• 25/11/2010 01:00

Obama y Panamá

Una cosa es que el presidente de Estados Unidos Barack Obama busque conciliar posiciones con los líderes del Partido Republicano, y otra...

Una cosa es que el presidente de Estados Unidos Barack Obama busque conciliar posiciones con los líderes del Partido Republicano, y otra que gobiernos latinoamericanos, como el de Ricardo Martinelli, coqueteen abiertamente con los adversarios políticos de la Casa Blanca.

Martinelli se ha jactado de su cercanía con los nuevos líderes estadounidenses de la Cámara de Representantes, como John Boehner, porque en algún momento fue jefe del actual ministro de la Presidencia, Demetrio Papadimitriu. Boehner se reunió con Martinelli en diciembre pasado. En el círculo de amigos republicanos del gobierno de Panamá están las figuras más recalcitrantes de la ultraderecha estadounidense, cuyas simpatías, según el gobierno panameño, podrían traducirse en la pronta ratificación del Tratado de Promoción Comercial (TPC) suscrito en junio del 2007.

Pero las cosas no serán tan fáciles. Junto con el malestar creciente que los vínculos republicanos de Martinelli generan en Washington, nada disimulados por diplomáticos estadounidenses, debe tenerse en cuenta que la política de la Casa Blanca hacia América Latina podría mantenerse invariable en aspectos vitales para la región como inmigración y libre comercio. Las prioridades, según los expertos, se centrarán en los temas económicos internos y en la campaña presidencial del 2012.

Cynthia Arnson, directora del programa latinoamericano del Centro Wilson, dijo que los desacuerdos entre demócratas y republicanos sobre el manejo de la economía ‘serán más fuertes y ese desgaste dificultará mucho que América Latina se convierta en una prioridad’ en el debate legislativo.

Sobre las posibilidades de que el Congreso, con un mayor número de legisladores republicanos, ratifique el TPC con Panamá, el director del programa de las Américas del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, Peter DeShazo, advirtió que algunos republicanos elegidos serán más proteccionistas que sus antecesores, pues se han pronunciado abiertamente en contra de aprobar tratados de libre comercio. Existen, además, presiones de la Casa Blanca para que Martinelli resuelva asuntos laborales y bancarios antes de pensar en enviar el acuerdo al Congreso.

Obama todavía tiene un poder inmenso y está decidido a emplearlo, tanto a nivel interno como externo. En lo que respecta a Latinoamérica el presidente estadounidense ha pasado de una estrategia agresiva a una calibrada. Washington mantiene latente el auge militarista en la región, pero también una diplomacia moderadamente activa en el terreno de los valores como los derechos humanos, pluralismo político, libertad de expresión y la participación de la sociedad civil en las decisiones de los Estados. Esa cartilla se la han leído a Martinelli las principales figuras de la Casa Blanca y el Departamento de Estado.

Tras su derrota en los comicios legislativos, el tono conciliador de Obama no puede confundirse con resignación. Si bien no goza de la confianza que tenía al inicio de su gobierno, un 45% del electorado respalda su gestión y un 50% considera sus esfuerzos, aunque no comparta sus propuestas.

Por otro lado, vale recordar que, tras sus respectivas y aplastantes derrotas en las elecciones de mitad de término, los presidentes Ronald Reagan y Bill Clinton adoptaron caminos diferentes para poder recuperar la iniciativa. Reagan profundizó su revolución conservadora y Clinton se movió hacia el centro conciliando posiciones con los republicanos. Ambos se reeligieron para un segundo mandato. Obama está siguiendo los pasos de Clinton y corrigiendo el rumbo de su mandato, con miras a mantenerse después del 2013 en la Casa Blanca.

Obama invitó a sus adversarios políticos a trabajar juntos, porque ‘no se puede pasar los próximos dos años peleando’. ‘Si Obama quiere negociar con nosotros tendrá que dejar de lado su agenda y moverse en nuestra dirección. Pero como no podemos contar con eso, nuestra prioridad será trabajar para que no sea reelecto’, respondió Boehner, el amigo de Martinelli.

Ese espíritu no abona a las posibilidades de la ratificación del TPC con Panamá, menos para salir de la aguda crisis económica que azota a Estados Unidos. El nuevo Congreso también podría crear una incertidumbre paralizante para los inversores y las empresas, si se llegan a plantear conflictos sobre los impuestos, el déficit, el sistema de salud y la regulación financiera.

Precisamente esos republicanos en la nueva Cámara de Representantes le ofrecen un blanco excelente a Obama para volver a cautivar al electorado y lograr la reelección, un cálculo que parece descartar Martinelli, en maridaje con la ultraderecha republicana. Obama tiene a su favor la moderación contra una facción republicana tan radical que atenta contra la democracia estadounidense. Un atentado similar al que representa el efecto Martinelli para la democracia panameña.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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