• 24/10/2009 02:00

Publicidad engañosa

Aunque estamos saturados de todo tipo de publicidad engañosa, no estamos aún vacunados contra esta deformación consumista. Naturalmente,...

Aunque estamos saturados de todo tipo de publicidad engañosa, no estamos aún vacunados contra esta deformación consumista. Naturalmente, hay que referirse a los múltiples productos que se promocionan con virtudes espectaculares, la mayoría sin demostración científica o sociológica con evidencias. Es una deslealtad de mercadeo dar promoción a un artículo que no llena las cualidades anunciadas.

Más grave es aún cuando se especula con la humana vanidad o la salud, prometiendo embellecimientos, bienestares y curaciones, cuya eficacia no está confirmada y, peor aún, no se advierten los riesgos o efectos secundarios de los pregonados procedimientos o medicamentos (legislación).

Es responsabilidad primaria del sector empresarial exigir rigurosa ética de todo lo que se produce, distribuye y vende. Debería iniciarse en los mismos fabricantes y agencias importadoras, utilizando sus filtros. El libre mercado no puede atentar contra los clientes de quienes vive el sistema comercial. Lamentablemente, el objetivo de la ganancia, el crecimiento y la competencia son la prioridad de la avaricia de gerentes y accionistas.

Entonces, los gremios de sus áreas deben exigir las normas sobre la materia y su “ cumplimiento ”. El representante de la ciudadanía es el Gobierno. Y tiene la obligación de reglamentar específicamente cada rubro y exigir su cumplimiento. Pero la engorrosa burocracia se autoenreda y con leguleyadas se eluden las responsabilidad. ¿Es Comercio y su código o es Salud o es Gobierno? Esto debe ser bien definido, para poder actuar ejecutivamente.

Cuando se llega a los medios de comunicación los riesgos se multiplican. Nos encontramos ante la especulativa libertad de expresión. Libertad para atentar contra el bolsillo o la vida de los ciudadanos; y cuando existen resoluciones, las distorsionan. Ejemplo son los cintillos de advertencia sobre el consumo de alcoholes, firmados por los productores y propagandistas, pero que no acatan lo aceptado, en tamaño, contraste y tiempo en la TV. Los que sufren las consecuencias son el sufrido pueblo enfermo y el presupuesto nacional.

La publicidad engañosa llega a la política. Partidos que se dicen de izquierda (de exportación), pero que persiguieron y persiguen a ese sector (con obreros asesinados); y actúan como neoconservadores salvajes (con privatizaciones). Se llaman nacionalistas y son entreguistas (Tratados con paraguas). Se plantea una reforma electoral centralizada en los donantes y posibles límites de tiempo e inversión. ¿Pero la calidad e idoneidad de los candidatos y la factibilidad de sus promesas, quién las garantiza?

En las nuevas reformas electorales debería existir una reglamentación para que cada candidato anuncie “ únicamente ” lo que realmente es, no solo como currículum, sino como activista ciudadano, con su honestidad demostrada. Dar los programas y propuestas debidamente argumentados, y sus posibles financiamientos y factibilidades. Estos requerimientos, así como las acciones políticas de masa y públicas, como las horas de TV, radio, número de mítines, deben ser reguladas (no solo en dinero, los costos pueden ser muy variables). Y todo esto limitado a un máximo acordado con equidad, todos por igual. Lo suficiente para que los electores se informen. Esto lo hace totalmente democrático. Con estas reformas en las elecciones disminuiría la publicidad engañosa, que es demagogia. Al final, en la práctica, si el producto, servicio, candidato o promesa no hacen el efecto esperado, no son reales o no se cumplen, queda, no solo la frustración y el “ desprestigio ” por el engaño, sino la desconfianza para el comercio, la publicidad y la política.

*Médico y ex ministro de Estado.grollap@cableonda.net

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