• 30/04/2009 02:00

Voto de los de abajo

No puede considerarse voluntad democrática el resultado de una encuesta manejada como si una candidatura fuera lo mismo que vender produ...

No puede considerarse voluntad democrática el resultado de una encuesta manejada como si una candidatura fuera lo mismo que vender productos de supermercado. La decisión democrática vinculada al voto exige propuestas sobre cómo alcanzar mayor equidad y justicia social. La opinión pública, por eso, no puede estar girando permanentemente sobre ejes de falsas promesas de justicia social y de supuesto interés por los pobres. Hablar de justicia social es trabajar en función de la distribución de la riqueza nacional. El candidato opositor Ricardo Martinelli no representa esos ideales. Su agenda no sintoniza con la visión moral y política de los panameños de abajo. Para los pobres la política es un tema secundario, que se instala cada cinco años. Conseguir y conservar un trabajo, mantener los hijos en la escuela para que no estén en la calle expuestos a la droga y al delito, hacer malabares ante la escasez por los ingresos, son las prioridades.

El empeño y la voluntad por tener una vida digna es consustancial con todos los panameños. En esa tarea es impresionante la determinación de las mujeres. Se multiplican en sus funciones, muchas veces como cabeza del hogar, y son el rostro amargo de un país desigual. De allí la importancia de la movilidad social que se logra con la educación. Es común que sean las mujeres quienes más se preocupen por estudiar carreras cortas para aspirar a un mejor ingreso. Ese ascenso se manifiesta con el progreso material y social a lo largo de generaciones al alcanzar mejores condiciones de vivienda, trabajo, salud, seguridad y educación que sus padres o abuelos.

La sociología demuestra que las circunstancias materiales y culturales condicionan la conciencia. Los individuos interpretan el mundo de acuerdo a la posición económica que ocupan y a sus creencias y costumbres. Existen razones y perspectivas mediante las cuales los sectores populares observan con atención las cuestiones que les causan preocupación. La inseguridad es un aspecto que se vive con temor, pero a la vez con familiaridad, porque la ven gestarse ante sus ojos. La delincuencia juvenil y la adicción a las drogas nacen de un vacío de bienes materiales, educación, autoridad familiar y presencia policial. Otro aspecto es el clientelismo que abusa de la pobreza. En muchos casos las madres sin educación y sus hijos desprotegidos son los destinatarios de dinero, alimento u otros bienes por asistir a un acto político. Al no existir las condiciones materiales ni culturales de esos ciudadanos, la política es un abismo que los separa de las prácticas de la democracia.

Para los de abajo, la política es un ruido lejano, una ceremonia de extraños, un negocio del que se sienten socios menores. Por eso han esperado con paciencia el nuevo liderazgo político encarnado en Balbina Herrera para recoger sus aspiraciones y profundizar las transformaciones sociales iniciadas por la administración del presidente Martín Torrijos.

Al ejercer la autonomía del voto secreto, a solas con su conciencia, es el momento con el que los de abajo cuentan para salir del estancamiento y forjarse su destino, con esperanza en el futuro y la seguridad de ir superando las pesadillas cotidianas.

-El autor es periodista.d_olaciregui@hotmail.com

Lo Nuevo
comments powered by Disqus