• 29/09/2009 02:00

Elige tu vida

El nuevo gobierno ha lanzado una campaña publicitaria que describe con claridad su concepción del problema de la delincuencia juvenil. S...

El nuevo gobierno ha lanzado una campaña publicitaria que describe con claridad su concepción del problema de la delincuencia juvenil. Según esta concepción, la delincuencia, como deshojar una margarita, es una simple elección personal y, como se ve en la cuña de la tele, los jóvenes que de nuestros barrios pobres enfrentan una disyuntiva en la que, de un lado está el delinquir y del otro la opción de ser hombres de bien, asistir a la escuela, graduarse, tener una bien nutrida madre, amorosa y protectora. Es decir, el éxito es asunto de elección, los pobres son los principales culpables de su pobreza, si quisieran, como en el “sueño americano”, se convertirían en ricos y exitosos.

La realidad, mil veces estudiada y medida por las ciencias y las estadísticas sociales, es muy diferente. Las oportunidades están casi que exclusivamente concentradas en el sector de población con mayores ingresos, nuestros sistema educativo público expulsa al 50% de los que ingresan a la escuela, y si graduándose no adquieren los conocimientos y habilidades para insertarse en el mercado laboral, ¿qué suerte corren los que ni siquiera terminan la secundaria?

La mayoría de estos jóvenes malviven sin las condiciones más elementales de subsistencia y, como señala William Ospina, “ tener con qué comer no garantiza que alguien se porte bien, pero no tenerlo, francamente, exige que uno se porte mal ”.

A ese “ mal comportamiento ”, que algunos no comprenden, porque nunca han tenido la experiencia de acostarse a dormir sin comer nada en el día, debemos agregar que, en la mayoría de los casos, su padres, cuando existen, conforman una familia disfuncional o desintegrada y su propia crisis de subsistencia los inhabilita para proveer atención, protección y valores a sus hijos. Por eso, algunos ilusos se preguntan sorprendidos por qué estos “ padres de familia ” no reclaman a sus hijos capturados en las calles violando el toque de queda.

A su vez, estas “ familias ” viven en comunidades socialmente enfermas por una larga y dominante presencia de la carne de cañón del narcomenudeo, los tumbes y el sicariato, porque los también largos años de marginación han ido incubando en ellas una subcultura alimentada por el resentimiento hacia ese otro lado de la sociedad de los viven en la opulencia.

En una sociedad en la que la felicidad es una mercancía que se compra, el dinero rápido y fácil del narcotráfico es “ la oportunidad ” que el sistema les ofrece para salir de la desesperanza.

Por ello, son comunidades en las que prevalece la ley de la selva (hay que defenderse para conservar la vida) y si un niño crece en la violencia será violento.

Esta concepción medieval de nuestro gobierno aumenta la marginación y la criminaliza —recordemos que se llamaba villanos a los siervos que vivían en las villas de alrededor del palacio y que villano era y es todavía sinónimo de delincuente— se acompaña de medidas de mano dura complementarias: bajar de 14 a 12 años la edad de penalización de los menores (en un año, de 1,100 homicidios, 5 corresponden a menores de 12 a 14 años de edad), y posponer dos años la aplicación del sistema procesal penal reconocido universalmente como más moderno, expedito y humanista.

Habrá que llenar el país de cárceles, que son verdaderos infiernos, para mantener a decenas de miles de personas, que el sistema judicial (anticuado, a veces corrupto y con altos niveles de discrecionalidad de fiscales que abusan de la privación de la libertad) no ha sido capaz de procesar (la mayoría de los internos no tiene una condena en firme, mientras los delincuentes con dinero para pagar abogados se pasean impunes por nuestras avenidas).

Nuestra verdadera elección es acogernos a una solución que parta de una visión integral, que no ignore las profundas causas sociales del problema y que no individualice la prevención, para lo cual es indispensable que el Estado proporcione los recursos necesarios para prevenir, someter a la justicia y rehabilitar a los infractores. Por ejemplo, no hay en el país una sola institución estatal especializada, con recursos y personal apropiados para la desintoxicación/atención y tratamiento de jóvenes con problemas de consumo y adicción a las drogas.

La prevención se da creando oportunidades para que los ciudadanos puedan llevar una vida digna, se da en la familia, la escuela, en los medios de comunicación, en el entorno social, en el ejemplo y los valores que prevalecen en la sociedad, en todos los ámbitos. Lo demás es demagogia o resabios medievales.

*Comunicador social.jornando@cwpanama.net

Lo Nuevo
comments powered by Disqus