• 06/06/2009 02:00

Historia de la teoría política

Al decir verdad, la historia de la teoría política es un compendio de libros y autores, escritos y escritores que han intentado definir ...

Al decir verdad, la historia de la teoría política es un compendio de libros y autores, escritos y escritores que han intentado definir el orden político y su estructura peculiar.

No obstante el sinnúmero de escritores que han deslizado la pluma por el papel de cada generación, solo algunos pocos son releídos y recordados. Se sostiene a menudo que los libros excepcionales, los libros que perduran, sobreviven porque han esbozado principios políticos aplicables a cualquier época. Existe, sin embargo, otra explicación que nos demuestra por qué, mientras algunos libros perduran, otros caen en el olvido.

Los escritores (o algunos presuntos filósofos convencidos de que pueden percibir la dirección que tienden a tomar los acontecimientos históricos), que se aventuran a predecir, casi siempre utilizan pautas incorrectas de evaluación. Así es como la historia de las teorías políticas terminan por ser la crónica de esos pocos escritores que han apostado por casualidad a la parte triunfante.

En consecuencia, una teoría política adquiere títulos de “grandeza” si los acontecimientos confirman sus principales proposiciones. Luego se la incorpora al estante de las obras que se consideran al margen del tiempo y se la evoca en los libros de texto y en las monografías.

De aquí surge la sospecha de que es la historia la que encumbra las teorías y que ese encumbramiento tiene poco que ver con su pureza literaria o, inclusive, con su profundidad. El hecho de que los escritos de Carlos Marx sean famosos en nuestro tiempo se debe a que China y la antigua Unión Soviética eligieron a este autor como su santo patrono. Marx es recordado porque hay hombres poderosos que lo invocan para justificar sus medidas de gobierno. De haber elegido los políticos de estos sistemas a algún otro escritor, o de haber prescindido de todo escritor, el materialismo dialéctico podría acaso intrigar a los eruditos, pero apenas si interesaría a quienes están fuera de los círculos académicos.

En verdad, solo el hombre de opinión comprometida puede llegar a captar la trama política.

Sin duda, los prejuicios ideológicos distorsionan la percepción de la realidad social. Sin embargo, al dejar de lado el sentido común y al acentuar un factor con exclusión de otros, la mente de un teorizador puede percibir a menudo lo que no pueden los demás. De la hipérbole de un Nietzsche, un Freud, un Sorel, un Camus, puede llegarnos una comprensión de la vida política que nunca surge de escritores cuyo temor al fracaso los induce a tratar de satisfacer a todos, con lo cual no instruyen a nadie.

Estamos en la era en que difícilmente puede afirmarse que los problemas políticos han sido resueltos. Todavía existe la injusticia, tanto económica como social.

Y la justicia es una cuestión política tanto en lo que se refiere a su definición como a su clasificación, aun cuando los medios usados para lograr sus fines se escapan frecuentemente de los cauces políticos corrientes.

En nuestro tiempo el arte de gobernar es el que decidirá si pueblos enteros sobrevivirán o no. De por sí, esto debería ser motivo suficiente para que la cuestión del poder político constituya un tema central de interés tanto para el hombre como para las sociedades.

-El autor es pedagogo, escritor y diplomático.socratessiete@gmail.com

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