• 22/05/2009 02:00

¿Autoridad moral en el PRD?

La autoridad moral, entendida como aquella potestad, facultad, de mandar y hacerse obedecer, en atención a las cualidades de nuestras ac...

La autoridad moral, entendida como aquella potestad, facultad, de mandar y hacerse obedecer, en atención a las cualidades de nuestras acciones interpretadas desde lo bueno o malo, es un requisito indispensable de todo líder en cualquier ámbito.

El valor de la autoridad deviene por la armonía permanente del ser, decir y hacer, no es razón suficiente la designación representativa, delegada a través de procesos ni mucho menos impuesta o comprada para obtener la subordinación debida.

En los procesos políticos, quienes detentan potestad suponen haber pasado por un proceso donde los que le legitimaron encontraron en ellos las cualidades necesarias para desempeñar, representar, ejercer, conducir, coordinar; la actividad, posición, para las cuales fueron elegidos o designados.

La gran interrogante que se presenta al final de las jornadas es si quienes fueron electos o designados al no cumplir con las expectativas, en atención a la culpa, dolo y negligencia de sus actuaciones, merecen mantener el respeto y privilegios que devienen de la formalidad de su envestidura.

La membresía del PRD ineludiblemente debe solicitar la renovación de cuadros en sus distintas estructuras, en un análisis consciente de que mantener figuras desgastadas, con cuestionamientos de sectarios, oportunistas, interesados, utilitaristas, vinculados a escándalos de corrupción, no contribuye a la proyección de renovación y cambio que el electorado fuera del colectivo espera.

La moral de una “autoridad” en el PRD tiene mayor o menor fuerza en virtud de su desempeño; lo que debe llevar a sus miembros a reflexionar sobre el valor de su voto, que en este actual proceso de renovación debe sustentarse sobre las mejores actitudes y aptitudes por sobre el clientelismo coyuntural de “qué obtengo a cambio de mi voluntad”, definitivamente tal como lo esgrime la presidenta del colectivo Balbina Herrera, las estructuras políticas no deben comprarse, sino ganarse.

El ganarse la voluntad debe tener un valor más que pecuniario, de presencia, militancia, es no llegar de último y quedar de primero, es no usar la influencia como reconocimiento, no es decir qué se hace sino hacer. De ahí que muchos de los que ostentan direcciones, coordinaciones, frentes, los cargos les han quedado grandes —y por qué no decir hasta impropios— en el tiempo en que debieron estar y por no querer salir y dejar prebendas inadaptaron la institucionalidad de la estructura del partido a la época electoral, lo que consecuentemente generó un desfase que no ha permitido que esas nuevas generaciones no se sientan identificadas con liderazgos fabricados, impuestos, anquilosados; generadores de feudos grupales en vez de consensos colectivos.

Una jerarquía institucional sin rango moral ostenta la actual dirigencia del PRD, producto de su abandono y maltrato a la membresía. Por tanto, toda acción que pretenda excusar su fracaso, “llamado a la unidad” evidencia el nulo contenido de valores en el pensamiento político de la dirigencia actual, la cual pretenden desviar la atención de lo que verdaderamente debe ser objeto de análisis: que no existe cohesión ni sentido de pertenencia partidista.

La ética política no puede perderse, y así lo visualizó Omar Torrijos, al enunciar: “cuando el que manda pierde la razón, el que obedece pierde el respeto”. ¿Qué moralidad en la conducta de los dirigentes es la valorable para respetar sus presentes y no anteriores preocupaciones?

*Miembro del Frente Sectorial Juventud PRD.guerraluiscarlos@hotmail.com

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