• 07/09/2010 02:00

Sociedad a lo ‘wild’

Y llegó este gringo gordo y grande, con las manos manchadas de sangre y su cara de loco desquiciado; con sus muertos en el traspatio y s...

Y llegó este gringo gordo y grande, con las manos manchadas de sangre y su cara de loco desquiciado; con sus muertos en el traspatio y sus historias de ultratumba, sus fiestas orgiásticas y sus pactos satánicos... Llegó al país con un prontuario policiaco peor que el de Jack el destripador en sus tiempos y con otro nombre... Para acabar de joder con un nombre hispano.

Aun con nuestros propios problemas —que son muchos— decidimos ponerle sobrenombre al gringo: ‘Wild Bill’. Bill que procede de acortar el nombre del gringo (William) y Wild de aquella palabra que los gringos usan como sinónimo de salvaje o descontrolado.

Y es que la llegada del ‘Wild Bill’ nos ha servido para sepultar nuestros problemas, no bajo tierra, sino bajo los titulares de las noticias.

Cuando salieron los primeros reportajes periodísticos del gringo salvaje y descontrolado, las heridas de Bocas del Toro estaban acabaditas de hacer, y ahora las investigaciones paso—a—paso, así como su estadía en la cárcel, han sido seguidas por los medios al mejor estilo de un reality show, que pareciera ser, cuenta con más rating que muchos programas de baile y canto en horarios prime time.

El reality show del ‘Wild Bill’ encubre mediáticamente a los asesinos del Metric Tower (que mataron a cinco personas en un solo ‘accidente’), o a los secuestradores ‘falsos’ del ‘falso desaparecido’ Valentín Palacios, a los verdugos de Bocas del Toro, a los criminales que nos han sepultado de basura o a los terroristas que tienen secuestrada a la Justicia. Así el villano wild pasa a ser el héroe de otros villanos, salvándolos heroicamente de la atención ciudadana y de la censura de la opinión pública.

El ‘Salvaje Bill’ es motivo de nuestra atención. Lo vemos en la TV boquiabiertos desde los sillones de la sala, regresamos la página del periódico cuando vemos —de reojo— la foto del tipo, y le subimos el volumen a la radio cuando de camino a casa escuchamos al fiscal auxiliar hablando sobre la posibilidad de traer peritos gringos especializados en actividades paranormales, para poder iniciar las investigaciones de los asesinatos salvajes del ‘Salvaje Bill’.

Ahora, el modus operandi de Bill y los móviles de sus crímenes son motivo de acaloradas discusiones en los sitios de trabajo, los niños en las escuelas apodan a sus compañeritos abusones con motes relacionados al tema: ‘salvaje’, ‘wild’, ‘asesino serial’; los cantantes de plena (nótese que no se ha hablado del noble y hermoso género del reggae) ponen en sus canciones alusiones y metáforas relacionadas con ‘Wild Bill’, y hasta en la puerta de emergencia de los diablos rojos han pintado la cara de William Dathan Holbert, como si el tipo fuera una estrella de ‘Cholywood’ (nombre con que se refieren algunos a la farándula panameña).

Y entró ‘Will Bill’ por la puerta grande de nuestra imaginería popular. La imaginería popular de una sociedad a lo wild, que compra el periódico por las mañanas para ver a quién mataron por la noche, o prende la televisión a las seis para satisfacer su morbo, una sociedad que presta principal atención a las noticias sangrientas y cuando viene la sección respectiva a la política o a la economía, apaga la radio o la TV, o cierra el periódico, pues simplemente no le importan estos temas.

Obviamente, no todos somos unos sujetos a lo wild; sin embargo, la mayoría lo somos, así como en el tiempo en el que los locos eran más (ahora por allí hay una calcomanía que dice que los arrepentidos son más). Como buenos sujetos wild levantamos grandes altares cuando se aparecen estos tipos wild...

Votamos por políticos wilds o nos provoca gracia las salvajadas de los políticos wilds, les compramos a las empresas más wilds, aunque nos vendan porquerías realmente wilds. Vemos los medios más wilds, aquellos que nos ofrecen las noticias más wilds. Entonces, somos una sociedad a lo wild, aunque un poco menos salvajes que los gringos, que son empecinadamente salvajes y nos mandan tipos salvajes como William Dathan Holbert, para que se apropien de nuestras tierras más hermosas.

Nosotros como buenos salvajes les vendemos esas tierras por migajas y les celebramos su estupideces, sus borracheras y, como en este caso, sus asesinatos.

*ESTUDIANTE DE DERECHO.

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