• 13/07/2015 02:01

El futuro del mundo

Durante su pontificado que apenas lleva 22 meses,  el papa Francisco, ha marcado un claro camino para rescatar una relación con los pobres

Durante su pontificado que apenas lleva 22 meses, Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, ha marcado un claro camino para rescatar una relación con los pobres y los que menos tienen, mucho más enfático que sus antecesores y otros representantes de la Iglesia Católica. América Latina sobrelleva crueles realidades que muy pocos han querido reconocer. Con el pasar del tiempo, y dependiendo de quién echa el cuento, la historia general se estructura y relata conforme los intereses de los poderes constituidos.

Pero ha quedado claro que la humanidad no hubiera alcanzado el desarrollo que experimenta en estos tiempos, si sobre la marcha no hubiese revisado sus apreciaciones sobre todas las cosas. Imagínense, estuviéramos sumidos en la ignorancia total o, tal vez, ya hubiéramos desaparecido. Por todos los siglos que tenemos de estar en evolución, nos ha ayudado la revisión de conceptos sobre la alimentación, el clima, los remedios y la medicina, el universo, el cielo, la Tierra y ante todo, las relaciones humanas.

A pesar de los abusos que lleva a cabo el hombre contra su propia especie en pleno inicios del siglo XXI, lo cierto es que a medida que fuimos cayendo en cuenta de que cada grupo humano, unos en mayor grado que otros, aportan conocimientos para el mejoramiento de la condición humana, por medio de sus exploraciones culturales, sociales o científicas, con más razón comprendimos que este pequeño planeta escondido en los confines del universo, merece ser compartido por todos.

Es importante que continuemos ese ejercicio de la revisión conceptual de nuestras ideas y creencias, para seguir creciendo como entes sociales; reconociendo nuestros errores del pasado. Aceptando y corrigiéndolos. Trabajando arduamente para garantizar un mejor futuro.

Hay quienes insisten en resaltar las bondades de la época de las conquistas, minimizando los crímenes que se cometieron. En ese afán, y con el argumento de avanzar nuestra humanidad, muchos originarios murieron, sus familias liquidadas, sus hogares, costumbres y legados violados con desdén y con un dejo de superioridad bajo un juicio racista y sectario de que eran seres inferiores.

No hay desarrollo del cual la humanidad se pueda sentir orgulloso, si su éxito descansa sobre la vida de inocentes. Eso es lo que ha pasado en América Latina, y la negación por tantos siglos lo hace más ofensivo.

En Bolivia, el jueves pasado, el papa Francisco pidió perdón: ‘Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios (...), pido humildemente perdón, no solo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América'.

Es conocida la resistencia que existe en el Vaticano y en los sectores más conservadores de la Iglesia Católica contra el camino que ha venido marcando el papa Francisco. Me asaltan las interrogantes sobre la opinión que tendrían de él los encopetados y acomodados. Esos que se confiesan cristianos de la fe católica. Los que tienen recursos económicos incalculables y que van a misa todas las semanas a esas iglesias imponentes. Dan su diezmo, reciben su bendición y salen nuevamente al mundo a enriquecerse con todos los subterfugios legales e ilegales que los sistemas del capital y la globalización les permiten. Muchas veces en detrimento de la condición humana de los que hacen un esfuerzo valiente por llevar una vida decorosa y sobre la dignidad de los que menos tienen.

Es hora de que los peregrinajes del papa sean a esos centros. Delinear su visión sobre el catolicismo en el seno de la hipocresía. Decirles lo que dijo en Bolivia: ‘Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad. Es una economía donde el ser humano en armonía con la naturaleza, estructura todo el sistema de producción y distribución para que las capacidades y las necesidades de cada uno encuentren un cauce adecuado en el ser social'.

Esos encopetados, de la mano de los millones de rostros parecidos a los que vitorearon en Ecuador, Bolivia y Paraguay, son el futuro del mundo; como muy bien dijo el papa, los necesarios para salvar la maltrecha humanidad.

COMUNICADOR SOCIAL.

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‘Esos encopetados, de la mano de los millones de rostros parecidos a los que vitorearon en Ecuador, Bolivia y Paraguay, son el futuro del mundo; como muy bien dijo el papa, los necesarios para salvar la maltrecha humanidad'

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