• 04/11/2015 01:00

Liderazgo febril

Las sociedades se han movido a través de la historia alrededor de la figura, pensamiento y acciones de sus líderes

Las sociedades se han movido a través de la historia alrededor de la figura, pensamiento y acciones de sus líderes. Tanto en el escenario castrense como en la política, son ellos quienes encausan las rutas que llevan a destinos caóticos o exitosos, según las estrategias adoptadas.

Uno de los signos más evidentes del inicio del presente siglo, es el cambio de paradigmas y la pérdida de vigencia del concepto de conductor , aquel personaje o partido que es seguido por las masas de manera ciega. Ya no caben espacios en el entorno público para guardar nichos a caciques en su concepción tradicional.

Este fenómeno se percibe en la vida democrática de los países europeos, por ejemplo. En España e Inglaterra, se ha perdido la noción de este dirigente mesiánico, cuyo discurso apasiona a la multitud y genera las grandes manifestaciones. En este continente, igual. Ya no existen en México el gran colectivo que recoge todas las grandes aspiraciones del conjunto de correligionarios y de variados sectores populares.

En Colombia, Venezuela y Costa Rica, quienes ocupan los puestos cimeros en el engranaje gubernamental, distan mucho de llegar a la estatura de quienes instauraron los procesos democráticos en esas naciones.

El esquema piramidal que se utiliza para poner en marcha los grupos que actúan como vanguardias —como diría Lenin— de los procesos de diferente índole y que determinan el camino que van a seguir los ciudadanos, está en crisis. Peligros y tentaciones suelen acabar con esta especie de mito social, que define una dirección o meta a lograr en un determinado contexto que agrupa a una población.

Cuando las instituciones y organizaciones colapsan, los grupos humanos concernidos tienen dos posibilidades; impulsar el caos y esperar lo que salga. Esta es la salida de algunos, como los ácratas. Por el contrario, están aquellos que definen una revisión o relectura de la realidad para definir la posible reorganización, otro tipo de esquema a utilizar o una transformación que posibilite crear nuevas condiciones de actuación.

Hay una tendencia actual a proponer cambios desde nuevos movimientos, que con un carácter ecléctico, con nuevos valores que desechen el clientelismo, la corrupción o el cohecho, procuran construir una posibilidad diferente que descansa en otra estructura de ideas adversas a las que han dado al traste con los frentes y dirigencias colapsados. Hay que armarse con la noción de cogobernabilidad, transparencia, rendición de cuentas y el respeto a las opiniones.

Ya no son el poder del dinero, las canonjías y puestos con jugosos salarios lo que definen la adherencia al líder y al movimiento. Las estrategias deben ahora aprovechar las posibilidades de las nuevas tecnologías y a través de sus herramientas, crear los vínculos, las redes, fortalecer las capacidades para las convocatorias y dejar a un lado esos esfuerzos ruidosos a que nos han acostumbrado muchos gremios.

Hay agrupaciones que se mueven en torno a beneficios económicos. Cuando se mira las estrategias de conductores de autobuses y taxis, educadores y obreros, no se encuentran propuestas; solo exigencias alrededor de salarios, regalías, agendas escondidas bajo la mesa y casi ningún enfoque sobre cómo mejorar el propio servicio que brindan; pese a que la praxis diaria se los permite.

Nuevos nombres, siglas diferentes y formas de actuar alejadas de las condiciones tradicionales definen ahora la gestión de quienes se proponen intervenir en el panorama civil y político para superar, con otro sentido, un liderazgo febril, signo del pasado y que perdió validez, consumido por los vicios de la época en que le tocó desenvolverse.

Es urgente alcanzar una resiliencia en la confianza de múltiples sectores locales no para creer pasivamente, sino para construir un modelo de actuación que nos haga recuperar o alcanzar la perspectiva real de esta sociedad panameña.

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