• 17/11/2010 01:00

Acceso directo a la corrupción

Un amigo me sugirió que escribiera sobre el Control Previo y las contrataciones directas. Al principio me negué. Primero, porque deseo e...

Un amigo me sugirió que escribiera sobre el Control Previo y las contrataciones directas. Al principio me negué. Primero, porque deseo escribir sobre temas que no tengan relación con las incoherencias de este gobierno y, segundo, porque deseo tomarme unas ‘vacaciones mentales’ esas en las que mis emociones ciudadanas no se vean afectadas ni mucho menos traicionadas por las expresiones y actuaciones precipitadas de nuestras autoridades gubernamentales. Tercero, porque hablar sobre el Control Previo y las contrataciones directas y el manejo de las mismas por nuestras autoridades lastima mi sentir ciudadano, que, confieso, deberé recurrir a lo divino y sublime para calmar mi angustia.

El mandatario defiende la eliminación de este proceso fiscalizador de los recursos públicos, porque se busca agilizar los trámites de las entidades beneficiadas y señala: ‘Con Control Previo también se han robado el dinero y que no exime de la corrupción’. Totalmente de acuerdo. Pero, y me parece y creo que es la lógica, que sin el debido control previo, la situación se va a convertir en un acondicionamiento mental operante muy poderoso para aquellos que suelen conducirse sin medida hasta el punto de perder la mesura cuando de dinero fácil se trata y que no le pertenece. No nos olvidemos que Panamá ocupa la posición 73 que corresponde a una lista de 178 países de todo el mundo donde los primeros puestos son ocupados por naciones donde existe una ‘percepción de ausencia de corrupción’, según el Índice de Percepción de la Corrupción 2010 publicado por la Organización Transparencia Internacional. Sin el Control Previo y las contrataciones directas impuestas por el gobierno, los miembros de la Asociación de Corruptos de Panamá, S. A. deben estar verdaderamente entusiasmados.

Igualmente, escuché las declaraciones de la máxima autoridad de la Contraloría de la Nación en el programa de TV Debate Abierto nocturno, defendiendo la eliminación del Control Previo. Como funcionaria titular encargada de examinar las cuentas y la legalidad de los gastos oficiales, me fue tan difícil asimilar sus ideas cuando de manera repetitiva usó la frase ‘es que vamos a estar allí’ y desconoce que los vocablos exceptuar y eliminar son sinónimos según la Real Academia Española de la Lengua; y me siento totalmente desconcertada por la falta en su manejo de conceptos relacionados a los gastos del Estado, sobre todo, cuando se trata de cuatro mil y tantos millones de dólares que ‘sí que van a estar por allí’ al servicio de los ladrones de las esperanzas de un pueblo. Es una especie de ventana abierta ‘para hacer lo que me da la gana con el dinero ajeno’, concepto muy naturalizado de los corruptos.

Vivimos en un país en donde los principios y valores éticos y morales parecen estar ausentes en nuestra sociedad y se le enseña al pequeño que el provecho individual tiene un valor intrínseco en su vida personal. Y, si este mismo sujeto cuando adulto se encuentra ante un ambiente laboral permisivo, buscará la manera de rebuscarse descaradamente. Y, cuando el hombre vive de la corrupción es muy difícil desarraigarse de ella, porque hace de la corrupción su modo de vida. La puede dejar solo si es descubierto y en consecuencia, encarcelado. A estos sujetos no les importan las graves consecuencias que la corrupción provoca.

El corrupto no tiene jefe ni reglas, y mucho menos autocontrol en su forma de ver, de pensar y de actuar al momento de realizar su trabajo. Inclusive usa un lenguaje seductor y poco confiable para expresar ideas contrarias a los principios morales, éticos y de civismo. No existe para él ni el bien, ni el mal que lo impulsan hacia un absolutismo impersonal en que hace caso omiso al remordimiento. Simplemente nos encontramos ante una visión deformada del hombre a cambio de una cantidad de dinero. Máxime si la gestión gubernamental refleja una política económica, jurídica y, de fiscalización negligente, elementos susceptibles para las transgresiones aún más si subsisten factores psico—sociales, como el antagonismo y devaluaciones de la misma persona.

Por desgracia, la corrupción, como la veo en mi país, se ha extendido con facilidad. Corromper y dejarse corromper es cuestión de oportunidad, beneficio, riesgo de detección y cuantía del castigo. Si el riesgo de detección es pequeño, y el castigo improbable y ligero, y sin el control previo a los gastos del Estado y se suma las contrataciones directas favoreciendo a familiares y amigos, la corrupción está servida. Todo lo anterior en detrimento de la institucionalidad del país, que es minar descaradamente la civilidad.

*ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.

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