• 25/10/2009 03:00

El culto a la personalidad

Los dictadores encuentran tiempo para construir sus propios pedestales, tallar sus estatuas y cincelar sus biografías con la misma energ...

Los dictadores encuentran tiempo para construir sus propios pedestales, tallar sus estatuas y cincelar sus biografías con la misma energía y convicción con la que creen modelan la historia. Son fanáticos en adorar sus propias imágenes. La adulación en vida debe prolongarse en una devoción que sigue a la muerte, la atenúa, la desafía provocando una “transferencia de pasiones”.

Stalin, Mao, Hitler, Mussolini y otros se entregaron a la imposición de sus propias idolatrías. Bernard Shaw, uno de los intelectuales europeos hechizados por Stalin —hemos de recordar que la Constitución Soviética de 1936 se llamó Constitución de Stalin— se equivocó en esa admiración, pero acertó cuando observó que “ el arte del gobierno es la organización de la idolatría ”; y, que en pocos años, la imagen de los dictadores se ve sometida a la inexorable transición que va desde el culto a la personalidad, al panteón del olvido o del recuerdo no—grato.

¿Qué son los grandes hombres? Preguntaba Carlyle al final de “ El culto de los héroes ”: son esbozos, diseños rudos sin labrar, sometidos a la memoria crítica y a la erosión del tiempo, y aunque se empeñaron en presentarse como hombres providenciales, o superhombres, terminan siendo una mezcla inhumana de pequeñez, sordidez, promiscuidad y criminalidad.

Un dictador es el que concentra todo el poder en su propia persona, por tanto es extremadamente egocéntrico y se cree no solo superior a los demás, sino poseedor de la verdad absoluta.

Hay dictadores a nivel doméstico, maridos controladores y maltratadores.

Los hay a nivel laboral, que imponen normas leoninas a los trabajadores. A nivel político, jefes de gobierno, que se pasan los derechos humanos por donde les dé la gana. No hay libertad para decirles: “pausa, por favor...”.

Un dictador no promueve la diversidad de opiniones, porque es necesario que la gente piense que existe una única verdad. El mundo se divide en: verdad (la de ellos) y mentira (la de otros).

Como imagen positiva de su gestión, promueven los logros del país en algunos campos. Tienen control moderado y luego absoluto de los medios de comunicación y censura para quien se opone. Las ideas comunistas y fascistas son los modelos típicos en su mente perversa.

Un dictador es el que ejerce la totalidad pública, es decir, los tres poderes, aunque esto no necesariamente.

En cambio, la suma del poder público se delega a algunas personas de su confianza, porque, según ellos, la crisis que se está viviendo así lo exige.

No tiene colaboradores, tiene parásitos que lo siguen. Las leyes que le estorban, las modifica o las viola en bien de su causa. Primero esgrime la izquierda, después se vuelve de derecha permanente. Sus ideas son las únicas buenas, completas, posibles.. y mejores.

Inspirados en la moda faraónica, se creen el amo del pueblo. Para ellos, el ejercicio del poder no es más que una escala intermedia hacia una inmortalidad a través del eterno culto a sus personas. Se tiene y retiene el poder para apoderarse de la gloria y monopolizarla más allá de la vida. El poder sin gloria imperecedera no es poder, al menos no es poder como el que apetecen los mandones.

Los pueblos engendran los dictadores. Que Dios nos guarde de tener que enfrentarnos a un dictador.

*Especialista de la conducta humana.gemiliani@cableonda.net

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