• 13/03/2009 01:00

El derroche electorero

Nos acostumbramos a identificar a los partidos por sus insignias y colores. Otro asunto importante es la ideología o línea política. Est...

Nos acostumbramos a identificar a los partidos por sus insignias y colores. Otro asunto importante es la ideología o línea política. Estos grupos crecen o decrecen, pueden ser longevos o de vida corta, grandes y chicos y también se extinguen por disolución voluntaria, fusión con otros partidos, falta de participación en más de una elección general, o si no logran el 4% del total de los votos validos, emitidos en las elecciones para presidente de la República, diputados, alcaldes o representantes de corregimiento, que les sea más favorable, de acuerdo al artículo 114 del Código Electoral. Pasado el torneo, la muerte política la decreta el Tribunal Electoral.

Con este preámbulo nos sintonizamos en el financiamiento estatal, regulado a partir del artículo 179 del Código Electoral, que proviene del 1% de los ingresos corrientes presupuestados para el gobierno central, tal y como lo enuncia el artículo 141 de la Constitución, sobre la fiscalización y contribución en los gastos, con igualdad de erogaciones a favor de las personas naturales y los partidos políticos en los procesos electorales. Esto quiere decir que todos nosotros y, con nuestros impuestos, sufragamos gran parte de toda esa propaganda que nos ahoga y hasta desagrada.

Seguro que en la más alta cúspide del idealismo, se barajaron las ablaciones sobre lo correcto, democrático y prudente y de allí, debió nacer esta corriente con sabor plutocrático, que no parece responder en conciencia, a una vigorosa fiscalización, especialmente por algunas raras contribuciones y/o donaciones particulares que algunos ofuscados y desgañitados denuncian.

Nuestra regulación electoral tiene una sección dedicada a los incentivos, en la que declara que no hay impuestos de timbre o pagos de impuestos, ni siquiera sobre los exhortos y otras comunicaciones por correo o telégrafo cuando se trata de partidos políticos. Las actividades que ellos realicen para recaudar fondos, están igualmente exentas de gravámenes y las contribuciones en efectivo, son deducible del impuesto sobre la renta, hasta un monto de 10,000 balboas. Bueno en los apoyos sociales, los donantes públicamente descargan su manifloja magnanidad sin límites.

Ahora piense lector, que todo ese maquillaje que tienen en emplasto las caras de los promocionados, algunos sin ninguna posibilidad de ganar, se sufraga con parte de nuestros impuestos; o ¿cómo podemos fiscalizar a algunos candidatos o partidos que gastan de manera inmisericorde, millonarias sumas para por lo menos conocer de dónde sale el dinero y si están vacunados contra los compromisos? Seguro que quien más despilfarre en propagandas más votos le contarán. Aquí seguramente se nubla el rostro de la democracia.

Nos queda un sabor agrio, si comparamos las necesidades básicas que los gobiernos niegan a diario a los pobres, frente a las regalías políticas de las que nos ocupamos. Pero no es extraño que se despilfarre en carnavales y menos, que se prefiera pagar mejor a los artistas extranjeros. Pero con todo, ¿cómo podríamos comprobar los niveles de éxito en los teletones, sin en vez de direccionarlos en favor de las grandes necesidades, se lo programáramos a los políticos.

-El autor es abogado y docente universitario.cherrera@cwpanama.net

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