• 14/03/2009 01:00

La pobreza no es aristócrata

En uno de mis recientes recorridos por nuestras atestadas calles, cansado y pensativo, desde mi coche observé a una señora lanzarse entr...

En uno de mis recientes recorridos por nuestras atestadas calles, cansado y pensativo, desde mi coche observé a una señora lanzarse entre los carros capturados en el tranque capitalino deseando vender golosinas. Sentados en las aceras contiguas a la Vía Brasil, dos niños, quienes presumo eran sus hijos — una niña y un niño —. Ellos se entretenían escribiendo en una libreta escolar.

Realmente no se por qué me enfoqué en ellos; pero viendo a la señora arriesgarse entre los carros una tristeza casi inexplicable se adueñó de mí. Allí, entre las sombras largas creadas por los “árboles” de acero de “Punta Pacífica”, que opacaban al sol me dije “que contradicción, esplendor y pobreza; fe, esperanza e ignorancia”.. todos sintetizados en imágenes ahora grabadas en mi mente: Una “madre” con la inquebrantable fe de que no sería atropellada por un carro y la esperanza de que vendería sus golosinas y así poder alimentar y criar a sus hijos, y ellos ignorantes de lo que sucedía en su alrededor, completaban, tal vez, su tarea escolar.

Por cierto, la señora no era la única “empresaria” en la calle. Verduras y vegetales en paquetes de celofán llegaban a mi ventana. “!Cuadriplico!”, pregonaban otros en este “mercado libre” que, se me dice, fue creado por los cubanos de ayer y es hoy, según entiendo, completamente panameño. El pregonar de “cuadriplico” me recordó otro vendedor ambulante, quien, años atrás, gritaba “¡Maní, maní campeón!” en el antiguo Estadio Olímpico en noches de boxeo y de béisbol profesional.

Algunos arrogantemente declaran que el panameño es pobre porque no quiere trabajar, que es perezoso. En frente de mis ojos la innegable contradicción. ¡Son pocos los trabajos físicamente más arduos y de menor recompensa y riesgo que el esquivar carros y vender “chingongos”! En este epicentro de lo moderno y de lujo nuestra gente pobre lucha diariamente para sobrevivir. “¿Qué sucederá con esos niños en las aceras? ¿Qué imágenes formativas surgirán en sus cabezas?”, me pregunté. ¡No tuve respuesta! Sentí escalofríos al tornar mi imaginación hacia el futuro. Me acordé del poema que de niño aprendí: “Cuartos de la gente pobre, con sus chiquillos descalzos. Cuartos donde no entra el sol que el sol es aristocrático”.

En nuestras calles ni el sol ni la pobreza son aristócratas. Ambos brillan con su presencia.

Casco Antiguo y San Felipe, ejemplos de nuestra contradicción. ¿Qué haremos como nación? ¿Cómo eliminaremos la inmensa discrepancia entre ricos y pobres? ¿Seguiremos siendo un país de consumidores? He leído que países principalmente consumidores, a la larga, perecen. Años atrás decíamos “hay que consumir lo que producimos”. Hoy vale la pena preguntar ¿qué manufacturamos y qué consumimos? Nuestra preferencia es el producto extranjero. Imagínese, nuestros niños, en vez de desear un sancocho al mediodía piden por una hamburguesa de McDonald. No soy proteccionista, soy panameño, pero me incomoda y me consterna el poco aprecio que tenemos para lo nuestro.

El futuro de nuestra Nación dependerá de la visión futurista de nuestros líderes.. una visión ideológica y pragmática que tiene como médula la eliminación de la pobreza, la salud física y mental de nuestro pueblo. ¡El tiempo nos dirá!

-El autor es profesor y escritor panameño residente en NY.cerussman@yahoo.com

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