• 12/01/2010 01:00

“Schadenfreude”

La primera vez que leí esta expresión germana fue hace más de una década, en una revista editada por el Goethe-Inter Naciones, en la que...

La primera vez que leí esta expresión germana fue hace más de una década, en una revista editada por el Goethe-Inter Naciones, en la que había una clara descripción del término. “Schadenfreude” se define como, el sentimiento de alegría generado al observar el sufrimiento o la desgracia de otra persona. “Schaden” (daño) y “Freude” (alegría).

Sí, cuesta reconocerlo, pero los seres humanos muchas veces cedemos a nuestros más bajos instintos y lo que en principio puede resultar aberrante, luego es aceptado como uno de los sentimientos más comunes en nuestro trato con otras personas.

Desde entonces, observo con tristeza cómo ese sentimiento se hace cada vez más generalizado y evidente en nuestra sociedad. ¿Será que, en lugar de avanzar y desarrollarnos como sociedad, nos hacemos cada vez más mediocres, o sencillamente mostramos sin apocamiento nuestra naturaleza?

Un claro ejemplo lo constituye la conversación en círculos de cualquier estrato. Gira casi obligatoriamente en torno a alguien, preferiblemente el ausente. Lo que nos ubica muy mal como sociedad, si lo vemos desde la perspectiva de aquel refrán inglés que dice: “ Los grandes hablan de ideas, los medianos de eventos y los pequeños de personas ”.

A veces, en mi afán por encontrar una respuesta, me pregunto si la misma no estará en un plano metafísico. ¿Será un Karma? Para algunos, “ Schadenfreude ” es similar a la envidia, definida como la tristeza de una persona ante la buena fortuna de otra. Una sutil diferencia semántica, pero en esencia igualmente deplorable.

La magistral obra de José Ingenieros “ El Hombre Mediocre ”, o aquella no menos extraordinaria novela del italiano Alberto Moravia “ Le Ambizioni Sbagliate ”, ( Las Ambiciones Defraudadas ), pudieron haber tenido, en otros tiempos, como musa ese sentimiento.

Claro, reconozco que no es fácil contenerse a la tentación de sentir envidia, cuando escuchamos cómo, un día cualquiera de compras, fragmentos de la Opera “ La Traviata ” de Verdi empiezan a sonar entre los puestos de frutas y verduras, interpretados en vivo, en pleno Mercado Central de Valencia, España. Mientras aquí, nuestras autoridades, salvo contadas excepciones, constituyen un modelo de lumpenería y chabacanería.

En fin, nos falta mucho por hacer. Es hora de realizar una introspección y asumir nuestro grado de responsabilidad en este circo que vivimos. Espectáculo tras espectáculo, con actores de pacotilla y un público que, ensimismado en sus propias ambiciones, no hace más que pedir rabo y oreja cada quinquenio, en lugar de exigir capacidades y ejecutorias diariamente, en cualesquiera sea el escenario.

Controlemos nuestros bajos instintos, enfoquémonos en construir un mejor país y no nos resignemos a vivir la parodia de una tragicomedia, que por sus características, pudiera llevar por nombre “ Oratelandia ”.

*Periodista.gerencia@mayellalloyd.com

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