• 24/01/2016 01:01

La cruda y desnuda realidad

Mis últimas columnas dominicales se han alejado, intencionalmente, de nuestra realidad política e institucional 

Mis últimas columnas dominicales se han alejado, intencionalmente, de nuestra realidad política e institucional; quise abstraerme, momentáneamente, del deterioro y el descrédito institucional y la lacra de la corrupción que ha invadido la vida cotidiana, de la sensación de ahogo y casi con una certeza fatalista, de el fango de la corrupción que se extiende como una arena movediza que nos tragan y pone en riesgo la propia democracia, empobreciendo la moral del pueblo. De la sensación de frustración y trampa que se acrecienta en los ciudadanos. Es por eso que dediqué mis últimos escritos a temas distintos, como la muerte incierta de Neruda, la elección de Macri en Argentina, el triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias en Venezuela.

Debo admitir que el goteo diario de noticias transmitiendo acontecimientos nacionales, como el monstruoso robo en la ampliación del Canal, los acuerdos escondidos en la Corte para la elección de su presidente, el cúmulo de instituciones deslegitimadas y el descomunal enriquecimiento de altos personajes de la vida pública, exigen que me concentre en el debate sobre las calamidades que ocurren en nuestro país. En la creciente cantidad de preocupantes problemas que parecen arrumarse, día a día, sin posibilidades de soluciones; que despiertan un malestar social, una inconformidad ciudadana, ante el aluvión de hechos descubiertos que evidencian la baja calificación moral de la Patria.

Presenciamos una exacerbación de las disputas políticas, han transcurrido solo tres semanas de este año y ya se están sacando los ojos, los usuales actores del acontecer nacional. Un poder judicial que, más que instrumento de regeneración democrática, ágil y eficaz, mantiene una conducta de quienes lo encarnan, cuestionable, demostrándonos la forma de vida de nuestra sociedad, el dinero y la influencia, que todo lo arregla, convirtiéndose en un elemento consustancial de nuestra idiosincrasia; en fin, un círculo vicioso de impunidad, desinterés y aprovechamiento, degenerando en una de las mayores crisis política que ha sufrido Panamá, desde el restablecimiento de la democracia.

No nos queda sitio para más indignación; donde la bajeza, la mentira y el engaño han anidado en la Nación.

Por desgracia, no veo un fuego purificador inmediato que enderece el complejo entramado que conforma la actual situación de la Nación, convirtiéndose en una odisea administrar un país como el nuestro. Insisto, fuimos demasiado permisivos con quienes sistemáticamente traicionaron la confianza del pueblo con mil tramas y aprovechamiento.

Lo anterior, aunado a una parálisis de nuestra economía, que no logra reactivarse; en parte, por un estancamiento global, como también por la falta de reconducción y rediseño inmediato de una nueva política económica acorde con los nuevos tiempos, podrían estimular un descontento popular con consecuencias imprevisibles para el país, afectando toda nuestra sociedad.

La profundización de esta crisis, que conlleva, además, a la frustración, debido a las difíciles realidades nacionales, pudiera derivar en una aún mayor. Ya ha quedado esclarecida la herida de un quinquenio lleno de excesos que devastaron hasta los huesos los visos de dignidad que aún quedaban en el país. Es hora de pasar la página. Pretendamos una amnesia oficial del pasado y que la justicia, bien o mal, complete su labor.

Tenemos cuestiones cruciales que resolver, la pregunta esencial es: ¿puede este Gobierno resolver sus dilemas prioritarios? Probablemente sea preferible realizar de inmediato un cambio de gabinete con figuras capaces, aunque pertenezcan a otros sectores o agrupaciones políticas, cohabitar con otros grupos, para el manejo de asuntos puntuales que urge una solución.

Así aunamos esfuerzos e intereses y diseñamos una combinación de incentivos, nuevas propuestas, realización de obras y consultas genuinas con gremios, un pragmatismo para afrontar los retos de estabilidad sostenible en el país.

La preocupación central para todos los actores nacionales debiera ser clara: más que alimentar una opinión desfavorable contra el Gobierno y reforzar un sentimiento antioficialista entre los panameños, que pudieran dirigirse a un conflicto civil abierto entre fuerzas encontradas, (alternativa probable que no se puede descartar); deberían sacar el país adelante del caos en que está sumido y ver cómo contribuir mejor a esos fines.

La estabilidad política, social y económica es crucial para la democracia y fundamental para la prosperidad. El factor tiempo es primordial: lo que ocurra en los próximos meses es de vital importancia.

ABOGADO

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