lo Nuevo
comments powered by Disqus