• 08/06/2014 02:00

Mañana también es día del medioambiente

Si se midiera la grandeza de un país por su forma de tratar a los animales y de cuidar el medioambiente saldrían mal parados muchos países

Si se midiera la grandeza de un país por su forma de tratar a los animales y de cuidar el medioambiente saldrían mal parados muchos países del ‘Primer Mundo’ que siguen e imponen al resto un modelo de desarrollo insostenible.

En Dinamarca se realizan masacres de delfines todos los años, Francia permite que sus granjeros engorden a sus ocas hasta que les reviente el hígado y Japón saca pecho por sus matanzas de ballenas cuando muchas especies corren peligro de extinción. Lo justifican con supuestas investigaciones científicas, pero la mayor parte del cuerpo de esos cetáceos se utiliza para comida de animales de granja.

La matanza de tiburones en China y Japón para obtener solo las aletas provoca un desequilibrio en el ecosistema. Otros países han encontrado en el hambre de estos dragones orientales un una oportunidad de negocio. España, por ejemplo, se ha convertido en el principal exportador. Parte de esas exportaciones incluyen la caza de tiburones martillo y tiburones zorro, en peligro de extinción.

Canadá, que mantiene un halo de país pacifismo y respeto al medioambiente permite la muerte a palos de focas bebé para producir y exportar pieles. El Parlamento Europeo aprobó hace años un reglamento que prohíbe la importación y comercialización de productos derivados de la foca en la Unión Europea. Canadá amenazó con demandar a la Unión Europea ante la Organización Mundial del Comercio por obstaculizar el ‘libre comercio’, como si la protección del planeta se tuviera que someter a los intereses mercantiles de un país.

Para hacer un abrigo de piel se necesitan 8 focas adultas o 20 focas bebé, según la organización Igualdad Animal, que publica los números de ejemplares de otras especies que se necesitan para fabricar un abrigo de piel: 17 linces, 60 visones, 20 nutrias, 20 zorros, 60 martas, 250 ardillas y 12 lobos.

No basta con denunciar las consecuencias que tendrán estas matanzas en el ser humano. La defensa del medioambiente también se plantea desde el sufrimiento de animales apaleados, electrocutados o que agonizan en trampas durante días. Que los animales no puedan defender sus derechos ante los tribunales no concede a las personas una patente de corso para infligir sufrimiento innecesario.

PERIODISTA

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