• 22/05/2009 02:00

Los años locos

¿Qué cosas podemos esperar los panameños que ocurran durante los próximos cinco años? Las señales enviadas nos hablan de tres escenarios...

¿Qué cosas podemos esperar los panameños que ocurran durante los próximos cinco años? Las señales enviadas nos hablan de tres escenarios: muchas cosas continuarán, algunas cosas cambiarán y muchas promesas no se cumplirán. Los programas sociales de transferencia monetaria hacia sectores vulnerables continuarán, apuntaladas ahora con acciones asistencialistas y filantrópicas. El proyecto “compita” no se detendrá, solo que esta vez, “salvaguardando al mercado”. Los macroproyectos (Cinta Costera, ampliación del Canal, autopista Panamá-Colon), sin lugar a dudas, se fortalecerán. Las estrategias neoliberales seguirán siendo el marco obligado de referencia en el tratamiento de los problemas fiscales, ambientales, de salud y de transporte.

Pero igualmente, continuará la difícil búsqueda de avenidas dirigidas a combatir el crimen organizado, eliminar la creciente ola de criminalidad, reducir los elevados niveles de pobreza y pobreza extrema o a elevar los bajos niveles de calidad de la educación. No obstante, difícilmente se verán, a corto plazo, resultados permanentes y profundos en estas áreas, es decir, en cinco años. Por esta misma razón, también continuarán las protestas callejeras, las huelgas obreras, gremiales y estudiantiles, así como el malestar social en las áreas marginadas y empobrecidas de las ciudades, de los campos y de las comarcas. Continuarán por tanto, los enfrentamientos con las fuerzas del orden público.

¿Qué cosas cambiarán? Esta pregunta no puede contestarse en función de las promesas de campaña, sino en función de hechos reales y cumplidos. ¿Qué cosas han cambiado? Sin lugar a dudas, un cambio significativo ha sido la oportunidad de realizar cambios. De hecho, se ha dado un cambio que se define a sí mismo como ruptura, como no continuismo. Existe, pues, la oportunidad y la necesidad de calcular su costo (tanto de hacer como de no hacer). Un segundo hecho inobjetable ha sido la contundencia de un mandato popular masivo y categórico.

Por las señales recibidas, los cambios que se avecinan surgirán —respondiendo a ese sentido de oportunidad y mandato, y tomando en cuenta la gravedad de las realidades que encontrará el nuevo gobierno— de acciones que tendrán que oscilar entre dos opciones, sino extremas, por lo menos, virtualmente polarizadas.

Por un lado, una democracia autoritaria, pragmática y populista, sustentada en un liderazgo vertical y unipersonal. Por el otro lado, una democracia participativa e inclusiva que supondría la concertación de un nuevo pacto social, para lo cual la convocatoria de una constituyente seria esencial, pero cuyo significado trascienda los términos de un nuevo texto constitucional. En este sentido este pacto social sería algo más que una nueva constitución política. El cumplimiento o no de las promesas del nuevo gobierno, aireadas durante la pasada campaña electoral, dependerá de la forma como se combine, en la práctica, esta bipolaridad.

Habida cuenta del panorama internacional, signado por la crisis financiera internacional o crisis global del sistema capitalista, del pronóstico de agudización de la crisis social, ejemplarizada en los crecientes niveles de pobreza y pobreza extrema, del irresponsable deterioro del medioambiente y del asalto transnacional a nuestros recursos naturales renovables y no renovables, no podemos descartar el uso de la violencia autoritaria como formas expeditas de control. Desafortunadamente, tampoco la concertación del pacto social estaría exenta de violencia.

-El autor es sociólogo.ideman582003@gmail.com

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