• 27/03/2009 01:00

Un réquiem por espacios públicos de Colón

Hace algunos días mientras recorría el casco urbano de lo que considero una de las pocas ciudades que a nivel nacional ostentan el privi...

Hace algunos días mientras recorría el casco urbano de lo que considero una de las pocas ciudades que a nivel nacional ostentan el privilegio de poseer un trazado y diseño cuasi perfecto en torno al ordenamiento de sus calles y avenidas, tuve la oportunidad de apreciar detenidamente los resultados de ese irreversible e impostergable proceso de transformación estructural que — pese a la incredulidad y el pesimismo de algunos — ha experimentado la ciudad de Colón durante las dos últimas décadas.

Hablo de la segunda provincia en importancia del país.. esa emblemática ciudad con vocación de servicio que surgió en medio de la colosal proeza de unir nuestros océanos a través del ferrocarril transístmico, siendo la anfitriona por excelencia de los miles y miles de transeúntes que atravesaron los confines de nuestra geografía en busca de riquezas y mejores días.

Por éstas y muchas otras razones para las cuales el tiempo y el espacio resultan mezquinos, vale la pena hacerse eco y defender ese legado colectivo que cada día se pierde entre la apatía muchos y la bellaquería de unos pocos que sin reparos están repartiendo y permitiendo que nuestros espacios públicos trasciendan su carácter legítimo para convertirse en sitios de interés particular.

Al mejor estilo de los cineastas e ilusionistas de Hollywood pude constatar la usurpación de aceras que circundan los establecimientos comerciales de la avenida Central, Bolívar, entre otras..

Quedé estupefacto al contar más de una decena de lavaautos improvisados, que unilateralmente se abrieron paso sobre aceras y calles de importantes arterias vehiculares de la ciudad y para sorpresa de muchos: una cerca perimetral erigida y custodiada por personal de una macro empresa detuvo mi andar en las inmediaciones de la calle 13 y 14 en intersección con el popular Callejón Martínez.

Sin embargo, cuando creí haberlo visto todo, los rumores me llevaron a las cercanías del terminal de buses, donde pude apreciar un edificio comercial — que alberga prestigiosos comercios e instituciones gubernamentales — construido en parte, sobre lo que alguna vez fue una boca calle entre la Avenida de Balboa y la de enfrente.

Desde entonces me pregunto: ¿A quién cobija el conveniente y provechoso brazo de la administración estatal — municipal?

¿En qué momento como ciudadanos, renunciamos y cedimos nuestros derechos a accesar y utilizar nuestros espacios públicos?

Ceder, vender o negociar con la propiedad y el dominio de todos, es igual a desconocer nuestro sentido de pertenencia e identidad.

Es vulnerar el compromiso de gestionar en favor de quienes se representa, es poner en evidencia la incapacidad del municipio para crear zonas específicas en pro del desarrollo de éstas actividades y de quienes la desarrollan, sin interferir con el libre tráfico y la estética de la ciudad.

Algún día sabremos realmente qué esconden éstas extrañas permisiones o más bien concesiones que no sólo vulneran nuestro patrimonio, sino que también dejan entrever la repulsiva especie de gobernantes que tenemos al frente de la Cosa Pública y que, en su intento por coronar sus propios intereses, enfilan sus esfuerzos contra la voluntad y el bienestar popular.

-El autor es financista y docente.alfasa13@cwpanama.net

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