• 06/07/2010 02:00

A un año de gobierno

Ha transcurrido un año de gestión del Gobierno del presidente Martinelli. Semanas atrás di mi opinión. Ahora cabe reflexionar sobre el c...

Ha transcurrido un año de gestión del Gobierno del presidente Martinelli. Semanas atrás di mi opinión. Ahora cabe reflexionar sobre el comportamiento de la sociedad y de sus organizaciones políticas. Más allá del discurso inflamatorio de la oposición, que compromete las decisiones de los futuros dirigentes que encabezarán la contienda electoral del 2014, vale la pena insistir sobre cosas que trascienden los intereses mediáticos de los políticos.

He leído y estudiado el Plan Estratégico de Desarrollo del actual Gobierno. Documento que ha tenido una pobre divulgación y del que nadie se ha ocupado en revisar, aunque sea para tener una idea de sus intenciones o para refutar y contraproponer responsablemente su propuesta.

El día de este primer año se consumió entre excusas y acusaciones. Ni una sola palabra sobre patria o sobre pueblo, sobre cómo avanzar en los temas comunes, temas de salud, trabajo, educación y seguridad. Eso es muy grave y muy peligroso, porque significa que la confrontación de ahora, que será igual durante los próximos cuatro años, es simplemente por el control de los resortes y privilegios del poder.

Todos saben que el modelo político actual colapsó. Que se requiere de un esfuerzo único de toda la sociedad para abordar esa realidad y asumir responsablemente un cambio, cuyos costos no estén empañados por las lágrimas y la sangre de nuestro pueblo. Pero pareciera que a esos ‘todos’ no les interesa en lo más mínimo ese riesgo y ese costo.

Volviendo al Plan estratégico. Reconozco que ningún Gobierno de los últimos veinte años había podido presentar un documento de esa magnitud y elaboración. En su introducción se señala que ‘el mismo conjuga las metas consensuadas en el marco del Diálogo para la Concertación Nacional con sus propios compromisos electorales’. La logística, el turismo, la agricultura y los servicios financieros fueron identificados como los motores del crecimiento en los que el Gobierno debe concentrar la intención inicial. Allí se presenta el compromiso —en detalle— de una inversión para los próximos años que supera los diez mil millones. Un total de 135 páginas que van identificando las áreas de inversión y los proyectos comprometidos.

Hasta ahí todo bien. El tema es cuando nos adentramos al factor humano, que desde los niveles de mando y de la burocracia gubernamental debe aplicar tan ambicioso plan estratégico de Gobierno. Cuando desde la sociedad y desde la clase política, unos defienden su individualismo social y otros su oportunismo político, para que todo fracase y para hacer posible su retoma ‘democrática’ del poder. Cuando los funcionarios públicos se debaten en una furiosa lucha intestina entre los sobrevivientes de la vieja burocracia y la nueva, que aún no sabe hacer las cosas correctamente. Cuando las familias que han tomado sus cuotas de poder como verdaderas parcelas de caza, al margen de los partidos de donde provienen, aplican una despiadada operación de tierra arrasada sin medir las consecuencias que tiene esa conducta en la vida de toda la nación. Cuando un año después de iniciado el Gobierno los mandos medios de esa alianza continúan promoviendo la división y la lucha intestina entre los bandos políticos de la Alianza por el Cambio. El ambicioso Plan Estratégico de Gobierno va camino al colapso.

De buenas intenciones no se construye ni un castillo de arena. A un año de la gestión del Gobierno del presidente Martinelli, deben producirse serios correctivos y establecer un verdadero manual de cumplimiento que mida la presencia de un funcionario de mando en base a sus resultados y a su rendimiento. Un año supera con creces la curva de aprendizaje. Sería una falta imperdonable que un plan de esa magnitud sucumba por la miseria, el individualismo y el egoísmo de quienes tienen en sus manos los instrumentos de ejecución de la estrategia de desarrollo. No solo se afecta la gestión de Gobierno, también se dañan las esperanzas de un pueblo... y una nación en desesperanza es el inicio del caos y la anarquía.

*ANALISTA POLÍTICO.

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