• 26/06/2009 02:00

La conciencia del deber

La gestión de gobierno del período 2004-2009 se inició con muchos planes, ilusiones y sueños. Hoy, a escasos días de terminar el período...

La gestión de gobierno del período 2004-2009 se inició con muchos planes, ilusiones y sueños. Hoy, a escasos días de terminar el período para el cual el pueblo panameño nos honró con esa elección, tengo que afirmar, con gran sentido de orgullo, que me voy con la satisfacción del deber cumplido.

En el plano interno es palpable la transformación que se ha dado en estos cinco años. Hoy, dejamos un país con una ruta establecida, orientado hacia donde debe transitar para lograr niveles superiores de desarrollo. Ahora estamos ante una Nación que ha logrado identificar las debilidades que la afectan en función de conglomerado social y que, al mismo tiempo, ha decidido enfrentar esas debilidades mediante el constante fortalecimiento de la institucionalidad, y allí es donde está la garantía del éxito.

La preocupación social ha producido avances muy significativos. Así lo indican las cifras, las cuales reflejan el alcance de grandes esfuerzos en materia de atención a sectores que habían perdido toda esperanza, para los cuales el Estado ni siquiera existía. Además de los resultados concretos, ha sido importante poder aplicar metodologías de identificación de la cuestión social, instrumentos que permiten no solo hacer los diagnósticos, sino también pasar agresiva y decididamente a la transformación de la realidad que encontramos en el 2004.

La sociedad ha llegado a un momento de su existencia en el que no hay espacio para retroceder en materia de políticas sociales y de superación de los grades desequilibrios históricos. Destaco como un ejemplo el programa de la Red de Oportunidades , el cual ha permitido la superación del círculo infame de la pobreza en áreas tradicionalmente marginadas, que únicamente adquirían valor en los procesos electorales y que actualmente permite la identificación precisa de los actores principales de ese drama, que son los casi 400,000 panameños y panameñas que lo sufren a diario. Hoy esos compatriotas cuentan. Como también cuentan los miles de iletrados que están siendo alfabetizados como parte de esos programas sociales que constituyen el legado profundamente humano que deja la gestión gubernamental de la que formé parte.

Esa es la transformación real que nos propusimos. El camino queda abierto para la incorporación permanente de la población más necesitada, de modo que nadie se quede atrás en la marcha por el desarrollo, con justicia y con equidad.

La experiencia que hemos vivido con tanto entusiasmo ha sido exitosa, como lo demuestran todos los estudios que, en distintas esferas internacionales, han puesto su atención en Panamá como caso de análisis para acercarse a las soluciones viables para cambiar el rostro del sistema social en el continente y para consolidar la idea de que la democracia es compatible con el mejoramiento socioeconómico de los pueblos de la región.

Es en ese contexto en el que se inscriben, igualmente, programas de tanta cobertura como la atención a las personas con discapacidad y sus familias, la protección de los niños, de las madres en estado de gravidez y de los adultos mayores, todas las cuales son acciones novedosas que han cambiado la escena social en la República.

Por eso, estoy convencido de que más temprano que tarde, se podrá abordar colectivamente el análisis desapasionado sobre lo que ha sucedido en este periodo de cinco años en nuestro país. La pasión política le cederá el espacio a la serenidad, y entonces no habrá dudas sobre la caracterización del período.

El reconocimiento de sus méritos podrá basarse en las cifras espectaculares de crecimiento económico en cada uno de esos cinco años.

Quizás en la reducción espectacular del desempleo en ese lapso o en la cuantía record de inversiones y su consecuente impacto en el bolsillo de los panameños. Posiblemente se destacará la reducción impresionante de los niveles de pobreza y de pobreza extrema, pero, por encima de todos esos factores, hay una contribución que es menos visible, pero que existe, y es la organización del país con fundamento en verdaderas y sólidas instituciones, mecanismos de trabajo y de estructuración pública, que llevan hacia el progreso y el gobierno que ahora finaliza su gestión será recordado como el que inició esa transformación y que ha permitido que Panamá ahora sea más moderna, más madura y más desarrollada.

Falta mucho camino por recorrer, pero la senda para superar el tercermundismo en Panamá está trazada.

Se ha trabajado con respeto a los principios democráticos, se ha fortalecido la libertad y la transparencia, se ha aplicado el método del consenso, el acercamiento y el diálogo.

El país ha vivido un período sin grandes sobresaltos, con respeto a las reglas de la convivencia, con reconocimiento de los derechos de los adversarios y alejado de las persecuciones políticas que empañaban la vida pública del pasado.

Les doy gracias a Dios, al pueblo panameño, al presidente Martín Torrijos y a mi familia el haberme permitido ser parte de estas jornadas de avance en nuestro país.

Llegué del sector privado a contribuir en la formulación y aplicación de políticas públicas. No me arrepiento. Por el contrario, tengo la íntima convicción de haber cumplido con mi deber.

-El autor es vicepresidente y canciller de la República.opinion@laestrella.com.pa

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