• 06/08/2014 02:00

Mitos sobre la reelección, clientelismo y corrupción

En cierto modo, la no reelección desestimula el comportamiento clientelista, pero no necesariamente lo elimina

Hace algunos días, el respetable conciudadano don Arturo Melo S., publicó en un medio de prensa algunos comentarios que tituló ‘Reelección, clientelismo y corrupción’. Al respecto, creo oportuno desmitificar al menos dos de las ideas plasmadas en ese escrito, oponiendo algunas tesis que he difundido en algunos foros.

Mito 1: El Clientelismo es un fenómeno político reciente.

En el artículo citado se afirma que el clientelismo ‘Fue probado, con gran éxito, en las elecciones especiales para elegir al representante del apartado corregimiento de El Bebedero. Este éxito fue tan contundente que se extendió el método a todo el país...’.

Tal idea equivaldría a desconocer el hecho de que las primeras prácticas clientelistas se introdujeron en Panamá en las elecciones de 1924, como respuesta estratégica del liberalismo de Rodolfo Chiari al sistema de control político, conocido como CAUDILLISMO, el cual favoreció hasta ese momento al expresidente Belisario Porras .

Se sabe, de las aportaciones cuantiosas de empresas privadas locales y extranjeras en favor de Chiari, para que instaurara nuevas lealtades a través de compra de votos en efectivo y en especie, lo cual surtió su efecto entre los votantes comunes de la época; por supuesto, estas aportaciones tenían su precio en las medidas políticas antipopulares impulsadas por Chiari y sus sucesores en favor de los negocios de tan ‘connotados’ contribuyentes privados.

Tal modalidad, solo fue arrancada de la práctica política criolla con la emergencia del gobierno militar del general Torrijos, porque, entre otras cosas, instituyó un modelo de representación popular, donde el aventajado era el líder natural de la comunidad, del corregimiento.

Los que controlaban (como hoy) el poder económico no eran tantos ni residían en los 505 corregimientos como para salir elegidos, por lo tanto hubiesen estado en franca minoría en esa Asamblea, además de que resultaba muy costoso pretender la compra de toda esa gente para sus propósitos de poder; de allí su eterna oposición a este tipo de participación política.

Ciertamente, el golpe político dado a esta estructura de participación fomentada por el ‘Torrijismo’, se pudo dar gracias a la intervención del gobierno estadunidense, que aprovechó el proceso de negociaciones de los tratados Torrijos Carter para comprometer al Estado en la ‘vuelta a la democracia’, especialmente, al regreso de la corroída estructura de la Asamblea de Diputados, la misma que hoy se denuncia como corrupta.

Mito 2: La Reelección es la causa fundamental del clientelismo.

Al afirmar en su escrito las bondades de la no reelección para los puestos de diputación, alcaldía y representantes de corregimientos, don Arturo menciona que la eliminación de la reelección ‘También eliminaría el clientelismo, que cada vez se hace más notorio en los comicios cuando se tratan de reelegir los que ya ocupan los cargos’.

En cierto modo, la no reelección desestimula el comportamiento clientelista, pero no necesariamente lo elimina, por una razón simple: No es esta la condición necesaria que hace que funcione el clientelismo. Por lo tanto, no se convierte en la causa fundamental de este hecho.

Por el momento, solo dejaré plasmada la siguiente idea: El clientelismo prospera en los grupos donde existe una relación de dependencia con los ‘obsequios’ que el comprador de votos le ofrece. Es decir, prospera allí donde las políticas públicas o bien son inexistentes en favor de los grupos vulnerables o bien son de carácter asistencialista, o peor, son propiciadoras del parasitismo social, a través de ciertos tipos de subsidios que no promueven la dignidad de la persona humana, no les trasladan activos ni promueven su capital social para que se desarrollen plenamente y salgan del círculo de la pobreza o del riesgo de volver a él.

Un ejemplo de que fue irrelevante la existencia de la ley, que permite la reelección de diputados, se experimentó en la elección de la honorable Ana Matilde Gómez, gracias a un tipo de electores que no tienen ese nivel de dependencia económica ni social que favorece el clientelismo.

Así, el mejor esfuerzo en favor de la eliminación del clientelismo pasa por la eliminación de las inequidades en el uso de recursos económicos de los candidatos; en segundo lugar, por la reinstauración de un sistema de representación política cercano a lo local, que haga innecesaria la elección de diputados y tercero, la transformación de las actuales políticas asistencialistas y de ‘subsidios’ en verdaderas medidas de fomento de capital social y transferencia de suficientes activos hacia los grupos económicos vulnerables.

*SOCIÓLOGO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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