• 31/08/2010 02:00

La importancia de la lectura

Los panameños leemos poco. Todos los estudios realizados por empresas privadas, universidades y agencias gubernamentales lo manifiestan....

Los panameños leemos poco. Todos los estudios realizados por empresas privadas, universidades y agencias gubernamentales lo manifiestan. Por ejemplo, la Encuesta de la Infancia y Juventud elaborada en 2005 por el UNICEF concluía con un dato preocupante: La mitad de los jóvenes y adultos encuestados jamás lee. Por ello, la promoción de la lectura entre la población debe ser uno de los principales objetivos de la política educativa y cultural.

Podría suponerse que la lectura resulta un ejercicio anticuado y quizás hasta inútil. Pero, paradójicamente, los países más desarrollados cuentan con los índices más altos de lectura y, entonces, la riqueza de esas sociedades se configura desde un elevado umbral cultural. Una alumna de un colegio privado en Panamá, que recoge primordialmente estudiantes de diversas nacionalidades, recientemente me decía que le gustaba leer, porque la hacía soñar y sentirse emocionada. Es decir, si en forma primaria todos contamos con sueños y emociones, lo cierto es que la sociedad consigue acumular y transmitir fantasías y realizaciones que nos integran a una historia.

Esto significa que con la lectura los seres humanos somos iniciados a un mundo preexistente, cuya riqueza puede perderse. Desde esa historia las personas pueden comenzar a imaginar y concebir cosas que de otra forma resultarían inexistentes. Con la información y la formación, con el saber y la emoción que registran los libros, adquirimos conciencia de que participamos de una comunidad, de un gran emprendimiento intelectual y cultural.

La lectura es igualmente imprescindible para la escritura. La lectura enseña a escribir tanto como a reflexionar. De ahí la importancia de formar el hábito de leer. A partir de la presencia cotidiana de la lectura se hace posible exponer, transmitir y recibir análisis, argumentos e informaciones. Y además es una fuente inagotable de deleite. Sería parcial entonces localizar la necesidad de la lectura únicamente en las escuelas; por el contrario, y como bien plantean los especialistas, la cuestión de la lectura debe ser formulada en relación a la sociedad en su conjunto, replanteando el lugar que se le asigna en la vida de la población y ayudando a construir políticas de lectura. Pero, claro está, las escuelas y las bibliotecas tienen que cumplir una función importantísima. Ellas deben compensar las falencias de los hogares en desventaja económica y cultural; deben brindar posibilidades que la pobreza o la marginación excluyen. Desde este punto de vista, la lectura y los libros deben participar en la generación de personalidades que contribuyan a edificar una sociedad mejor .

Además, la lectura relaja cuando se está estresado, es una forma fácil de informarse de un tema específico, si se practica con regularidad agiliza la mente, ayuda a ampliar y superar las barreras del conocimiento, y, en ocasiones, evita la distracción de otros entretenimientos malsanos como enviciarse demasiado a la computadora o a la televisión, lo cual perjudica la vista y son adictivas.

Por eso, es importante, como país y sociedad, promover las actividades que conducen al aumento de la lectura. La reciente celebración de la Feria del Libro, al igual que el fomento y la distribución de textos escolares, obras literarias, folletos culturales, tomos históricos, enciclopedias, compendios, periódicos, revistas y cualquier material didáctico, debe ser el pivote para futuras acciones de nuestras autoridades e instituciones.

Ciertamente, para poder aprovechar los avances tecnológicos, como son la proliferación de los cafés Internet y la ampliación masificada de la red inalámbrica de información, es vital que primeramente el individuo adquiera vocación para la lectura. Utilizar los nuevos modelos de procesadores, ordenadores y artefactos para mover muñequitos, buscar distracciones visuales o, simplemente, navegar sin rumbo fijo, es no saber aprovechar los talentos y menospreciar los inventos de nuestros tiempos.

El hábito de la lectura inicia desde los primeros años, primero con el impulso de los padres y luego con la motivación y constante evaluación de maestros y profesores. Llegar a una edad adulta y madura sin haber recogido la gracia de la emoción que produce la lectura de un buen libro, es no haber disfrutado de la misma vida. Y, como en otros aspectos similares de la naturaleza humana, habríamos pasado por la Tierra sin haber dejado huellas. Y eso, en mi libro abierto de la vida, es desaprovechar el talento innato que nos viene de lo divino. Desafortunadamente, esta omisión se paga con fuego en el infierno.

*EMPRESARIO.

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